La quimera

La recoleccion

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Orochimaru era un hombre paciente. Para ser un buen científico, tenías que serlo. Toma un tiempo obtener resultados experimentales. Y siempre tenías que prepararte para lo inesperado, como el viejo tonto Sarutobi irrumpiendo en uno de sus laboratorios, obligándolo a abandonar Konoha. Había estado preparado esa noche, todo lo importante estaba sellado en pergaminos, que estaban sellados en un solo pergamino que había escondido debajo de su ropa. Un poco arriesgado, pero los únicos vivos en la aldea de Konoha que podrían recibir un golpe que podría dañar el pergamino fueron Jiraya, Tsunade y Sarutobi. Los dos primeros no estaban allí, y su antiguo sensei no lo atacaría, Orochimaru lo conocía demasiado bien para eso. Era una pena que los bebés con los genes de Shodaime no hubieran vivido, pero eso había sido un pequeño revés.

Dejar a Konoha tampoco fue una gran pérdida, de todos modos había estado jugando con la idea. La aldea había sido útil, pero para la búsqueda de la inmortalidad de Orochimaru, no había nada más que Orochimaru pudiera sacar de ella, sin contar sujetos experimentales, pero esos se podían encontrar en cualquier otro lugar. Actualmente tenía un jutsu de inmortalidad que le permitía a su alma hacerse cargo de otros cuerpos, pero no había sido probado y tampoco era realmente inmortal, ya que todavía existía la amenaza de sufrir lesiones letales e incapaz de encontrar un nuevo anfitrión. Entonces Orochimaru se había ido, buscando otro lugar donde pudiera encontrar las respuestas a la vida eterna. Y lo encontró.

Se le había acercado una organización conocida como Akatsuki, un grupo de ninjas de clase S, muy parecido a él. Sus objetivos eran un poco extraños, todos Orochimaru sabían que luchaban contra demonios, demonios y otras criaturas infernales, que todavía estaban invadiendo el planeta. Normalmente se movían en grupos de dos, había parejas regulares que normalmente deambulaban juntas, y ocasiones especiales donde se enviaban diferentes parejas o incluso grupos contra un enemigo particularmente fuerte. Pero Orochimaru no estaba realmente interesado en los objetivos o la configuración de la organización, los miembros le prestaron demasiada atención. Dentro de ellos estaban las respuestas que había anhelado durante tanto tiempo.

Estaba Hidan, un inmortal en un sentido literal, ya que Orochimaru había sido testigo de un demonio similar a una mantis religiosa que lo había decapitado, solo para que la cabeza comenzara a maldecir sobre el dolor de cuello. Orochimaru había oído hablar de la casi extinta Orden de Jashin, y que sus miembros podían reflejar las heridas que sufrieron a sus enemigos después de pasar por una ceremonia secreta, pero nunca había oído que no murieron con sus víctimas. En su creencia, destruyeron sus almas para enviar a Jashin el último tributo, el alma de su enemigo. Bueno, destruido no era del todo correcto, ya que las almas eran indestructibles, pero estaban destrozadas, negándoles la entrada al cielo o al infierno hasta que se reformaran. Una vez que eso sucedió, renacieron sin dejar rastro de quiénes fueron, como lo ordenaba la ley de los dioses. El único problema que vio Orochimaru fue que una vez que la cabeza fue cortada, Hidan perdió el control de su cuerpo. Además, Orochimaru no sabía si el hombre era realmente inmortal, o simplemente inmune a una muerte forzada.

El próximo miembro, Kakuzu, resolvería ese problema. Era el opuesto de Hidan. Aunque técnicamente mortal, extendió su vida arrancando los corazones de otros, permitiéndole usar sus fortalezas, así como también agregar su vida a la suya. Orochimaru no tenía idea de cuántos años tenía Kakuzu, pero el hombre había insinuado que había luchado contra el Shodaime Hokage. Si Orochimaru pudiera combinar los poderes de estos dos hombres, tendría su inmortalidad. Pero Orochimaru era codicioso, entonces, ¿por qué conformarse con el segundo mejor cuando tuvo la oportunidad de obtener la perfección? La habilidad de los otros miembros sería una magnífica adición, creando realmente el cuerpo perfecto.