Acompañante

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                                                                                              10 de febrero de 1947

1

Recién habían entrado al edificio y Reino Unido ya presentía que esto se convertiría en un gran desastre, con un suspiro pesado miró a Estados Unidos tratando de convencer a México de dejar todo en sus manos, era una escena típica pero tan poco agradable a sus ojos.

Inhalando hondo se preparó para lo que suponía sería un desastre total y avanzó con paso calmo hacia México y le sonrió conciliadoramente.

— No te preocupes, pastelito, todo estará bien, ya verás lo sencillo que es firmar un tratado de paz. — dijo con voz serena y dulce.

— Entiendo que es un tratado como cualquier otro, pero... — el mexicano bajó la mirada y se mordió el labio inferior.

Acto que Reino Unido encontró adorable y provocativo a partes iguales.

«Santo cielo, es lo más hermoso que he visto, ¿cómo le hace para ser tan contrastante y armónico a la vez?»

—No te preocupes, Josh, si tanto te sientes nervioso, Aiden estará contigo en todo momento, ya verás que te sentirás mejor y seguro. — clamó Estados Unidos con una sonrisa cómplice dirigida al bretón.

Aquello indignó levemente a la nación británica, sabía perfectamente que había hecho un trato de lo más complejo y escabroso con el estadounidense: ceder la hegemonía total a cambio del mexicano, pero no era para que el estúpido hiciera tan obvia su desesperación por la concreción de la alianza estratégica.

—Caro, solo me quedaré a tu lado si es lo que quieres, amor. — dijo con un tono amable, pero moduló su voz lo suficiente para que al norteamericano le quedara claro que no iba a permitir que se hicieran las cosas a lo bruto.

Con nervios y hasta algo de pánico, logró detectar Aiden, México asintió.

—Si no es mucha molestia que me acompañara toda la reunión. — pidió.

—Será un placer, Cariño, todo un placer.

Al menos ya tenía gran tramo del camino recorrido, pronto podría decir que era suyo el corazón de una de las naciones más resistentes del mundo.

Pronto podría decir que México era suyo, solamente suyo.

2

Tal como prometió, no se ha separado de Mauricio ni un solo instante desde que la junta diera inicio, por lo tanto intentaba mantener la mente de su amado castizo lejos de todo el lío que representaba la firma de dicho tratado, porque no, las cosas no se iban a quedar igual para Prusia y sus hermanos, debían aprender la lección, esta vez por las malas.

— Señor Acconci, tengo miedo, ¿dónde están Al y Fritz?— escuchó a Alemania del oeste decir, la verdad poco le importaba dónde estaban el prusiano y el pequeño alemán oriental, es más, le tenía sin cuidado que rayos les había hecho la Unión Soviética.

—No lo sé, pero espero que pronto podamos verlos. — Solo hasta ese momento se dignó a darle una rápida mirada a Italia, en serio se veía preocupado por ese par.

«Claro, sin ellos quién lo defenderá.»

Pensó divertido para sus adentros, justo cuando vio a México alzar la mirada y ver tristemente al pequeño alemán, intentó iniciar una conversación para distraerlo, más este se le adelantó.

—No te preocupes, nene, Vanya los tiene afuera en jardín, están esperando; ¿quieres ir a verlos?, ¡seguro se emocionarán mucho de verte! — Consoló a la vez que le dedicaba una mirada suplicante al soviético.

Momentos [U.K.Mex]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora