Episodio 2

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Joder con la rubia... ¡Está tremenda! Me cuesta quitarle los ojos de encima, ese cuerpo que tiene...uff ¡¿por qué narices no me crucé con ella antes de este maldito encierro?! Si me la hubiera encontrado antes de todo esto probablemente no estaría pasando este encierro sola. Me obligo a dejar de mirar y me meto al cuarto. Es momento de hacer un poco de yoga a ver si bajo las galletas del desayuno. Me pongo la malla turquesa y la camisa de tirantes y me pongo a hacer los estiramientos. Después de un rato ya me siento mucho mejor.

De repente empieza a sonar mi móvil. ¿Dónde lo había dejado? ¿En el cuarto? Salgo corriendo y me lanzo hacia el sofá que es de donde parece que sale el sonido. Palpo entre los cojines y por fin lo encuentro. Miro la pantalla. Es Ana mi mejor amiga. Deslizo el dedo por la pantalla y aparece su cara.

—¡Hola! ¿Amelia?

—Aquí estoy ,Ana, ¿no me ves?

—Ahora ¿por qué no contestas a los mensajes? ¿Estabas aún tirada en la cama?

—Qué va. Es que estoy ya un poco harta de todas las noticias y todos los grupos que no hacen más que hablar todo el rato de los mismo. Así que me estaba dando un descanso.

—Pues míralo. Te he pasado varias cosas interesantes y no tienen que ver con el bicho este.

—Quita, quita, estoy harta del móvil. Para lo único que lo quiero hoy es para grabar un directo en instagram del concierto que voy a hacer en el balcón. Así amenizo un poco al barrio y de paso a ver si me ve algún pez gordo y me da una oportunidad.

—¿Cómo lo llevas?

—Pues en esta situación un poco jodida, estaba por grabar una maqueta y ahora con todo esto se ha quedado un poco parado. Pero el maldito coronavirus no me va a parar. En cuanto esto acabe vuelvo a la carga, no por nada dejé de trabajar en el hotel.

—¡Esa es mi Amelia! Bueno, cariño, te dejo que tengo que ir a comer que Carlos me está preparando algo que huele delicioso.

—Vale. Pero, ¡oye!, me vas a ver, ¿no?

—¡Por supuesto!

—A las ocho y media, que no se te olvide. ¡Cuídate!

—¡Hablamos!

Cuelgo y me quedo un rato sentada en el sofá. Debería limpiar un poco. Miro hacia el rincón donde están la fregona y la escoba. Ufff, paso. ¡Qué pereza! Ya lo haré luego. Me pongo a andar un rato por la casa en busca de algo interesante que hacer y la vuelvo a ver. ¿Qué hace? Está bailando mientras cocina. Está loca, pero me encanta ¿No le importa que la veamos los vecinos? Me paso el día aquí asomada, mirándola. ¿Será que me estoy volviendo una acosadora? Mejor me voy a comer algo.

Me preparo una ensalada rápida y algo de pollo a la plancha y me pongo a mirar un poco las redes sociales mientras como. Tengo ya 2000 seguidores en Instagram, no son muchos pero ya son treinta más que ayer.

Cuando me quiero dar cuenta son las cinco y cinco. Dejo el móvil en la mesa del comedor y salgo a tomar aire al balcón. Y ahí está de nuevo. No puedo evitar que los ojos me vayan directamente al segundo piso. Está viendo la tele. Mírala, ahí gritándole a la pantalla... No irá a... ¡Virgen santísima, que le ha tirado el mando a la tele y el pobre gato ha salido corriendo! ¿Cómo puede tener esa energía? No sé qué estará viendo, pero tiene que ser muy interesante. Espera, ¿ahora se está riendo? Es preciosa. Tan expresiva y transparente y, a la vez, tan tierna... Me tiene embobada, todo el día mirándola y con esta sonrisa de tonta que hace tiempo que no me salía. ¿Le pondrá tanta entrega a todo lo que hace...? Solo llevamos tres días y este encierro ya me está afectando más de lo que debería, teniendo en cuenta que esto va para largo. No sé cómo voy a aguantar dos semanas con estos calores. Más me vale que me vaya calmando.

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