Una vez que los tres terminaron de desayunar, su madre y su hermana como todos los días asistían a misa en las mañanas mientras Luka se quedaba en el palacio para atender sus deberes mientras su padre regresaba. Pero esta vez no se quedaría por sus deberes sino porque pensaba darle su regalo de cumpleaños a Faustine cuando regresará de su viaje de Roma.
Aquella mañana salió en su caballo del palacio hacia las calles coloridas de Turín, se podía escuchar el ruido de las personas transitando en sus carruajes o caminando por las estrechas calles, mujeres con sus esplendorosos y coloridos vestidos acompañados de sus esposos, la risa de los niños corriendo entre ellos, la policía paseándose a caballo, es el pan de cada día. Era lo que pasaba cuando tu casa esta situado en el centro de la ciudad, es el único defecto que le ve su madre al palazzo de Chiamblese.
Pensaba ir hasta el mercado para ver que podría encontrar, por ahí había tiendas que siempre transitaban las mujeres de alcurnia, podría preguntar que era lo que estaba en ultima moda y comprárselo a su hermana. Para llegar hasta el mercado debía de pasar por el jardín comunitario, un gran espacio de área verde donde las familias venían los fines de semana para desayunar o para tener un tiempo entre ellos, grandes arboles oscilaban alrededor del jardín, frondosos y verdes, a lo lejos se veían parejas o pretendientes caminando agarrados del brazo mirándose mutuamente con ojos amorosos.
Luka en aquel momento se preguntó si tendría algo de eso, era normal que se sintiera así ya que Camelia, la mujer con la que creyó que pasaría el resto de sus vidas juntos rompió con él a través de una carta, había tenido un pequeño enamoramiento con ella desde que la conoció por primera vez cuando eran niños, desde entonces no había dejado de pensar en ella y con el paso de los años se había mentalizado que ella sería la única mujer en su vida y que solo tendría ojos para ella. Ahora que la realidad le había dado un golpe duro en la cara no sabía que hacer, su corazón se sentía afligido, pero no triste, tenía un sentimiento de libertad.
Tan absorto que estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que casi choco con una chica, ella ni siquiera le tomo importancia, sino se acerco al portón del parque donde se encontraba varia gente amontonada leyendo lo que estaba pegado. Luka miro sus expresiones, había en sus rostros indignación y preocupación, empezaron a murmurar entre ellos, pudo entender perfectamente la palabra: brujas. Quiso acercarse para enterarse de lo que estaba sucediendo cuando vio de lejos que venía su mejor amigo, Amadeo de Ferrari, heredero al ducado de Galliera. Se alejo de la multitud para acercarse a saludar a su amigo, de lejos lo acompañaban caminando varias señoritas que buscaban su atención.
Y no podía culparlas, Amadeo era extremadamente apuesto, su cabello negro lo tenía un poco largo y rizado, sus ojos eran dos perlas grises que llamaban la atención de cualquiera, y era un poco más alto que él. Era considerado entre los hombres más apuestos de Italia y con mucha razón, sería muy hipócrita de su parte negarlo por celos. Era de los más codiciados del condado y no solo por ser apuesto sino porque pertenece a una de las casas mayores del ducado de Italia, cualquiera de ellas que se llegará a casar con su amigo sería duquesa, por eso a Amadeo no le gustaba involucrarse con ninguna de ellas ya que sabía que solo lo buscaban por su titulo.
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La Maldición de la Bruja Roja: El Espejo de Plata
ParanormalEn el siglo XV Jayde de Foix era hija de un noble de la realeza española, una chica de corazón frío que no le importaba pisotear a quien se le cruzará en su camino sobre todo si era alguien de una cuna interior. Pero todo eso cambia cuando se cruza...