Cuento 5: La cazadora y el búho

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Hace no tanto tiempo, había una cazadora que buscaba capturar una extraña criatura, que desde hacía tiempo se aparecía de repente por donde ella vivía. Aunque no quería cazarla en el sentido tradicional; más bien, quería atraprarla para conocer qué clase de ser era ese.

La cazadora intentó varias veces atrapar a la criatura. Probó muchos métodos diferentes, puso trampas, intentó imitar los sonidos del ser, también trató de rastrearlo, pero, aunque varias veces se encontró con él, no podía capturarlo, pues siempre que la cazadora le faltaba poco, por alguna razón perdía la confianza en sí misma, y aquel ente aprovechaba para escapar  en el último momento.

La cazadora empezaba a perder la motivación para continuar.  Un día, ya cuando oscurecía, escuchó un sonido en la ventana. Se asomó y vió un búho, que estaba rascando el marco de la misma. 

"¿Qué haces aquí, búho?" preguntó la cazadora, abriendo la ventana. El ave contestó: "Vine porque hace muchos días que no te veo en el bosque. Como también soy cazador, me pareció raro no verte fuera, ¿qué ocurre?". "Es que ya me cansé, he intentado capturar a un extraño ser, pero siempre que lo tengo frente a mí, siento que no podré atraparlo, y se me escapa. Cuando no está cerca, vuelvo a sentir confianza y voy tras él de nuevo, pero se repiten los hechos, así que ya no seguiré intentando" explicó la cazadora. 

El búho pensó por unos minutos y dijo: "No te preocupes, yo te ayudaré". "¿En serio? ¿cómo?" interrogó la cazadora. El tecolote se esponjó un poco y dijo: "Bien, tal vez no lo sepas, pero los búhos tenemos la capacidad de mirar a través de las ilusiones de algunos seres de naturaleza oscura. Sospecho que esa criatura que has intentado cazar es uno de esos, así que yo te acompañaré y ayudaré para que puedas atraparlo". La cazadora se sorprendió, y le dijo al ave rapaz: "No tenía idea que eso fuera posible. Gracias, acepto tu ayuda". "Entonces, como dicen ustedes, ¡manos a la obra!, (y en mi caso, ojos)" exclamó el búho.

Enseguida, la cazadora tomó su arco y flechas, y salió de su casa acompañada por el búho. A pesar que ya no había mucha luz, ella se sintió muy confiada de lograr su cometido, pues el ave nocturna le ayudaría. 

Pasó un rato, cuando la cazadora detectó a la criatura. Después de tanto tiempo persiguiéndola infructuosamente, ya podía reconocer cuándo estaba cerca. SIn embargo, como las veces anteriores, se sintió insegura de lograr su captura. El tecolote se dió cuenta de ello y dijo: "No te preocupes, yo estoy aquí". "Lo sé, pero..." empezó a decir ella, pero el búho interrumpió: "No hay pero que valga. Ya puedo ver al ser, está unos metros frente a tí. De hecho, te está mirando a los ojos". "No lo veo, ya está muy oscuro, y la luna no alcanza a iluminar esta zona tan arbolada" respondió la cazadora. "No te preocupes. Prepara tu arma" mandó el búho. La cazadora preparó su arco con una flecha. El ser lo notó y empezó a correr. El tecolote exclamó: "¡Apunta frente a tí y dispara!". 

La cazadora, disparó la flecha, y enseguida se escuchó el sonido de una caída. "¿Qué fué eso?" preguntó la cazadora. "¡Le diste!. Rápido, vamos allá" dijo el búho, y voló hacia donde se había escuchado el sonido. La cazadora lo siguió, hasta una zona más iluminada, y vieron que en efecto, la flecha que disparó había atravesado... la bolsa de un duende; dicha bolsa la traía en bandolera, y el ser estaba apurado intentando meter de nuevo en ella unos pequeños recipientes. 

Al verlo, la cazadora exclamó: "¡Al fin, sé qué criatura eres!". El duende volteó y dijo: "Oooh, vaya. Esto no salió como lo planeé". "¿De qué hablas?" preguntó el búho. "¡Un tecolote!, debí imaginarlo" replicó el duendecillo, y luego agregó: "Bueno, si ya me descubrieron... Soy un duende alquimista. Todo este tiempo estuve probando mis nuevas fórmulas con la cazadora. Intento crear un polvo paralizador, pero al parecer, no funciona, pues nunca logré paralizarla". 

La cazadora pensó por unos segundos, luego dijo al duende: "En realidad, sí lo lograste. Tu polvo, creo que era lo que hacía que desconfiara de mí misma. Eso es más paralizante que cualquier cosa". El duende reflexionó y comentó: "Entonces, significa que lo logré.... No soy tan mal alquimista como creía". "Es verdad" replicó la cazadora, "pero, no vuelvas a porbar tus fórmulas conmigo. Por lo menos, pregúntame antes". "De acuerdo", dijo el duende, y tras una reverencia, desapareció. 

La cazadora y el búho emprendieron el camino de regreso. Ya cerca de llegar a casa, ella preguntó: "¿Cómo supiste qué hacer?". "Bien, ví al duende cuando dispersaba un poco de polvo, y supuse que era mágico, por lo que creí que tendría efecto en tu ánimo, pero no en tu habilidad. Ya te ha visto antes, y nunca fallas. Sólo necesitabas ver con los ojos de alguien más".

"Tienes razón. Muchas gracias amigo búho; no lo hubiera logrado sin tu ayuda" dijo la cazadora. "No fue nada. Y ahora sabes que eres una gran cazadora. No vuelvas a dudar de tí misma" concluyó el ave, y voló hasta su árbol.

Desde entonces, la cazadora nunca ha desconfiado de ella de nuevo.


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