Si el amor llama a mi puerta.

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¿Cuánto tiempo le dedicamos a aquellos pensamientos que nos rondan la cabeza cada noche antes de dormir?

Nada, Nada comparado a cuando estas enamorade. Enamorade o en su defecto, cuando te rompen el corazón.

En mi caso, dedico mas tiempo a pensar en todos los errores que cometí en esa relación que acaba de llegar a su fin, que a dormir. Muches hemos pasado por un momento similar, ¿verdad? Y si la respuesta es no, lo harás. Y te dolerá. Es inevitable.

Hoy escribo esto, mi experiencia y mi punto de vista con la esperanza que sirva de consuelo o incluso de ayuda para alguien al otro lado de la pantalla.

Hagámoslo de manera rápida y concisa. Mi relación duro tres años (dos años y 11 meses exactamente de hecho). Fue una relación que dejo un hueco bastante grande y tuvo un gran impacto en mí ya que, considero, tuvo lugar en un momento clave de cualquier persona. Esta relación empezó cuando yo tenia quince años, a un mes de cumplir dieciséis. A día de hoy pienso y analizo y me doy cuenta de muchas cosas como por ejemplo el hecho de que acepte estar en una relación con él por, en gran parte, presión. De hecho mi ex pareja fue una persona que todos conocían en el pueblo y que nunca me cayó bien. Debe decirse que tenia fama de ser... como lo digo suavemente... digamos mujeriego. Aun así decidí seguir adelante con él e ir con todas. Mala idea joven padawan.

El tiempo paso rápido y la relación avanzo también.

Pasemos a los hechos importantes. Mi ex pareja tuvo un despiste y gracias a el mis perros se convirtieron en padres. Esto causo que tomara una de las peores desiciones que he tomado: irme de casa. Con él.

Pero antes de esto tuvo lugar algo que marcaría un antes y un después en la relación; y en mi vida. Mi hermano me abrió los ojos y me hizo darme cuenta que me habían mentido y engañado. Esto me parió el corazón en mil pedazos, no solo por el hecho de que me había puesto los cuernos sino por el hecho de haber traicionado mi confianza y haberme faltado al respeto. Me sentí estafada, usada, poca cosa. Lastimosamente mis cachorrillos ya habían nacido y no podía quedarme en casa de mis padres así que, faltando cuatro meses para cumplir dieciocho hice un gran sacrificio: perdonar algo que sabia que volvería a pasar. A partir de ese momento, no importaba cuantas veces lo intentase, la relación había muerto. Al menos para mí.

Después de esto todo fue bastante monótono: peleas, discusiones, celos, pequeños momentos de tranquilidad y vuelta a empezar. Durante ese periodo de tiempo tuve la mala suerte de perderme a mi misma. Todo aquello que me definía, que me hacia ser yo...ya nada volvió a ser como antes. Y no fui la única en notarlo, amigos y familia se daban cuenta de lo mal que estaba. Me da mucha pena y ternura ahora recordar cómo intentaban hacerme sentir mejor, como intentaban despejarme y hacerme creer que todo iba a pasar.

Paso rápidamente un año. Un año lleno de falsa estabilidad emocional, de mentiras. En ese año habríamos roto la relación al menos tres veces. Me permito decir, casi afirmar, que cuando una relación se rompe aunque ambos se esfuercen en arreglarlo nunca se arregla.

Sigamos, después de ese horrible año, nos mudamos a otro piso en el cual pasaríamos cuatro meses muy importantes para ambos que marcaría la recta final de la relación.

Durante esos cuatro meses pasamos mas tiempo juntos del que habíamos pasado hasta el momento ya que mi ex pareja no se encontraba trabajando. En ese tiempo me di cuenta que siempre tuve razón al decir que él no estaba hecho para mí ni yo para él. ¿Cómo había podido ser tan ciega como para no ver que éramos completamente incompatibles? En absolutamente todo. Y ahí estaba; otra vez esa rabia e impotencia recorriendo el cuerpo. Tan lista para unas cosas y tan ingenua para otras.

Si el amor llama a mi puerta.Where stories live. Discover now