Forest [NorNyoSweden]

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[Nombre pre-católico de Noruega: Galder.]



Comienza la época de vientos húmedos, que lastiman las mejillas del pequeño, tambaleándose para sostener entre sus manos las ramitas finas que consideró dignos leños para la bocaza de fuego. Emplazada en medio del círculo en que su aldea se congregó, festejando la cacería.

Contra el fuego, se asaban los conejos y patas de venado, atravesados por estacas de madera engrasadas. Todas criaturas que fueron honradas en su muerte y ofrecimiento para alimentarlos. Por eso, se cantaba y reía alrededor de las llamas. La sangre debía ascender sus espíritus a los cielos, con favor y gratitud para atravesar el cruel invierno.

Galder se preguntó entonces, si sería posible hablar con dichos animales. ¿Sus cánticos de gratitud serían suficientes? Él quisiera saberlo.

—Ma...

—Ahora no, Galder.

Fue toda la respuesta que obtuvo. Miró a su madre, atareada en trenzar el cabello largo de su hermana más joven. Fruncía el ceño por la luz de sol que se iba, y los tirantes movimientos del ser creciendo en su vientre de varias lunas. La niña a su vez, le echó una mirada hastiada a su hermanito, por lo que decidió dejar las ramitas al costado de los enormes troncos apilados y buscar en otra parte quien respondiera.

—Pa...

—Galder, ve con tu madre.

Como una fuerza invisible que lo rechazara tan pronto como llegó. El rostro de su padre, jerarca de la tribu por su estoica bravura en batalla, discutía con otros hombres y mujeres guerreros de su estirpe. No obstante, uno de sus tíos lo alzó en brazos para mimarlo, un poco culpable por la torpeza de su hermano. La dulzura con sus descendientes nunca había sido recurrente en él, menos estando preocupado.

— ¿Quién será ese tal "Cristo" por el que tanto luchan?

—Debe ser alguien severo, pues no dan tregua hacia el sur.

Una mujer negó enérgicamente con la cabeza.

—Cristo no ha de ser humano.

Murmuró y todos agacharon sus cabezas, abatidos por la circunstancia. ¿Cómo combatir fuerzas regidas por un Dios, que todo lo puede, todo lo somete?

Galder no podía entender a sus cinco inviernos las catastróficas cercanías del peligro. La mordida cruel de un enemigo distinto a los que conocían y eran usuales. Lo comprendería al continuar creciendo, con la presión en sus hombros de ser uno de los hijos de aquel hombre; erguido con la virtud y la imponencia de una montaña, pero aun así llorando sus deshielos por quienes daría la vida por proteger.

Tal vez pensaron lo mismo, por lo que extendió las manos y el tío de Galder lo entregó al padre. Galder disfrutó ese abrazo, apretando sus barbas blancas, trenzadas y anilladas con hierro y runas.

—Pa —aprovechó el descuido, porque los niños no olvidan fácilmente sus curiosidades—, ¿Se puede hablar con los animales?

Los adultos interrumpieron sus rostros truncos para permitirse sonrisas, aliviados de sentir en esos ojitos azules toda esperanza de continuar las contiendas imposibles.

—Decía mi abuelo que en un tiempo lejano, lo hacían. Ve con el tuyo, te toca preguntarle a él ahora.

Galder se bajó y salió disparado, corriendo con destreza entre las piernas de la gente. Ajeno y distante a los indicios de una guerra que se volvería suya; pero en este presente, más importante fue lanzarse a las piernas de su abuelo, anciano sentado y encorvado delante de las llamas.

LETTERS EVERYWHERE [Hetalia One Shots]Where stories live. Discover now