Capítulo 31

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Ella

—¿Pero qué es esto?— exclamé feliz con Emma en mis brazos, señalando a Marcos y a su familia que se habían tomado la molestia de asistir a la fiesta —. ¡Debemos saludar!

Acerqué a Emma a su padre y soltó una carcajada que enterneció a todos. De inmediato estiró sus brazos y pidió que Marcos la cargara. Eso sólo me hizo estallar de felicidad.

—Hola, cariño— Marcos la cogió en sus brazos y besó sus mejillas cerrando sus ojos. Eran amor puro.

Frida se acercó de inmediato y comenzó a hablarle, mientras que Claudia y Aleida permanecieron a un costado un tanto más alejadas observando la situación. Ambas tenían una sonrisa en sus rostros, pero la timidez era notoria.

—Gracias por venir— les dije de todo corazón, acercándome a ellas —. Tenía muchas ganas de que Emma compartiera este día con ustedes.

—Gracias por invitarnos— Aleida me dió un gran abrazo y me entregó dos bolsas con obsequios.

—No se hubieran molestado, no hacía falta que compraran nada.

Luego Claudia se acercó, dejo un beso en mi mejilla y me abrazó con mucha fuerza. Su gesto incluso casi me hace llorar.

—Gracias por permitirnos esto— en cuanto terminó nuestro abrazo pude notar sus ojos húmedos —. Gracias, en serio. Yo... Yo no puedo explicar la alegría que me da.

Marcos se acercó a su madre y acercó a Emma, quien la observaba atenta y hacía mil muecas tiernas. Podía notar la felicidad en mí pequeña, pues no había dejado de sonreír, balbucear y hacer todo tipo de caras que nos hacían reír a todos.

Me ponía muy feliz que finalmente Emma conociera a su abuela y sus tías. Ellas merecían eso y mucho más.

Claudia cargó a mi pequeña por primera vez y, esta vez, sí corrieron lágrimas por sus mejillas. Mientras que Emma le sonreía como cada vez que veía a alguien llorar, Claudia la abrazaba y besuqueaba sus mejillas regordetas sin parar. Iba a grabarme esa imagen para siempre.

Y deseaba que así fueran todos los días de nuestras vidas: rodeados de amor y de buenos momentos. Pero para mí desgracia, mi familia no colaboraría en absolutamente nada.

—¡No, esto sí que no voy a aceptarlo!— el grito a todo pulmón por encima de la música, llamó la atención de absolutamente todos los invitados. Incluidos nosotros.

Me volteé y allí ví a mi madre de pie junto a la puerta que conectaba con el interior de la casa. Acababa de salir y, lo primero que se encontró, fue con la escena de la familia de Marcos conociendo a Emma.

—Mamá, vayan con Emma a la acera un momento— susurró Marcos intentando mantenerse pacífico.

Frida tomó a Emma de los brazos de Claudia, quien observaba todo con su ceño medio fruncido sin comprender muy bien, y se dirigió a la acera junto con Aleida. La madre de Marcos se quedó estática a nuestro lado.

—¿¡Cómo es que tienen el atrevimiento de aparecerse en mi casa como se les da la gana!?

Mi mamá me hacía pasar vergüenza. Todos los invitados la observaban desconcertados por no comprender con exactitud lo que sucedía, incluida la mamá de Marcos.

—¿Qué sucede?— preguntó ella extrañada.

—No susurren por lo bajo, aquí estoy para lo que quieran decirme— agregó acercándose amenazadora hacia donde nos encontrábamos nosotros —. ¿Vienen a llevarse a Emma? ¿Vienen a fingir que son la familia feliz, ahora?¿Ah?

Amor VerdaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora