LIDIA
— Y, ¿para qué quería usted verme, señor Steklov?— las palabras se me traban y yo me frustro conmigo misma por lo estúpida que debo parecer ante mi nuevo jefe.
— Solo quería conocerla, señorita Uribe,— me dice con una sonrisa seductora.— Me gusta saber quién está trabajando para mí.
No entiendo qué me pasa; nunca he reaccionado así ante ningún hombre. He tenido mis relaciones y he conocido a chicos realmente guapos, pero Dominic Steklov tiene algo que no sabría descifrar. Es algo que me atrae a él y que odio sentir. Siento como si fuera algo... Sobrenatural. No puedo tener este tipo de pensamientos sobre mi jefe. Esas cosas nunca salen bien, Lidia...
— ¿Le ocurre algo, señorita Uribe?— pregunta Dominic y en su tono de voz se percibe diversión.
¿A él le divierte esta situación? Seguro que todas las nuevas empleadas que contratan tienen la misma reacción que he tenido yo y por eso le hace tanta gracia. Debo verme patética desde fuera.
— Em... No, nada. Disculpe, señor Steklov,— deja de tartamudear, Lidia.
— Usted no es canadiense, ¿verdad?— me pregunta de repente y yo me sorprendo.
— No, señor. Soy de San Sebastián, España,— trato de controlar mi respiración por los nervios.
Entre que es mi jefe y que siento una gran atracción por él, estoy hecha todo un flan.
— ¿España?— pregunta frunciendo el ceño.— Nunca he estado ahí,— me dice mientras niega con la cabeza,— demasiado calor para mí,— calor es lo que siento yo en estos momentos.
— La verdad es que no hace tanto calor como usted cree,— le digo más relajada, viendo que la conversación toma un derrotero más del tipo de charla que se mantiene con un vecino en el ascensor,— al menos no en el norte, que es donde yo vivía antes.
— ¿Vivía sola, con sus padres, con su pareja...?— me sorprendo por su pregunta, aunque lo intento ocultar.
¿Mi pareja? ¿Está intentando flirtear conmigo?
— Con mi padre,— contesto seca.— Únicamente con mi padre.
¿Por qué he tenido que concretar tanto? ¡A él ni le va, ni le viene con quién viva yo!
— Ya veo,— murmura más para sí mismo que para mí.— Bueno, no la quiero molestar más, señorita Uribe,— clava su oscura mirada en mí y yo trago saliva.— Si necesita cualquier cosa o si tiene algún problema, ya sabe dónde se encuentra mi despacho,— me dice serio, como si sus palabras fueran más allá del trabajo.
— De acuerdo. Gracias, señor Steklov,— él me sonríe y vuelve a sentarse en su escritorio mientras salgo de su despacho, sintiendo su mirada clavada en mí.
¿Qué acaba de pasar?
•••
Después de mi encuentro con el jefe, me concentro en mi trabajo, intentando ser lo más eficiente posible. Vengo con la mentalidad de no permitirme hacer las cosas mal y eso es lo que estoy intentando.
Al medio día, Julian llama a la puerta de mi despacho y me invita a comer a un restaurante que se encuentra enfrente de la oficina.
— Bueno, cuéntame, ¿qué tal está yendo tu primer día?— me pregunta divertido, como si esperase que le dijera que estoy desesperada.
— Pues la verdad es que bien,— me apoyo en el respaldo de la silla dejando el tenedor en el plato.— Creo que me adaptaré bastante bien a esta empresa.
— ¿En serio?— pregunta sorprendido.— Yo en mi primer día quería salir corriendo y llamar a mi madre llorando,— río por su comentario.— Me alegra mucho que esto te guste. Se necesitaban caras nuevas en la oficina,— se acerca a mí como si lo que fuese a contarme fuese el secreto más guardado en la historia de la humanidad,— la verdad es que esta oficina tiene una media de edad comprendida entre los sesenta años y la muerte,— suelto una carcajada sin poder evitarlo y él se une a mis risas.
La verdad es que he visto a poca gente joven trabajando y me sorprende. Sobretodo pensando en la edad que debe de tener el jefe.
— Por cierto, Julian, ¿cuántos años tiene Dominic?— frunce el ceño mientras piensa.
— Pues... La verdad es que no lo sé,— se encoge de hombros.— Creo que unos más de los que debes de tener tú,— asiento y vuelvo a comer.— ¿Qué te ha parecido?— pregunta con una sonrisita en sus labios.
— ¿El qué?— sé perfectamente a qué se refiere.
— ¡Dominic! Está claro.
— Bueno...,— pienso en qué le puedo decir sin parecer una loca salida.— Bastante joven.
— ¿Solo eso?— me pregunta alzando una ceja.
— Solo eso. ¿Por qué lo preguntas?— no tengo tanta confianza con este chico como para hablar de ciertos temas aún.
— Porque todas las mujeres de la oficina tienen una fijación con él,— abro los ojos avergonzada al darme cuenta de que he caído en la trampa en la que han caído todas las demás.
— A ver, es atractivo,— admito y Julian alza una ceja inquisitivo.— ¡De acuerdo! Es más que atractivo.
— Lo sabía,— ríe negando con la cabeza.— Ojalá supiese cuál es su truco con las mujeres,— río por su comentario.
— A mí también me gustaría saberlo.
— Según Sharon,— dice después de dar un sorbo a su bebida,— de recursos humanos, Dominic es el hombre más atractivo con el que se ha acostado,— alza varias veces sus cejas y yo casi me atraganto con la comida.— ¿Quién ha dicho eso?
— Así que el Señor Stelkov no se corta con sus compañeras de oficina,— murmuro pensativa.
— ¿Quieres ser una más en su lista?— niego asqueada con la mera idea de rebajarme de esa forma.— No lo digo a malas, eh,— alza sus manos a la defensiva.— Si me gustaran los hombres, me encantaría entrar en esa lista.
Ambos terminamos de comer entre risas y Julian me continua contando los rumores que corren por la oficina. No lo negaré: el chisme es mi religión.
Caminamos juntos hacia la oficina y nos despedimos en el ascensor antes de volver cada uno a nuestros respectivos puestos.
Tengo claro que entrar en la lista del jefe no está entre mis planes, por muy atractivo que me parezca. Después de mi última relación, no estoy preparada para enredarme en algo nuevo, ni tengo ganas de complicarme la vida con alguien, y mucho menos si ese alguien es un compañero de trabajo. Eso solo trae problemas. Mi anterior pareja fue lo peor y al mismo tiempo lo mejor que me pudo pasar en la vida. Él era un déspota que anuló por completo mi personalidad, pero enfrentarme a algo así, me ha convertido en alguien más fuerte. Ahora sé lo que valgo. No dejaré que vuelvan a jugar con mi corazón.
Nunca más permitiré que un hombre me pise.