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Seúl | Corea del Sur
6 de Septiembre de 1984
9:30 a.m

Era el año de 1984, ese donde cualquier chico era un rebelde, pero no para mí, yo siempre quise ayudar a mi madre con las labores, al igual que a mí padre, siempre fui un niño educado, aún siendo rechazado.

Me encontraba haciendo una entrega a unos clientes que habían pedido una hamburguesa junto una malteada. Justo, llegó un chico que ingresó por la puerta de cristal, junto a dos chicos más que me supuse que eran sus amigos.

Los tres vestían ropas únicamente negra, parecían ser los típicos chicos malos que tan solo mirarte, piensan que te asustas.

Puff.

Patéticos.

Los chicos fueron a sentarse a una de los sillones color azul cielo, y en lo que iba atenderlos, al parecer se burlaban de todos los que estaban allí, ya que miraban a la gente y luego reían.

Llegué hasta ellos y comenté interrumpiendo su plática: — Buenas tardes, mi nombre es Park JiMin y los atenderé este lapso de tiempo.

Los tres me miraron fijamente, pero mi mirada se cruzó con un chico de ojos gatunos, piel tan pálida como la nieve misma y labios tan finos como los de una muñeca, aunque, claro, conservaba su aura de grandeza y superioridad.

Ummm, ¿desearían ordenar algo? — pregunté rompiendo el silencio que se había formado.

Claro, desearía una hamburguesa chica junto a una malteada de chocolate — habló un pelirrojo, yo asentí y anoté su pedido, ero lo que estaba de moda ahora.

Yo quiero un hotdog junto una Coca-Cola — dijo otro chico de cabellos rubios y que tenía su cabello ondulado, más bien parecía unas trenzas.

Muy bien, este, ¿y tú? — pregunté al último chico, que todo esté tiempo solo se mantuvo mirándome y eso me causaba cierta incomodidad.

Solamente quiero una cerveza — respondí, yo asentí y así me fui para ir a entregar el pedido a la cocina.

[. . .]

La comida ya había estado lista, fuí hasta la cocina y recogí los platos, en el momento de ir a entregar la orden, casi se me cae un plato, gracias a Dios que no pasó por qué si no estuviera en graves problemas.

Continúe con el recorrido y una vez que llegué a la mesa indicada, dejé en sus respectivos lugares cada comida.

Al momento de dejar mi malteada, el chico pelirrojo tiró la bebida a propósito sobre mi remera.

Upps, lo siento, se me cayó — dijo y luego se hechó a reír junto a sus otros dos acompañantes, ahora todas las miradas se dirigían a nosotros.

No te preocupes, no me afectó en lo más mínimo — dije y comenzé a quitarme el delantal que traía puesto, el cual se había ensuciado un poco y fue hasta un cuarto del lugar donde habían demás uniformes y allí me cambié de ropa.

Regresé y esperé a que esos tipos se fueran, pero me fue inevitable voltear a ver al chico de ojos gatunos, pues solo sentía su mirada sobre mí, y eso le incomodaba, pero a la vez me hacía sentir bien, ya saben, ese sentimiento de seguridad y tranquilidad.

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⏰ Última actualización: Mar 17, 2020 ⏰

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Un camarero | m.y.g+p.j.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora