Capítulo seis.

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Dieciocho horas y veintiséis minutos. Ese era el tiempo que llevaba encerrada en mi cuarto, luego que decidiese salir arrancando de la oficina de Jared. Sabía que era una persona inquieta, que no podía estar sin hacer algo útil; pero la vergüenza de lo ocurrido era más fuerte que mi propia esencia.

Liam, al notar mi extraña desaparición, apareció en mi habitación. Le mentí desvergonzadamente, asegurando que tenía un resfriado y no podía salir. Mi rostro, tras todas las emociones de la noche anterior, era la prueba suficiente para que mi relato tuviera credibilidad. Él quiso quedarse conmigo, pero tras convencerlo de que podía contagiarse, optó por buscar comida para mí y marcharse a su turno de la guardia.

Él iba a justificar mi condición médica con la guardia. Si Jared se enteraba, iba a molestarse aún más conmigo, pero poco y nada me importaba en esos momentos. ¿Por qué tuvo que besarme? Y... ¿Por qué me importaba tanto? ¿Desde cuándo algo así podía afectarme? ¡Maldito libro!

Me encontraba agobiada de mis propios pensamientos. Si hubiese existido la manera de apagar el flujo de mi mente, claramente lo hubiera hecho. En mi momento de inquietud, saqué mi uniforme de la guardia. Lo volví a guardar tras unos segundos. Me acerqué a la puerta de mi dormitorio para salir del encierro. Me arrepentí inmediatamente. Necesitaba tomar aire, hacer algo útil o al menos algo que me quitara el recuerdo de anoche de la cabeza. No podía seguir ni un minuto más encerrada. Tenía que salir.

En cosa de segundos, cuando estaba saliendo de la habitación, algo se cruzó rápidamente por frente a mí y seguido del estruendo de la puerta tras de mí. Ahí estaban nuevamente sus ojos claros frente a mí y su brazo por un lado de mi cabeza bloqueando cualquier movimiento que usara para alejarme o esconderme nuevamente en mi habitación. No sería necesario, pues quedé petrificada en el lugar.

–Mierda–mascullé para mí misma. Me maldije por mi decisión.

– ¿Se te olvida que sigo siendo tu supervisor? –me acusó molesto, ignorando mi reacción.

Lo miré por un instante. No sabía si se refería a mi ausencia en el turno de hoy o si sabía que estuve escondida todas estas horas aquí.

– ¿Me estás vigilando, Jared Ford? –mi enojo se sintió como un arma ansiosa de lastimarlo. – ¿Te crees con el derecho de recordarme que eres mi supervisor después de todo? –continué al notar su expresión de sorpresa. Lo vi bacilar.

– Es lo que soy, Scott–intentó sonar firme, pero sus palabras temblaban.

– Me gustaría que no lo fueras.

– ¿A qué te refieres? –nuevamente sentí un ambiente íntimo con él tras la pregunta. Bajé la mirada un segundo y al levantarla nuevamente, respondí:

– Si no lo fueras, no dudaría ni un segundo en golpearte.

Claramente esa respuesta no la esperaba. Me miró unos segundos y se largó a reír. Reacción que tampoco esperaba yo. Tras oírlo unos segundos, sentí las ganas de reírme con él, pero mi orgullo fue mayor y sólo reaccioné en empujarlo desde el pecho para salir de su encierro.

– No quise ofenderte, Maya–aún un poco divertido, agarró mi muñeca e impidió que siguiera avanzando.

– ¿Cuándo? –me volteé para encararlo.

Él bajó la mirada y guardó silencio.

–¿Ahora o esta madrugada? ¡No seas hipócrita! –insistí y fue mi grito el que captó la atención de unos muchachos que iban pasando por el pasillo, quienes se quedaron sorprendidos viendo nuestra discusión y aprovecharon de burlarse entre ellos de Jared. Me sentí culpable.

– ¿Qué miran? –preguntó molesto.

El rostro de los chicos cambió abruptamente. Toda risa o indicio de diversión, se convirtió en susto y vergüenza. Se miraron entre si y se alejaron en cosa de segundos. Reacción que solía causar Jared en los demás.

Admito que pensé en aprovechar la distracción de él para irme, pero algo me mantenía en ese lugar. Lo observé mientras seguía con su mirada molesta el trayecto de los muchachos. Tenía un perfil que sabía enloquecía a muchas de las mujeres de la comunidad, con facciones varoniles que se veían potenciadas con su sutil y cuidada barba. Sus ojos claros destacaban entre su tez morena y cabellera oscura. Ahora podía entender un poco más los comentarios de las chicas. De un segundo a otro, tomé aire y volví a la realidad de mi enojo con él antes que se diera cuenta del análisis que estuve haciendo por un minuto. ¿Qué me estaba pasando?

– ¿Me dejarás ir? –pregunté con una leve falta de aire. Estaba avergonzada nuevamente por mis pensamientos.

Él me miró sorprendido, pues mi tono de discusión se había desvanecido completamente. Noté que en silenció intentó analizar mi cambio de actitud, pero todos sus intentos fueron fallidos. Ni yo me entendía.

– ¿No dirás nada? –inquirí.

– No te entiendo, Scott–soltó honestamente frustrado. –Te juro que lo intento, porque no quiero perder a la mejor guardia que tengo, pero me haces todo muy difícil–agregó con la angustia cortando su voz.

Quería largarme a llorar una vez más, pero me contuve. Estaba abrumada, todavía impactada por la noche anterior en el río y dolida por lo que paso después. No quería seguir sumando razones que me hicieran explotar la cabeza. No quería excusarme más, no quería discutir más, no quería más nada.

– Necesito descansar–le pedí honestamente. –Necesito estar sola.

Se sentía una tensión extraña entre ambos, después de lo que vivimos en el rio se creó una conexión muy fuerte entre nosotros. Él había sido muy atento en el momento que me derrumbé llegando al campamento y contuvo su malhumor en todo momento. Lo que ocurrió en su oficina sabía había sido un episodio aislado, que ninguno de los dos lo planeó antes que pasara, pero tampoco lo quería justificar y dejar pasar como si nada.

– Ve a descansar, Maya–su voz detuvo mis pensamientos.

Lo miré asombrada.

– Tómate el tiempo que quieras. Es lo mínimo que puedo ofrecerte–agregó desviando su mirada. ¿Por qué su actitud me formaba un nudo en la garganta y apretaba mi pecho?

– No creas que abandonaré la guardia por ti–solté sin cuidado.

– Dentro de todo, me alegro por eso–contestó intentando ocultar su sonrisa.

Su mirada se clavó en mí y noté el análisis que hacia en busca de alguna reacción en mí. Sin embargo, di por terminada la conversación y me encaminé a la salida del edificio de la guardia. Él no me siguió. 

Cara o SelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora