Sana no quiere que su corazón sea expuesto.
La chica no quiere sentirse vulnerable, aunque ella sabe que ya se encuentra en tal posición.
Todos le decían que alguien iba a llegar, e iba a convertir ese espíritu libertino en un alma cautiva por algún corazón inocente.
Aquella tarde donde procuraba perderse de la última chica con la que tuvo contacto estrictamente sexual, casi que, huyendo como una fugitiva de la ley, tuvo el infortunio, o mejor pensemos en la fortuna de encontrarse cara a cara con el amor.
Medía aproximadamente metro sesenta, tés blanca, la más blanca que había visto jamás, sonrisa encantadora.
Vestida con blue jeans, buzo color vino y se podía divisar una camisa a botones de color blanco bajo aquella prenda.
Cabellos color platinado, sedoso, brillante, vibrante.
Se encontraban en aquel parque en el que iban las parejas a tener un rato a solas, donde nadie los incomoda, igual cada quien está en lo suyo.
La chica distraída jugueteando con un cachorro, que al parecer le pertenecía, soltaba de vez en cuando carcajadas agradables a los oídos de Sana, el clima era placentero, la vista apacible, árboles rodeándola, donde miles de pétalos rosados caían en cámara lenta sobre la joven, mientras ella inmersa en su realidad, ignoraba la permanente mirada que se posaba en su existencia.
Pronto, la japonesa de unos treinta años de edad, se encontraba sonriendo al compás del sonido de aquella risa, caminando suavemente casi que en modo automático hacia la chica a la cual no le colocaba más de veinticinco años.
Jovial, esa era la palabra que podría definirla a simple vista, pero ella no pretendía quedarse solo con aquella apreciación.
Ella necesitaba conocer más a fondo la vida de la preciosa persona que tenía en frente.
El puente que las separaba, pronto se convirtió en aquella fuente conectora para que sus caminos se unieran.
Sana lo sabía, o eso era lo que ella quería creer.
Esperaba que la suerte estuviese de su lado, y la vida las acercara.
Su mentalidad jugadora, por esos minutos se esfumó, y sin darse cuenta, ya estaba deseando tener un segundo encuentro, y ¿por qué no? Un par de aquellos más.
Aquella desconocida, aunque no mostrase evidencia de haberse percatado de la presencia de la otra chica, la realidad era que estaba más que enterada de ello.
Incluso, la avistó muchísimo tiempo antes de que la contraria la encontrase.
A simple vista cualquiera podría pensar que ella no tendría capacidad para encontrar nada que no estuviese a pocos centímetros de su presencia.
Esos pequeños ojos, que te hacen pensar en una posible ceguera bastante aguda, en realidad son tan eficientes, que son capaces de captarte a metros de distancia.
Y a ella le había encantado lo que estaba viendo.
Unos jeans color gris desgastados, los cuales estaban totalmente ceñidos a ese par de largas piernas, atrapándolas de forma más que perfecta, a juego traía un blazer del mismo color, con un par de rosas de pétalos rosados, sin darse cuenta quedaban perfectos con aquel efecto de la época, donde los cerezos pintaban las calles con sus características tonalidades del fucsia.
Dahyun se maravilló con el panorama.
Los cabellos largos color magenta claro, siendo revueltos por aquel rebelde viento, dejándola rematadamente sin aliento.