Capítulo Dos

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Perth miró a la cabeza que descansaba en su pecho.

Saint había capturado su atención desde el momento en que lo vió escondido entre las sombras en el garaje de Phurin.

Si un flujo repentino de luz de la oficina de Phurin no hubiera elegido el momento exacto para golpear a Saint, Perth estaba seguro de que jamás habría visto al hombre, y eso hubiera sido una lástima.

Perth había llegado al garaje de Phurin después de descubrir que Phurin lo había engañado. Las piezas de motocicleta que Phurin le había vendido a los Death Dealers eran partes malas, que se descompondrían antes de poder utilizarlas.

Nadie engañaba a los Death Dealers y se salía con la suya. Perth había ido al garaje de Phurin, decidido a darle a Phurin una lección. En cambio, había descubierto a Saint. 

Perth no podía ni siquiera pensar en lo emocionado que había estado en el momento que se enteró de que Saint le pertenecía a Phurin. Una vez que todo se había acordado, Perth no tenía sentimientos de culpa por tomar a Saint como pago por la deuda de Phurin. 

Los golpes en la cara de Saint solo le decían a Perth que él podía ofrecerle a Saint una vida mejor de la que había tenido con su padrastro, aunque solo fuera como la mascota de Perth.

Saint  no podía ser otra cosa. La vida que Perth llevaba era muy dura. Saint no era lo suficientemente fuerte para ser un Death Dealer. Requería fuerza, experiencia y un poco de locura ser un Death Dealer. 

Perth dudaba que Saint fuera lo suficientemente grande como para montar una moto por sí mismo. Pero Saint era simplemente perfecto para lo que Perth tenía en mente para él. 

Saint tenía una belleza etérea que había encantado a Perth en el momento que lo había visto. Su estatura un poco más alta que él y sus labios deseables que solo aumentaban el encanto de Saint. 

Lo que realmente había vendido la idea a Perth de tener a Saint, fue la forma en que el pequeño hombrecito había atacado a Phurin. Saint había sido tan feroz, incluso cuando se enfrentó a un hombre que era mucho más grande que él y que lo había golpeado, probablemente en numerosas ocasiones. 

Saint ni siquiera vaciló. En el momento en que se dio cuenta que Phurin lo había vendido, Saint se había vuelto loco. La única razón por la que Perth no había dejado a Saint atacar a Phurin era porque no quería que Saint fuera herido de nuevo. Pero Perth se sentía extrañamente orgulloso de la feroz forma en que se había comportado Saint contra Phurin. 

Demostraba que Saint
tenía valentía, incluso si se trataba de una pequeña. 

Perth estaba seguro de que Saint la iba a necesitar en la nueva vida que iba a tener. A pesar de que Perth había reclamado a Saint frente al resto de la banda para protegerlo, siempre existía la posibilidad de que alguien intentara hacerle daño a Saint, o se lo llevara. 

Tan lindo como Saint se veía, Perth sabía que iba a ser eso último. 

Saint podría ganar mucho dinero en el mercado abierto de esclavos. Sus hermosos labios, su estatura, su cuerpo delgado, su cintura pequeña y el trasero abultado, podían llevar a un hombre grande a caer sobre sus rodillas. 

Perth tendría que mantenerlo vigilado desde los dedos de sus manos hasta los dedos de sus pies para proteger a Saint de la chusma que habitaba el mundo a su alrededor. 

No había muchos lugares donde poder estar a salvo de cualquier persona, ya que la plaga se había hecho cargo del mundo y había matado a la mayoría de la población. 

Lo que quedaba casi ni valía la pena ser protegido. Después de que el polvo se había asentado, por así decirlo, la gente que quedaba en el mundo se había unido en pequeños grupos por seguridad. 

LA MASCOTA DEL PROFESORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora