Alba y Guillermo llegaron al restaurante después de haber hablado sobre cómo le había ido en el trabajo durante el día. Guillermo todavía no era realmente consciente de que la charla que él quería mantener con su mujer, probablemente iba a cambiar sus vidas para siempre. O tal vez no...Eso estaba aún por decidirse. El metre del restaurante les acompañó hasta el rincón más alejado del mismo, y por consiguiente, el más tranquilo. El restaurante estaba a rebosar aquella noche fría, aunque casi siempre lo estaba. Se sentaron en una mesa, grande y con un par de velas que parecían estar desgastadas por el paso del tiempo. Las cartas estaban sobre la mesa, algo coja, y empezaron a ojear lo que iban a pedir.
--Yo no lo sé... ¿qué te apetece a ti?—preguntó Guillermo, el cual parecía tener un tono de voz algo más nervioso de lo normal. Sabía que la conversación que tenía que tener con su mujer estaba a punto de suceder.
--Vamos a pedir lo mismo de siempre, como desde hace años llevamos haciendo. No te andes con rodeos y empieza a contarme ya por favor. —exclamó Alba algo nerviosa.
Después de mirarse fijamente, Guillermo se sacó un pañuelo del bolsillo de la chaqueta y se secó el sudor de la frente. Entrelazó sus manos encima de la mesa y el momento había llegado...
--Verás Alba...Hoy he llegado al banco y el jefe me ha llamado a su despacho. Pensaba que sería algo del estilo como de las charlas que tenemos habitualmente, pero no ha sido así. Ya te comenté algo acerca de los movimientos y las estrategias que estaba realizando para expandir mundialmente nuestra entidad por Sudamérica, y para ello, quiere llevarse allí a sus mejores hombres, entre los que me encuentro. Con esto te quiero decir, que me trasladan a Brasil por motivos laborales durante un año entero. He intentado por todos los medios hacerle entender que era una locura, que mi vida estaba aquí en Barcelona contigo y con los niños, que no quería separarme de vosotros. Me ha dicho que la decisión ya estaba tomada y que en la vida, los trenes solo pasan una vez y que había que aprovechar esta oportunidad que teníamos. Como comprenderás esto era algo que no podía comentarte por teléfono, es algo muy serio que va a afectar a nuestra vida y que afectará a los niños sobre todo. No hay marcha atrás y probablemente en el plazo de un mes, yo y los compañeros de trabajo elegidos, tengamos que estar ya allí— Alba, con semblante desencajado, se tapó el rostro con las manos durante unos segundos. Parecía estar tratando de encajar en su cabeza la información, al mismo tiempo que empezaba a comprender que esto supondría un giro radical a su vida.
--¿Saben ya lo que desean?—les dijo el camarero.
--Sí, por favor, queremos un par de pizzas, las dos cuatro quesos. Y una botella de vino. La que usted crea conveniente.
--Muy bien, señor, ahora mismo se la traigo. Que disfruten
Guillermo miro a Alba, que aún seguía sin poder articular palabra alguna.
--Se me ha olvidado decirte un par de cosas importantes—prosiguió Guillermo. –Las buenas noticias de todo esto es que durante nuestra estancia allí, me suben el sueldo un veinticinco por ciento. Además, el alojamiento corre a cargo de la empresa. No tendremos que alquilar ninguna casa, ni buscar piso, puesto que mi jefe junto con su equipo ya se están encargando de mirar todos y cada uno de los detalles, y cuando sepan algo me lo comunicarán. Aún no sabemos con exactitud la ciudad a la que seremos destinados.
Guillermo notó que a su mujer, no le gustaba la idea. Más bien, le iba a traer muchos problemas el tener que convencerla para que aceptara la propuesta. En aquel instante, llegaron las pizzas después de estar ambos un buen rato en silencio.
--Cariño, me parece muy bien todo lo que me has contado. Me parece genial que os suban el sueldo y que tu empresa se expanda. Pero, ¿no te das cuenta de esto?, ¿qué vamos a hacer sin ti los niños y yo durante un año entero? ¿Te piensas ir a Brasil y dejarme aquí sola a cargo de los niños? No puede ser, en la empresa tiene que haber otra persona que pueda ir que no seas tú. Alguien joven que no tenga la responsabilidad de una familia y que le sirva para coger experiencia. Pero tú, no. Quiero que el lunes hables inmediatamente con Cristóbal y le digas que tú no puedes irte a Brasil. Que tienes que quedarte aquí con tu familia.
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Secuestrado
Ficción GeneralDiego y Pablo son dos hermanos de 8 y 5 años que viven en Barcelona. Su madre, Alba, es ama de casa, y su padre, Guillermo trabaja en una entidad bancaria de gran prestigio. Aparentemente todo marcha como una familia normal, con una vida acomodada...