1: Día Difícil

103 11 4
                                    

“El destino es sabio, sabe bien a quien ponerte en el camino, ya sea para que se quede en tu vida o simplemente para dejarte una gran lección”.

Mi corazón parecía ser quien marcaba cada segundo en el reloj, mis manos sudaban como de costumbre y mi abrigo impedía que los demás compañeros y compañeras se atrevieran a verme.

Suspiraba de vez en cuando pero lo hacía despacio, lento y silencioso como si tratara de poner todo mi empeño en soltar el aire contenido por aquella aburrida clase en la que me encontraba desde hacía treinta dos minutos y cuarenta y cinco segundos.

Todo parecía lo mismo para mí hasta que mis ojos viajaron a unos pies que ingresaban por aquella puerta que ya conocía desde hacía tres meses desde que empecé a dar clases. El bullicio del salón disminuyó y como yo todos posaron su vista en el cuerpo de una chica que parecía estar perdida, aunque no del todo, al menos eso pensé cuando la vi mejor.

De arriba hacia abajo, como si la escaneara con la mirada e inspeccionara cada movimiento que ella hiciera, hasta respirar.

Apretaba sus manos contra su falda azul marino, su cabello un poco ondulado color café caía como dos cascadas por sus hombros hasta llegar un poco más abajo de sus pechos. Su blusa blanca de rayas color rojo vino de manga larga y cuello en V la hacía lucir un tanto delgada ya que ésta se acentuaba a su cintura pequeña.

Zapatillas negras parecidas a las converse con medias blancas que llegaban un poco más arriba de sus tobillos, claramente se podía ver una cadena con diges pero no se podía apreciar bien.

Llevaba si acaso siete minutos mirándola y podía ver mucho más allá de lo que los demás veían, podía ver a una chica dulce en un lugar amargo y equivocado al cual ella no pertenecía. Lo sabía por experiencia propia.

Después de todo el profesor pareció haber aterrizado de nuevo y procedió a hablar luego de aclararse la garganta —Eh, jóvenes el día de hoy se integra su nueva compañera de clase, ella ha sido transferida a esta clase y como sabrán estamos bastante avanzados por lo que sería estupendo que la ayuden a ponerse al corriente y la hagan sentir bien ¿de acuerdo? Señorita, por favor —ella suspiró y dio un paso para quedar frente al salón, su nuevo salón

—Bueno, mi nombre es Im Nayeon, espero poder llegar a ser su amiga y... Ya —volvió a ver al profesor el cual le hizo un gesto con sus brazos cruzados para que tomara un puesto en el aula

—Eh... ¿Dónde me siento profe? —susurró pero no fue lo suficiente bajo ya que la mitad del salón la escuchó

—¿Dónde acostumbra a sentarse señorita Nayeon?

—Bueno —miró un poco su alrededor hasta toparse con mis ojos durante escasos segundos que se me hicieron eternos en lo que va de este día —¿Puedo ir junto a la ventana? —el profesor asintió, lo curioso es que yo estaba al lado de la ventana, ella se tendría que sentar al lado mío, justo a mi derecha pues toda mi fila está ocupada

En silencio avanzó hasta el puesto en donde se le había asignado —por voluntad propia —y puso sus manos sobre la mesa.

Después de eso todo volvió a ser lo mismo, a excepción de que los babosos e ineptos del grupo no dejaban de verla o murmurar cosas haciéndola sentir incómoda y cohibida.

Avanzaron las demás clases hasta ser las diez de la mañana con cinco minutos, el timbre tocó y todos salimos incluyéndome a mi. Lo curioso es que la chica de nombre Nayeon salió mucho antes con el permiso de la profesora de Filosofía.

Sin tomarle importancia a eso caminé hasta el baño evitando a las personas que corrían, hablaban y gritaban por los pasillos.

Me miré en el espejo de arriba a abajo notando mis ojeras oscuras y mi aspecto demacrado. Arremangué un poco mi sudadera para poder lavar mis manos y mojar mi cara, suspiré y volví a salir pero esta vez escuchando un escándalo al final del pasillo.

❝𝐍𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐞 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚❞  •[𝗬𝗼𝗼𝗻𝗴𝘆𝗲𝗼𝗻 ]•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora