Capítulo 5: Las barbas pican

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Eric

- ¿Eric me estás escuchando?

Sacudí la cabeza levemente, mientras enfocaba a mi hermana sentada en una de las sillas de mi pequeño estudio.

- Sí perdona, ¿decías?

- ¿Has hablado con nuestros padres? ¿Quieres ir este finde a hacerles una visita?

Me llevé las manos a la cabeza mientras me preparaba un café. Nunca había agradecido tanto vivir a 5 minutos del campus. Anoche apenas había dormido y hoy tenía clases de Econometría a las 9 de la mañana. Comenzaba a sospechar que los jueves no iba a ir a clase, no si salía los miércoles con los del equipo. Y eso que era una fiesta de introducción, según Dani ni siquiera había sido una "fiesta, fiesta", sino quedar para tomar unas cervezas y estaba completamente destrozado.

Suspiré cuando una punzada de dolor detrás de los ojos me hizo cerrar los ojos. Menuda resaca tenía, estaba perdiendo facultades. Casi pude imaginarme a Jean metiéndose conmigo por estar "viejo".

- No- respondí simplemente. Mi hermana me miró fijamente. Claramente no le había hecho gracia mi respuesta, pero no iba a ablandarme.

Adoraba a mi hermana, con todo mi corazón, pero necesita madurar. Por su personalidad más introvertida, estaba acostumbrada a acudir a nuestros padres cada vez que se sentía insegura. Primera semana de universidad, entiendo que es estresante, pero no va a ir a refugiarse en los brazos de nuestros padres y venir cargada con tuppers de comida. Se trata de crecer e independizarse, no de continuar como si estuviéramos en el instituto.

- No me apetece verlos- mentí. Sabía que era mejor decirle eso que no decirle la verdad: deja de actuar como una niña pequeña.

Lidia se acercó a darme un abrazo y la recibí con un gruñido, sujetando la taza de café con una mano. No es que no me gustara darle abrazos, es que buscaba manipularme como siempre. Lidia y yo nunca pasamos esa etapa de odio entre hermanos, somos mellizos y amigos. Siempre la he protegido y sé que ella lo hace a su manera también:

- No puedes estar enfadados con ellos toda la vida Eric.

- No lo estoy- admití con simpleza- pero quiero castigarlos un poco.

Eso era parcialmente cierto. Mi relación con mis padres no estaba en su mejor momento. No me malinterpretéis, mi familia es lo más importante de mi vida y estoy agradecido de tener una gran familia que me quiera y me haya proporcionado todo lo que hemos necesitado. Nuestros padres y nuestros abuelos construyeron una empresa de la nada y nos han enseñado lo que es el trabajo duro.

Nunca me quejé cuando nos mudamos a Francia por "negocios". Tenía 12 años y no me quejé ni siquiera cuando no sabía ni decir "agua" en francés. Pero, he de reconocer que cuando mis padres decidieron que nos teníamos que volver a mudar ya no me había hecho gracia. Había construido mi vida en Paris, tenía mis amigos y una universidad muy buena en la que entrar, casi podía saborear mi vida universitaria en Paris, pero mis padres decidieron que mis hermanos pequeños no podían crecer con sus hermanos en otro país. Porque todos sabíamos que Lidia iría donde yo fuera y yo iría a donde ella fuera.

Era la primera vez que discutía seriamente con mis padres, no recuerdo haber estado tan enfadado con ellos en mi vida. Quise que entendieran mi punto de vista, se podían permitir un viaje a Francia cada fin de semana si querían, pero obviamente ellos no aceptaron mis argumentos. No cuando ellos podrían estar en la misma capital que nosotros, a 40 minutos de nuestra casa en un día cualquiera.

Quiero darte un beso (Versión II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora