Capítulo siete.

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No aguantaba más sin salir a trabajar por la guardia, por lo que esa mañana decidí incorporarme nuevamente. Mientras desayunaba fuera de nuestro edificio junto a Liam y otros compañeros, comenzamos a escuchar gritos desde dentro de nuestra instalación. No prestamos atención hasta que notamos un cambio abrupto en el flujo de entrada y salida. Uno de mis compañeros preguntó qué sucedía, pero lo ignoraron completamente.

Entre los fallidos intentos de saber lo que estaba ocurriendo, salió Jared de la edificación con su uniforme de brigada y armado. Rogué en silencio que ninguno le preguntara a él y simplemente lo dejaran avanzar. Sin embargo, Liam no tardó ni un segundo en sujetarlo por el brazo y preguntarle: – ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué estás vestido así?

En vez de prestarle atención a mi amigo, se detuvo en mí. Parecía como si no nos hubiéramos visto hace tiempo, pero en realidad sólo había pasado un poco más de un día desde nuestra discusión en los pasillos. Mi corazón ya estaba acelerado por la incertidumbre de ver tanto movimiento y sin tener información, pero debía admitir que encontrármelo también afectó mi frecuencia cardiaca.

– Código rojo–soltó sin despegar sus ojos de mí.

Sentí que su mirada no fue por casualidad, sino que tenía algo más que decir con ello. Mientras oía los chillidos y gritos de sorpresa de mis compañeros, lo entendí. Tenía que ver con los intrusos que casi nos encuentran en el río noches atrás.

La mayoría sabíamos que estaban merodeando cerca, pero jamás me imaginé que pudiéramos haber llegado a estar en un código rojo. ¿Qué estaba pasando que estaba en peligro la vida de nuestra comunidad?

– ¿Puedes darnos más información? –se quejó Liam enfurecido al ver que Jared no reaccionaba. Ambos nos habíamos quedado mirando y sabía que él estaba recordando nuestra experiencia en el río también.

– Cuidado como me hablas–su atención volvió inmediatamente y lo fulminó con la mirada. Sentí las ganas que tenía Liam de golpearlo. –Los invasores tienen retenidas a las chicas del grupo tres, que estaban en su jornada de baño–agregó un poco más tranquilo, logrando que mi amigo aflojara el puño que estaba preparando.

Sin embargo, tranquilidad era lo que menos me había provocado su noticia. La primera imagen que se me vino a la cabeza fue la de mi hermana. Claire tenía su jornada de baños dentro de estos días, pero nunca me mencionó el grupo al que pertenecía. ¿Podría ella estar en ese grupo?

– Estás pálida, Maya–comentó Max, uno de los compañeros con los que estábamos desayunando, y de pronto tuve los ojos de Liam y Jared sobre mí.

– ¿Te encuentras bien? –se acercó mi amigo preocupado, colocando su mano en mi hombro. Acción que me inquietó, tanto así que me alejé de su tacto como si su mano quemara.

Tuve la sensación de que iba a desmayarme, pero al mismo tiempo mi corazón y cabeza funcionaban velozmente. No podía quitarme el recuerdo de mi experiencia en el río, ni tampoco la idea de que Claire estuviera en ese grupo y tuviera que pasar por lo mismo.

– Maya...–me llamó Jared suavemente.

Levanté mi mirada hacia él y se nubló mi vista entre lágrimas. Noté su preocupación y la intención que tenía de acercarse a mí. Pero, por lo contrario, yo dejé el pánico que me paralizaba de lado y salí corriendo hacia el edificio de mujeres.

– ¡Maya! –oí que me gritaron, pero no me detuve.

Si bien era un trayecto largo hacia su edificación, me pareció aún más eterno. Lo único que deseaba era llegar y encontrarme con mi hermana; necesitaba saber que se encontraba bien. Mi esperanza aumentó cuando vi que había varias chicas fuera de ahí. Una de ellas debía ser ella. Sin embargo, decayó rápidamente a medida que me acercaba y no la encontraba.

– Maya, ¿Qué esta sucediendo? –me intentó detener una chica.

La observé unos segundos, ya que su rostro me parecía familiar. Recordé que ella había estado presente el día que se burlaron de mí. La rabia me dominó unos segundos, pero preferí tragármela y hacer mi trabajo. La ignoré.

Sorprendida por mi actitud, me sujetó del brazo antes que pudiera entrar al edificio. La fulminé con la mirada para que me soltara y permitiera continuar con mi objetivo.

– No me ignores–insistió a medida que me seguía.

– Estoy ocupada, ve a hacer tus "cosas de mujer" –respondí con tono burlesco sin dejar de caminar. Los pasillos para llegar al cuarto de mi hermana me parecieron una infinidad. Mi corazón martillaba contra mi pecho. Por favor, que ella estuviera ahí.

– ¡No seas pendeja! –ante su insulto, me detuve en seco y la encaré. Su rostro se transformó ante mi reacción. Parecía estar asustada, lo que me quedó claro al verla retroceder.

– ¿Quién te crees tu para insultarme? –caminé hacia ella con brusquedad. Sentía la sangre hervir bajo mi piel. Tenía tantas emociones juntas, estaba tan abrumada, que encararla resultaba bastante satisfactorio.

– Lo siento, lo siento–repitió nerviosa alejándose de mí, pero yo la agarré del cuello de su camiseta. – Sólo estoy preocupada por mis compañeras que no llegaron hace una hora como correspondía–soltó con lágrimas en los ojos.

La miré unos segundos y su preocupación me conmovió. Aflojé el agarre y me distancié unos pasos. ¿Por qué estaba actuando así?

Claramente la información oficial no llega a la comunidad tan rápido como nos llegaba a la guardia. Estas chicas estaban todas nerviosas fuera del edificio porque presentían que el atraso de sus compañeras significaba algo malo. Logré empatizar con su sentimiento.

– Dicen que llegaron dos de ese grupo llorando y que están con la guardia–me mencionó con un deje de pregunta en su tono de voz. – ¿Qué esta pasando? –insistió llena de miedo, pero con el cuidado de no molestarme.

– No he visto a las chicas de las que te refieres–respondí tranquilamente, sin despegar mi mirada del pasillo.

La oí resoplar.

–No puedo perder más tiempo, necesito ir al cuarto de Claire–me sinceré.

Alcancé a dar dos pasos antes de que tres palabras pusieran mi mundo al revés. "No ha vuelto", fue lo que alcancé a retener de las palabras que decía la muchacha.

Claire estaba en el río. Claire estaba en peligro. 

Cara o SelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora