Inocente mentiroso

34 3 0
                                    

La directora de la galería caminaba por uno de los pasillos hacia su oficina, cuando se encontró a un hombre —al parecer guardia— mirando una de las pinturas. Algo molesta, se le acercó.

— ¿No tiene nada que hacer?
—Solo disfruto la vista.
— ¿Si? —tajante le ordenó—. Adorable, ahora vuelva a trabajar. Abrimos esta noche.

Cuando el sujeto volteó, no era nadie más que Sherlock con uniforme de guardia. Miró a la directora indagatoriamente.

— ¿No le molesta?
— ¿Qué?
—Que el cuadro sea falso.
— ¿Qué? —perpleja y empezando a asustarse, preguntó.
—Es falso. Tiene que serlo, es la única explicación posible —se acercó a ella, a paso marcado pero normal, con ambas manos detrás de su espalda como habitualmente lo hacía al cuestionar—. Usted está a cargo, ¿no? Señorita Wenceslas.
— ¿Quién es usted? —preguntó con cierto aire despectivo.
—Alex Woodbridge sabía que el cuadro era una falsificación así que alguien envió al Golem para acabar con él, ¿fue usted?
— ¿Golem? —se mofó—. ¿De qué diablos está hablando?
— ¿Usted trabaja para alguien más? ¿Lo falsificó para ellos?
—No es falsa.
—Si lo es.
—No sé por qué, pero hay algo malo en él, tiene que haberlo.
— ¿De qué diablos está hablando? Puedo hacer que lo despidan en este momento.
—Sin problema.
— ¿Ah, no?
—Nou. No trabajo aquí; solo pasé por acá para darle un consejo amistoso.
— ¡¿Cómo entró?!
—Por favor... —una sonrisita se dibujó en su rostro, divertida.
— ¡Quiero saberlo!
—El arte del disfraz es saber cómo ocultarse de la vista de todos —se quitó el sombrero de guardia, para continuar con la chamarra, tirándolo en el camino a la salida.
— ¿Quién es usted? —preguntó cada vez más irritada.
—Sherlock Holmes.
— ¿Debería estar impresionada?
—Debería —le miró apenas un segundo, al abrir la puerta con gracia, antes de desaparecer—. ¡Tenga un buen día!

Con gran pavor, la mujer se acercó a la pintura mencionada como falsa y la observó con minuciosidad, como buscando algo.

—No era... no lo era —protestaba una muchacha rubia, frente a Johanne. Bastante desmotivada, al parecer deprimida.
—Mira, pasaron cosas extrañas.

Johanne se encontraba sentada en el mismo sillón que la otra, frente a frente, intentando entenderla.

—Westie no era un traidor —pronunció con molestia—. ¡Es horrible decir eso!
—Lo siento, pero tienes que entender...
— ¿Eso es lo que piensan ellos, no? Sus jefes.
—Era un joven a punto de casarse, con deudas.
— ¡Todo el mundo tiene deudas! —bufó, luego de una fugaz risa estresada—.Y Westie no querría librarse de ellas traicionando a su país.
— ¿Podrías decirme exactamente qué pasó esa noche? —acomodó su libreta sobre la pierna, lista para anotar cualquier dato importante.
—Nos quedamos en casa, solamente viendo películas. Generalmente se duerme, pero esa vez vio la película completa —sonrió con nostalgia al recordar esos momentos—. Estuvo callado... —la voz se quebró resintiendo todo lo acontecido esa noche antes de perderlo—. De repente dijo que tenía que ir a encontrarse con alguien.
— ¿Y no tienes idea con quién?

Negó con la cabeza, sin poder soportar más las lágrimas y el dolor. Johanne palmeó su espalda y guardó silencio para apoyarle. En cierta manera, se sentía de la misma forma, había perdido a su familia y ni siquiera tenía idea si seguían vivos o no, quizá por eso no hubiera nadie buscándola, más que las personas que le querían muerta. Así que en efecto, podía comprenderle. De pronto suspiró, a esas alturas de su vida se estaba resignando secretamente a no encontrarlos jamás.
La prometida de West le acompañó a la puerta unos minutos después, más tranquila, al momento que un hombre joven montado en su bicicleta llegaba.

—Hola linda, ¿estas bien? —preguntó.
—Si —la mayor de ambas rubias se sobó el cuello, intentando sonreír.
— ¿Quién es ella? —preguntó sin mirar a Johanne.
—Hola, Johanne Watson —alzó la mano para saludarle, sonriente.
—Él es mi hermano, Joe —le explicó a Jo, mientras el otro miraba a la misma con un poco de desprecio, sin responder el saludo—. Johanne está tratando de averiguar qué pasó con Westie.
— ¿Trabajas para la policía?
—Algo así —se abrazó a sí misma, dándose por vencida en el saludo.
—Diles que no estén fastidiando, ¿entendido? Es ridículo.
—Hare lo mejor que pueda —miró ahora, firme.

Joe entró a la casa junto la bicicleta sin volver a mirar a Watson, palmeó el hombro de su hermana para confortarla y esta le sonrió, de nueva cuenta sin muchos ánimos.

—Bueno, muchas gracias por tu ayuda. Nuevamente, lo lamento muchísimo —le tomó las manos para sobarlas un momento.
—El no robó esas cosas, señorita Watson. Conocía a Westie y era un buen hombre... —dijo con voz entrecortada—. Era mi buen hombre.

Y dejó a Johanne preocupada por ella, luego de entrar y cerrar la puerta. A la rubia menor no le quedó de otra que retirarse, refugiando sus manos en los bolsillos de su chaqueta ante el fuerte y helado frío de Londres. Ya era noche cuando Watson llegó a Baker Street, Sherlock salía del departamento y la joven que habían visto esa misma tarde, a la cual el detective le había obsequiado cincuenta euros, esperaba a un lado, pidiendo limosnas a los transeúntes. Jo bajó del taxi, siendo recibida de inmediato por el rizado.

—Alex Woodbridge no sabía nada especial sobre el arte.
— ¿Y?
—Y...
— ¿Eso es todo? —miró a la vagabunda de la tarde, sacando algo de su bolsillo—. ¿No tiene hábitos? ¿Hobbies? ¿Personalidades? —preguntó sin quitar la vista de su asistente, caminando de espaldas al acercarse a la otra.
—No... Ep... dame un chance —intentaba hablar pero su jefe se lo impedía.
—; era un astrónomo aficionado.
—Para el taxi —apuntó a un taxi aparcado el cual Johanne hizo de inmediato, terminando de llegar con la otra muchacha.
— ¿Una moneda, señor?
—Me gustaría, sí.

La castaña le extendió un papel:

ARCOS DEL PUENTE VAUXHALL

Y se acercó al taxi, donde le esperaba Johanne.

—Afortunadamente no me mantuve de ocioso.

Ambos subieron al vehículo y marcharon a la dirección dada. Una vez en el lugar, entraron por un callejón realmente oscuro. Sherlock se envolvía bien en su abrigo mientras miraba al firmamento, las estrellas podían apreciarse claramente, puntos brillantes en un cielo azul marino.

—Hermoso, ¿no es así?

Johanne lo miró y luego al cielo, donde se dirigía la vista del otro.

—Pensaba que no te importaba.
—No significa que no pueda apreciarlo.

Regresaron su mirada al frente, Johanne un tanto apenada por su nada acertado comentario; soltó un suspiro tembloroso y las mejillas se enrojecieron más. Se adentraron en el callejón el cual se volvía húmedo y deprimente, apenas unas simples luces en el techo daban iluminación pero no era suficiente.

—Alex Woodbridge recibió un mensaje en la contestadora del departamento. Una tal profesora Cairns.
—Por acá —indicó a otro pasillo.
—Linda parte de la ciudad... em... ¿me explicaras en algún momento? —se refería a los ¨sin hogar¨ qué Sherlock solía frecuentar de pronto. Le parecía extraño que recibiera cosas de ellos de vez en cuando y él les devolviera el favor.
—Una red de vagabundos. Realmente indispensable.
—Espera... ¿dijiste red de vagabundos? —pensó que era un chascarrillo, así que no lo tomó muy en serio al principio.
—Mis ojos y oídos en toda la ciudad.
—Eso es inteligente. Entonces, rascas sus espaldas y...
—Si, y me desinfecto luego.

Buscaron por varios pasillos de la zona, con linternas en mano, encontrando verdaderas personas sin hogar durmiendo ahí. A Johanne en concreto no le agradaban esos lugares, mucho menos encarar la realidad de que no todos gozaban de un ¨decente¨ estilo de vida. Lo que la sacó de esos pensamientos fue la silueta de un hombre que se hacía cada vez más grande, así que alarmó a Holmes y se escondieron en la pared trasera.

— ¿Qué hace durmiendo en la calle? —preguntó la rubia, murmurando.
—Tiene una apariencia muy llamativa. Tenía que esconderse en algún lugar, donde las lenguas no se muevan mucho.
— ¡Oh rayos!
— ¿Qué sucede? —le miró un poco, vigilando al hombre sospechoso.

Apenas iba a contestarle, cuando el hombre que vigilaban salió corriendo hacía la calle exterior. Ambos intentaron alcanzarlo pero un auto se lo llevó una vez arriba. Sherlock lo lamentó grandemente por un momento.

—Nos tomara semanas volver a intentarlo.
—O... no. Tengo una idea de a dónde puede estar yendo —recordó Jo, mirándolo.
— ¿Qué?
—Te lo dije. Alguien llamó a Alex. No puede haber muchas profesoras Cairns en el directorio, ¿o sí? Andando —y ahora ella fue la que dio el primer paso, siendo seguida con rapidez por Sherlock. 

SHERLOCK edDonde viven las historias. Descúbrelo ahora