Quiero darte un beso (Versión II)

Capítulo 1: perrito caliente

Arianne

Me miré otra vez en el espejo, moviendo una mano para corroborar que era yo. Había logrado lo que quería, había cambiado. Ahora no estaba muy segura de quien era la chica que me devolvía el saludo en el espejo. Y eso me carcomía. No me había acostumbrado a mi aspecto, y en cierto sentido, había estado evitando pensar mucho en el hecho de que finalmente me había sometido al sistema. Delgada, tonificada y arreglada. El punto de salida había sido mis problemas de salud, pero luego, todo el proceso una vez llegados al peso saludable fue por motivos puramente estéticos.

Quería encajar por primera vez en mi vida. No es una locura y quería auto-convencerme de que no estaba traicionando a todas las mujeres que lucharon por nuestro derecho al voto. Simplemente quería mirarme en una foto con mis amigas y sentirme que era igual que ellas.

Primer día de clase, primer día de universidad, primer día de vida nueva.

Hacía exactamente 2 meses y 19 días que no veía a mis amigas o a la gente del instituto. Había llegado ayer de Italia. Las adoraba, pero no era consciente de que necesitaba un descanso de todo mi entorno, incluido de ellas. Sólo habíamos hablado mediante el móvil y nunca en profundidad. No se lo merecían obviamente, era yo la que necesitaba un tiempo conmigo misma y eso fue lo que les expliqué. Quería empezar de 0, y eso en cierto sentido también incluía todas mis relaciones pre-Italia.

En su momento le conté a mi familia la conversación con Julia y enseguida me apoyaron. Nada más acabar las clases nos fuimos de viaje, lejos, dónde teníamos familia y donde comenzó todo, aunque había sido yo la que había insistido en cambiar de aires. El proceso fue largo y duro, especialmente en el país que tiene las mejores pizzas, pastas y carbohidratos del planeta. No, no era el mejor lugar para hacer dieta. Pero precisamente fue eso lo que hizo que me disciplinara. Hablamos con un nutricionista y dietista, para tratar lo del azúcar y la tensión y me apunté a un gimnasio junto con mi hermana Lea, que también se quería poner "cachas" porque estaba toda "fofa". No lo estaba, si queréis mi opinión.

En realidad, esperaba que fuese más fácil, porque básicamente ADORO comer, y ODIABA hacer deporte, pero bueno, eso es otra historia que ya contaré más adelante. Abbie, Gabi e Ivy habían gritado (literalmente), cuando me vieron y ahora andaban por mi habitación dando vueltas de un lado para otro, intentando que todos los detalles fueran perfectos. Sé que era su manera de compensar el hecho de que no me habían acompañado en mi proceso, pero a las 7 de la mañana, honestamente, lo menos que me preocupaba era si la trenza iba a ser de "pescado" u "holandesa". Yo me limitaba a bostezar y a obedecer sus órdenes.

Nunca había ido muy arreglada al instituto, porque según yo nada me quedaba bien y no merecía la pena el esfuerzo. Por lo que siempre iba en sudadera y chándal, aunque a mis amigas les molestase, ya que ellas por lo contrario eran bastante coquetas. Pero ahora, iba a estudiar derecho y los rumores decían que siempre eran los más pijorrios de la universidad. De ahí que mi vestido de flores fuera acompañado de un estilo más masculino con los mocasines y el bolso. Recuerdo que siempre había envidiado a aquellas chicas que se podían poner lo que ellas quisiesen. Y ahora estoy aquí, voy a ponerme lo que quiera. Me va el estilo estudiante de Oxford, y también me van los vestidos de flores y ropa más "femenina". Weird, pero no voy a sentirme mal por ello. Con un vestido ligero de flores, bastante ajustado y por encima de la rodilla decidimos que estaba preparada para mi primer día de clase.

Todo mi grupo de amigas habíamos entrado todas en la mejor universidad del país. No había sido fácil, pero siempre me he considerado una nerd y todo esfuerzo tiene su recompensa. En la misma universidad, pero en distintos campus, habíamos decidido vivir en la misma casa compartida. Un experimento que podría unirnos más si cabe, o distanciarnos definitivamente con la convivencia.