Mañana extraña

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Justo aquel amanecer podía entrar fácilmente en la lista de mañanas más extrañas que ha vivido Arthur Cameron Kingsley, o Londres a secas, porque, para empezar, despertó en un cuarto que no era el suyo.

—Mi cabeza... — Susurró por lo bajo.

La tenue luz que se colaba por las cortinas de la ventana le molestaba, sentía la boca seca y la cabeza le dolía a horrores, sí, era definitivo: tenía una resaca monumental, de esas que no tenía en años.

¿Dónde estaba?, lo último que recordaba era que acompañó a Reino Unido a una reunión en casa de México y su capital por motivos del nuevo tratado de libre comercio, supone que bebió de más tanto por la resaca como porque todavía no desbloqueaba sus recuerdos.

—Estoy en casa de México. —Expresó más tranquilo.

Pero dicha tranquilidad se fue al traste cuando sintió que alguien lo abrazaba por la cintura, contuvo un grito y con cuidado apartó las cobijas topándose con algo de lo más... peculiar.

—¡¿Juan?! —Exclamó, arrepintiéndose de inmediato pues su cabeza empezó a punzar.

—¿eh? —El castaño oscuro abrió los ojos y se sentó en la cama. — Buenos días, Arthur, ¿qué pasa?

En ese instante Londres sintió sus mejillas arder.

Ciudad de México se encontraba desnudo, lleno de marcas de besos, mordidas, se le veía sobrio y se le notaba extrañamente satisfecho... ¿acaso...?

—Juan, ¿qué pasó a noche?

El chilango rio de buena gana y con cariño acarició la mejilla izquierda del bretón de forma suave y repetida.

—Creo que es obvio, ¿no?, te pusiste muy cariñoso luego de tu onceava copa, y tú sabes... la insistencia fue mucha y contigo soy débil. — Replicó sin más.

—¿Tú no tomaste?

—Claro que tomé, pero menos que tú y mi nación; debo reconocer que tu jefe es muy listo, mira que Mau se pone muy sumiso cuando toma.

Y en ese instante Reino Unido volvió a la mente de Arthur.

—¡O por dios!, necesito encontrar a Aiden, Juan.

—Cuarto al final del pasillo, no te recomiendo ir ahora, naturalmente cuando esto pasa mi jefe y el tuyo siguen con sus caricias y cositas hasta entrada la tarde.

Vaya... en serio no se esperaba esa.

—¿Qué estás...? —Quiso preguntar.

—Tal vez deberíamos seguir su ejemplo, ¿no crees?, tú y yo somos un par de capitales solitas en el mundo y un poco de diversión no hace daño a nadie; además es domingo y dudo que esos dos salgan en mucho rato.

Sin duda la mente de Londres era un caos, había una maraña de preguntas asaltando su cabeza, que si Aiden siempre fue así de aprovechado, que si México es un tarado o solo alguien muy inocente y distraído, que si Ciudad de México le estaba proponiendo solo compartir cama y unos cuantos revolcones porque lo creía un racista, o si solo se estaba imaginando cosas.

Pero, bueno, las interrogantes dejaron de importarle en cuanto sintió los besitos traviesos de Ciudad de México en su cuello.

Al demonio las preguntas o las aclaraciones, tenía cosas más importantes de las que ocuparse, como, por ejemplo, hacer a Juan gritar su nombre en medio de gemidos... ese dolor de cabeza si que iba a valer mucho la pena.  

Momentos [U.K.Mex]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora