8 "La despedida"

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Vicenta:
Daniel empieza a besarme con más pasión que nunca y si sigue así, no me voy a poder resistir. Me toma por la nuca, intensificándolo todo y ya es demasiado tarde, acabo de caer presa de mi propio deseo. Sus besos bajan hasta mi cuello y lo siento que levanta mi blusa hasta sacármela. Sus ojos me miran con fervor, lo cual, hace que mi excitación crezca aún más. Siento que una de sus manos, se coloca en la parte superior de mi espalda y la otra, se pone por detrás de mis rodillas, facilitándole así cargarme. Me toma entre sus brazos y me lleva cargada hasta nuestro cuarto, quiero decir, su cuarto...

Me pone en la cama y retira mis pantalones, dejándome en ropa interior delante de él, quien saca su pullover, dejándome ver su marcado pecho y abdomen. Yo abro mis piernas hacia los costados y él se coloca entre las mismas, mientras deja besos por todo mi cuerpo. Siento que lleva una de sus manos hasta mi zona y empieza a masajear por encima de la tela, lo cual, hace que mi respiración se altere y mis latidos se aceleran aún más. Llevo mis manos hasta la portañuela de su pantalón y lo desabrocho.

—¿Tienes prisa?—me pregunta soltando una risita.

—¿Tú qué crees?—le digo con mi respiración agitada y regalándole una sonrisa pícara mientras muerdo mi labio inferior.

Veo que se deshace de sus pantalones y y de toda tela que había en su cuerpo. Empieza a besar mis piernas, mientras juguetea con el elástico de mi panty hasta sacármelo. Sus manos van acariciando mis muslos, mientras sus labios van subiendo por los mismos, hasta llegar a mi zona, en donde deja besos ardientes que me hacen perder la razón. Mi cuerpo se arquea cuando logra provocar su máximo efecto de amor en mí. Me encanta como siempre que empieza algo, sigue hasta el final. Sus besos suben por mi abdomen mientras sus manos acarician mi espalda y logran llegar hasta mi brazier, el cual retiran con sutileza, dejándome completamente desnuda para él. Acuna mi rostro entre sus manos y acaricia mis mejillas con sus dedos. Siento su potente mirada clavada en la mía; sus labios, muy cerca de los míos. Sin dejar de perderme en esos ojos Aqua que tanto amo, siento como entra en mí lentamente, lo cual, hace que un quejido salga de mi boca, el cual, Daniel calla con un ardiente beso que me deja sin aire. Siento mi cuerpo estremecerse con cada movimiento que realiza Daniel en mi interior. Mis respiraciones llegan hasta el cielo y ambos estamos sudando mucho.

—Te amo, mi coyotita—me dice mi gringo cerca de mi oído, y posteriormente, muerde el lóbulo de mi oreja.

—Te amo, mi güerito—le digo mientras rasguño su espalda.

Siento que su mano pasa por detrás de mi cuello. Toma mi cabello y tira suavemente de él: lo hace de una forma que en vez de dolerme, me excita aún más. Yo sólo me aferro a su espalda, rasguñándola un poco. Él empieza a besar mis pechos y de repente, siento una cascada de su amor dentro de mí, lo cual hace que yo responda de la misma manera. Él besa mi frente, como siempre hace cuando termina, pero yo quiero más. Volteo nuestros cuerpos y tomo el control. Quedo encima de él y empiezo a moverme como sé que le encanta. Y así nos quedamos toda la tarde y toda la noche: amándonos y sintiéndonos dueños del mundo, aunque eso sea una gran mentira. Sólo somos dueños de nuestros propios actos buenos o malos; somos responsables de ellos y con ellos cargaremos hasta el final de nuestros días. Daniel se quedó dormido hace unos cinco minutos pero yo no puedo dormir. Veo que ya va a amanecer y creo que es el mejor momento para marcharme sin que él pueda detenerme. Si despierta y empieza a hablarme tan bonito como siempre, si me besa, si me toca, si me mira, no me voy a poder resistir y me quedaré, arruinando así su vida y esa no es una cruz que deba cargar. Tenía planeado esto desde ayer y lo que pasó a noche entre nosotros, fue nuestra despedida. Con el alma destrozada y el corazón hecho añicos, escribo rápidamente mi carta de despedida. Ya había recogido mis cosas desde ayer, porque ya lo tenía decidido: no voy a ser la ruina de quien sólo me ha dado amor, así que por eso, me voy. Me dirijo a la cama y beso su mejilla con cuidado para que no se despierte.

—Solo quería sentirte por última vez. No sé cómo voy a vivir sin ti, pero lo haré por ti. Siempre te voy a amar, mi güerito—le susurró entre llantos que cortan mi voz.

Agarro mis maletas y me subo en mi camioneta. Agarro mi celular y bloqueo su número de teléfono para que no pueda encontrarme y manejo lejos. No me voy a ir con mi familia, de hecho, no les pienso decir en donde estoy, ya que ellos saben cuanto amo a Daniel y cuanto me ama él a mí, y sé que no estarán de acuerdo en esto porque no lo entienden, y es que nadie entiende las decisiones de un corazón enamorado y herido. Manejo lo más lejos que puedo...

Daniel:
Me despierto, pero no logro abrir mis ojos. Como si de magia se tratara, un recuerdo viene a mi mente: lo que pasó a noche entre Vicenta y yo. ¡Ay, mujer, me tienes cada día más loco! Con mis ojos aún cerrados, estiro mi mano para abrazar su cuerpo, pero no alcanzo a sentirla. Abro mis ojos y veo que solo estoy yo en la cama. Seguramente, Vicenta bajó a preparar el desayuno. Bajo hasta la cocina para darle los buenos días a mi mujer, pero no la encuentro allí. Veo que en el refri hay algo, una especie de sobre, el cual tomo y abro. Leo lo que dice:

Mi amado Daniel:
Primero que todo, debes saber que te amo con toda mi alma, y que hacer esto, me está doliendo más que mil cuchillos clavándose en mi corazón, pero sé que valdrá la pena porque tú estarás bien, serás feliz, triunfarás en la vida y encontrarás a alguien que en verdad te merezca y que no tenga tantos problemas como yo...
No intentes llamarme, ni llamar a mi familia, porque ellos no te dirán en dos e estoy, porque no lo saben. Voy a desaparecer de tu vida, Daniel Philips, y tú me vas a prometer que vas a luchar por ti, y que vas a ser el hombre más feliz, porque eso me bastaría a mí para ser feliz yo. No sé cómo le voy a hacer para vivir sin ti, ni siquiera sé si lo lograré, pero una cosa sí tengo clara: nunca te voy a olvidar, y siempre vas a ser mi eterno amor imposible. Te amo, Daniel Philips, por eso debo alejarme...
Por siempre tuya:
Vicenta.

Amor Prohibido [Señora Acero: La Coyote]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora