¿Que sería del mundo sin reglas? Un caos completo supongo, y en realidad son las reglas las que promueven que el mundo se mueva al ritmo del universo. A no ser que leas algún tipo de libro de auto superación y automotivación que usen constantemente el recurso fantástico de que el universo conspire contra ti. Amigo, si tú no te ayudas primero, créeme que nadie lo hará; ni los seres invisibles, ni los Dioses te ayudaran, si ya sé que suena duro pero es la naturaleza del mundo y así ha sido desde siempre.
En fin, afuera las metáforas, trato de explicarles una de las reglas de un aislado que vive en su cuarto aislado de todos excepto para trabajar o algunos que otros deberes que no son para socializar en parrandas; a no ser que las ratas que viven en el cielo raso se alegren por la época de apareamiento y empiecen a tener, literalmente, su fiesta salvaje. Al no poder dormir, una caminata nocturna funciona mejor que el aislamiento, pero con la inseguridad que hay hoy en día en las calles es un poco difícil de emprender tal menester. Así que la mejor opción es, como dicen por ahí, si no puedes contra ellos úneteles. Claro que no me les he unido, pero aprendí a ignorarlas y dejar que se paseen sin mucho problema por el tejado.
Creo que son más de dos y es posible que solo se refugien, evitando ser cazadas por los gatos. Lo cierto es que me acostumbre tanto a ellas que las dejaba hacer rienda suelta a su imaginación ahí arriba, a veces golpeaba el techo con la escoba, se quedaban calladas pero luego escuchaba un sonido parecido al de una risa por parte de ellas. Algo que sin duda alguna me recordó a una historia de un cuervo que hablaba, historia de la cual no recuerdo ni su nombre, o tal vez no preste atención cuando me la contaron.
Sin embargo, convivir con roedores en tu tejado no es nada sano ni fisiológicamente, ni mentalmente, son símbolo y señal de decadencia y eso es algo que yo llegue a experimentar en carne propia, curiosamente, mayormente en mi cabeza pues físicamente no experimente nada raro que vaya más allá de un resfriado común a causa del polvo ni mucho menos aquel virus famoso que transmiten las ratas y los ratones. Pero un día durante una crisis en donde ves que tu vida ha caído en un abismo muy hondo debido a situaciones externas e internas (para no caer en tendencia de llamarle fracaso) que afectan tu espíritu y tu mente a un nivel que sientes la amargura teñir tu vida hasta el punto de ser irreconocible, decidí que debía cazar a las ratas y limpiar el lugar que fue su nido por un largo periodo. Era hora de salir de ese abismo que te alejo de mucha gente y te hizo perder la noción misma del espacio y del tiempo. Y no había dudas que la mejor manera era limpiando tu lugar externo primero y eliminando aquellos parásitos que te afectaron tanto de manera indirecta a tu vida.
Empecé por remover aquellas láminas de cielo raso que era el lugar que habían escogido como su escondite todo este tiempo. ¡Dios! la suciedad y el olor que había ahí arriba era increíble, esas ratas no solo se habían divertido de lo lindo, también se habían hecho de las suyas al usar mi cielo raso como un baño público. Orine, heces y hasta huesos habían, posiblemente de lo que comían y guardaban en ese lugar.
Pero por desgracia Una de ellas estaba tratando de esconderse en la esquina de ese lugar. Podía ver el terror en su cara, o posiblemente era su molestia. Lo cierto es que estaba quieta tratando de hacerse la invisible a casi tres metros de donde yo me había subido asomando mi cabeza, pretendiendo o esperando algún movimiento brusco de mi parte para actuar; o como un gesto de desafío hacia mí por el derecho que esa criatura debía creer que tenía por ser su territorio. Lo cierto es que lentamente me baje, y silenciosamente me situé justo debajo de la lámina de cielo raso donde estaba ella, tome la escoba y el coraje me dio tanta fuerza que golpeé el techo con tal brutalidad usando la escoba para aplastarla. El resultado fue una lámina partida en dos tras un golpe tan estruendoso al techo que despertó a mi madre de su siesta. Parte de mi cara salpicada de esa sangre inmunda de la rata mientras la rata caía al suelo partida en dos junto a la lámina de cielo raso, chillando mientras trataba de arrastrase como queriendo recoger su otra mitad y salir huyendo pero entre mi ira y coraje termine aplastándola con la escoba golpeándola varias veces hasta que dejo de moverse.
Cabe mencionar que aunque el asco me invadía por las pocas gotas de sangre salpicadas en mi rostro no vomite, pero la rabia me invadió al punto que tuve ganas de seguir aplastándola después hasta dejarla hecha una pasta irreconocible, pero pude contenerme puesto que sería más el trabajo, así que solo Salí a lavarme la cara con bastante jabón varias veces. Efectivamente después de deshacerme del cadáver de la rata y de explicarle a mi madre acerca del asunto y de reírnos un poco por la situación, pese que mis manos estaban temblando de nervios como si hubiese cometido el asesinato de una persona, procedí a seguir removiendo las láminas de cielo raso y limpiarlas para luego limpiar profundamente el cuarto y desinfectarlo como era debido hasta que todo el olor a rata y orine de rata despareció, aunque sin mentirles, a veces siento ese olor que me pega ocasionalmente la nariz como una especie de fantasma. Pero al final tome las medidas necesarias para que no volvieran a entrar y selle todos los posibles agujeros de entrada.
Mi vida cambio considerablemente desde entonces, poco a poco empecé a salir de mi cuarto y la crisis de aislamiento en la que me mantuve por tanto tiempo pronto se desvaneció, conseguí un mejor empleo y conocí a alguien que me ayudo a salir adelante. Confié lo suficiente en ella y le conté sobre este suceso que les acabo de contar, en menos de un año pude mudarme de la casa de mis padres y vivo con ella en un apartamento que ambos alquilamos. Pronto me casaré con ella y ya estamos en un trámite de casa nueva.
Así que en conclusión las ratas en mi tejado fueron una manifestación física de las ratas que estaban en mi cabeza, rumiando los cables de mis neuronas que se resisten a morir rumiadas por un par de ratas cachondas y hambrientas. No hay tanta diferencia entre las ratas que viven en mi mente con las que viven en mi cielo raso. Exacto, dije viven por la razón de que lo que les acabo de contar sobre como mi vida cambio después de la limpieza y la prevención, fue una fantasía que se creó de manera involuntaria en mi mente luego de tanto aislamiento voluntario combinado con la apatía y desgano de querer limpiar y sacar los parásitos de mi territorio. Esas son las ratas en mi cabeza, así son, y seguirán manipulándome y atormentándome para fantasear con finales felices mientras son ellas quienes toman el derecho en mi espacio espiritual.
Pero al menos sé lo que se tiene que hacer y sé que aun si lo hiciera, los finales felices no son eternos, pues aun si exilio las ratas, vendrían otras, las mismas buscando venganza o incluso sus descendientes. Y ese, precisamente, es mi mayor temor, que las ratas roben lo poco que me queda de sanidad en mi cabeza.
YOU ARE READING
Ratas en mi cabeza
General FictionEl aislamiento y la soledad. ¿pueden hacer que un hombre vea a las ratas que se pasean en su tejado como una parte de su vida o como parasitos? ¿podra servirle para mejorar, empeorar, o quedarse estancado en el mismo lugar?