Tal vez debí comenzar con nuestra historia. La historia de Aurora y yo. Sería fácil comenzar desde el día que la conocí.
Ella entró a mi salón de clases, en primer grado de primaria.
Recuerdo el murmullo a mi alrededor. Todos estaban fascinados por ella y su belleza. Incluyéndome. Se movió con gracia hacia su asiento. Era tan pequeña y delgada que parecía un muñeca frágil de porcelana. Tomó asiento a mi lado, ya que yo no conocía a nadie y ninguno de mis nuevos compañeros quiso compartir su escritorio conmigo. Dejó su mochila sobre este, ocupando casi todo el espacio. Tuve tiempo para admirar su hermosa mochila. Era de Barbie, una de sus ultimas películas. Recuerdo pensar, con el rostro ruborizado, que mi mochila, la misma que tenía desde kínder, no parecía en absoluto igual de hermosa como la suya, ni siquiera cuando era nueva. Ademas, ella olía a dulce de leche. Yo amaba el dulce de leche, pero jamas me imaginé que una persona podría oler a eso. Mucho menos una niña de mi edad.
Mi fascinación se volvió de pronto en algo amargo.
La pequeña niña con rizos de oro me miró cuando se dio cuenta de que no había parado de observarla. No le sonreí. Y ella, sin vergüenza alguna, me sacó la lengua. Abrí mis ojos con incredulidad, mirando a mi alrededor, pero nadie pareció darse cuenta. Cuando regresé la vista a ella, tenia la mirada puesta al frente. Sonreía de una forma extraña. Como si se burlara de mi. Y la ofensa no terminó allí. No. Ella ni siquiera se dignó a bajar su mochila, en toda la clase.
Nunca fui una niña rebelde.
Siempre obedecía a mis padres, más que nada por las consecuencias que vendrían de no hacerlo, por supuesto. Pero, a pesar de eso, nunca sentí la necesidad de revelarme ante nadie o buscar pelea. Sin embargo, por alguna razón, aquella niña lograba explotar mis emociones. Tomé su mochila y la tiré del escritorio. Me miró boquiabierta.
Fue entonces mi turno de sonreír.
Cuando llegó el receso, la vi ser tragada por una gran multitud de niñas que deseaban desesperadamente ser sus amigas. Verlo solo me hizo enfurecer mas. ¿Por qué ella conseguía tener tantas amigas mientras yo no tenía de otra más que almorzar sola? Mi odio hacia ella solo se alimentó. Sin embargo, la vi salir con éxito de ese gran grupo de niñas, caminando en mi dirección con una gran sonrisa. Me quede inmóvil cuando se sentó a mi lado.
-Me llamo, Aurora -se presentó con excelentes modales- Tu te llamas Lila, ¿no?
-Mi nombre es Leila. -la corregí.
-Leila -repitió mi nombre como si eso la ayudara a recordarlo- ¿Quieres jugar conmigo, Leila?
Me moví con nerviosismo al notar que las niñas, sus nuevas amigas, nos miraban con curiosidad. Sin embargo ninguna se acercó. Me pregunté cual sería la razón. Por supuesto, en ese entonces aun no comprendía del todo porque recibía tantos rechazos de parte de la gente de mi pueblo. Me era extraño, pero no indiferente. Así que, cuando la niña nueva que parecía conseguir montones de amigas nuevas con una sola sonrisa me preguntó si deseaba jugar con ella, fui incapaz de negarme. Incluso cuando parecía bastante sospechoso.
-Vamos a jugar a ser princesas. ¿Sabes cómo se juega?
Negué con la cabeza. Si era honesta, no recordaba nunca haber jugado con una niña de mi edad. Todos los juegos en los que participe fueron organizados por mis maestras de kínder. Recordaba vagamente ser la niña con la que nadie quería jugar en equipo.
-Tenemos que huir de la bruja malvada. Necesitaremos rosas para que no nos lleve. Las brujas odian las rosas.
-¿Rosas?
-Si. Mira, ¡hay un montón!
Me moví con incomodidad, mirando los arbustos con rosas que se encontraban cerca de la dirección principal.
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PARA SIEMPRE
ÜbernatürlichesLeila Verdugo perdió a todas las personas que amaba. Cada una de forma distinta, pero igualmente dolorosa. Han pasado años desde eso. Ahora es una mujer joven que sabe permanecer al margen de cualquier tipo de actividad atípica que arruine la image...