Como un día cualquiera, Pablo se levantó de su cama emocionado para ir al colegio. Abrió la persiana y un sol resplandeciente iluminó instantáneamente toda la habitación. Bajó las escaleras, fue a hacer pis, y se dirigió a la cocina a desayunar, donde ya le esperaba su hermano mayor con rostro adormecido, y su madre, la cual estaba preparando tostadas con mermelada. Con cara de no haber conciliado el sueño durante la noche anterior, Alba se sentó en la mesa con un fuerte resoplido y una gran sensación de dolor en el hombro izquierdo.
--¿Cómo habéis dormido hijos? Después del día de ayer...deberíais estar un poco cansados. –afirmó--
--No he dormido muy bien, esta tarde me echaré un rato después de llegar del cole— dijo Diego.
Pablo terminaba el último trago de leche, y se disponía a empezar a comerse las dos tostadas que su madre le había preparado.
--Os tenía una sorpresa guardada... Hoy viene el primo desde Madrid para veros, ya sabéis las ganas que tiene de estar con vosotros y no le hará mucha gracia que estéis durmiendo cuando llegue a casa. Tiempo de dormir en el fin de semana tenéis de sobra...—
Los pequeños se miraron entre sí con rostro ilusionado, puesto que no se lo esperaban. Veían a su primo menos de lo que les gustaría, porque había muchos kilómetros de distancia que les separaban entre sí. Aun así, Adrián siempre buscaba algún hueco libre que tenía cualquier fin de semana para visitarlos y estar con ellos.
Adrián vivía en Madrid, en una calle alejada del centro de la ciudad y aparentemente tranquila. A sus 22 años, había tenido altibajos de todo tipo que le fueron transformando interiormente. Durante los tres últimos años de su vida, probablemente fue en los que más mal lo había pasado. Se enamoró perdidamente de una chica, y eso hizo que casi todo lo demás, pasara a un segundo o tercer plano. Ese amor, no era correspondido, y lo peor de todo, fue que se fue prolongando con el tiempo, sin acabar. Esa herida aún no se había cerrado para él, sino que seguía más abierta que nunca. Era difícil no vivir un solo día sin recordar a esa chica y lo bien que se sentía con ella. Pero en su interior, sabía que no podía estar todos los días pensando en el tema, y trataba de olvidarlo. Visitar a sus primos era algo que le llenaba de alegría. Cada ocasión que tenía la oportunidad de estar con ellos olvidaba todos los problemas que le sucedían en el día a día. Por desgracia, no tenía muchas oportunidades de ir salvo en ocasiones muy puntuales, cuando el estrés de la universidad no le suponía el estar todo el fin de semana con trabajos de por medio. Pero el hecho de pensar en un abrazo de sus primos y en el que le dijeran lo mucho que le querían, era motivo suficiente para ir cada poco tiempo, el menos posible. Sentía un cariño y un amor por sus primos que era muy difícil de explicar.
--¿A qué hora va a llegar el primo? ¿Va a quedarse a dormir o se va por la noche?—
--Hoy duerme con nosotros y mañana se va por la tarde. Sobre las 8 sale su vuelo hacia Madrid. Es poco tiempo pero quería veros—
Alba miró el reloj y quedaba poco para ser las 8.30, la hora a la que normalmente salían para ir a la escuela.
--Vestiros y daros prisa que hay que salir ya, o si no llegareis tarde a clase—dijo Alba mientras se ponía los zapatos.
Los hermanos terminaron de preparar sus mochilas, se peinaron, y salieron a la calle para montarse en el coche. Con la radio puesta como todas las mañanas, iban escuchando las noticias en silencio. La época de crisis que azotaba el país también preocupaba a Alba. Guillermo, el padre de sus hijos y su amor desde que eran adolescentes, tenía un buen puesto en una entidad bancaria de alto prestigio. Pero los recortes que estaba haciendo la empresa, podrían afectar muy seriamente a la familia en caso de que, por ejemplo, le despidieran. Por suerte, el estilo de vida que llevaban era medianamente bueno y no tenían problemas económicos de gran calibre. Es cierto que no podían permitirse grandes lujos constantemente, pero tenían bastante dinero ahorrado en caso de que llegara una mala época que pudiera afectarles. Acababan de pagar la hipoteca de su casa, de ciento veinte metros cuadrados, y con ello se habían quitado un gran peso de encima.
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Secuestrado
Fiction généraleDiego y Pablo son dos hermanos de 8 y 5 años que viven en Barcelona. Su madre, Alba, es ama de casa, y su padre, Guillermo trabaja en una entidad bancaria de gran prestigio. Aparentemente todo marcha como una familia normal, con una vida acomodada...