DOMINIC
Abro mis ojos de forma brusca y tomo una bocanada de aire, llenando mis pulmones por completo, como si una ola gigantesca me hubiese hecho dar mil vueltas y no pudiese salir a la superficie durante minutos. Noto mis huesos resentidos. Al moverme se escuchan crujiendo. Todo está oscuro a mi alrededor.
¿Dónde estoy?
Apoyo mi brazo derecho en el suelo para intentar incorporarme y noto que estoy tumbado sobre una superficie dura llena de arena y pequeña piedras que dejan marcas en mi cuerpo.
Cuando por fin logro ponerme en pie, trato de pensar qué ocurrió antes de llegar aquí. Me cuesta, pero consigo que un vago recuerdo llegue a mi mente.
— ¿Estás seguro?— me dijo Fredek entristecido.
— Vamos, perro,— sonrío intentando ocultar mi miedo,— llevas deseando hacer esto desde que me conociste.
— Dominic...— murmura con pesar.— Sabes que las cosas han cambiado mucho.
— Lo sé,— asiento entendiendo perfectamente a qué se refiere.
— Quizás haya alguna forma,— dice con un atisbo de esperanza en su mirada,— creo que te estás precipitando.
— Fredek, basta,— le detengo; estoy decidido a hacer esto.— Tanto tú como yo sabemos que no es verdad. Un vampiro sin sus colmillos, antes o después muere de hambre; es inevitable.
— Pero Aeryn...
— Aeryn...— todo esto es por ella y sabe Dios que no me arrepiento de haberlo hecho.— Ella lo entenderá. Es mejor que todo acabe lo más rápido posible. Lo hubiese hecho yo mismo si pudiera, pero te lo he pedido a ti para no alargar más mi tortura,— Fredek inspira profundamente y abre sus ojos decidido.
— De acuerdo, vamos allá,— saca un cuchillo de la parte de atrás de su pantalón y lo saca de su funda.
— Fredek,— le miro serio,— cuida de ella. Que mi muerte no sea en vano.
Él asiente y realiza un movimiento rápido con su brazo.
Y ya. No recuerdo nada más. Todo es muy confuso; no sé si ese recuerdo sucedió de verdad.
Quizás esté soñando.
— No es un sueño,— una voz tenebrosa retumba por todo el lugar sobresaltándome y haciendo eco por todas partes.
— ¿Quién eres?— pregunto confuso.
— ¿A sí es como me agradeces que os salvase la vida?— su voz cambia por completo; ahora se escucha normal.
— ¿Eros?— pregunto al reconocer la voz de aquel demonio.
— Dominic,— aparece entre las sombras acercándose a mí a paso lento,— pensé que tardarías menos en despertar.
— ¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde estamos?— pregunto impaciente por obtener respuestas.
— Estamos en el infierno, amigo,— responde divertido.
— ¿El infierno?— abro mis ojos con sorpresa.— Eso quiere decir que...
— Que estás muerto, sí,— confirma lo que me temía.— Bueno, estás más muerto de lo que ya estabas,— se burla.
— ¿Esto es lo que hay cuando todo se acaba?— camino junto a él por la oscuridad, sin saber a ciencia cierta si nos dirigimos a algún lugar en concreto.
— En tu caso, sí. Ningún vampiro logra entrar en el cielo,— me explica.— Todos los de tu raza acabáis aquí, aunque muráis sacrificándoos por vuestros seres queridos, como fue tu caso. Un vampiro es una anomalía dentro de la vida. A vosotros se os da una segunda oportunidad, pero todo tiene un precio.