Repaso lo que esta mañana había ocurrido y no puedo evitar sonreír por lo que dijo sobre los audífonos, jamás había conocido a una persona que pensara de esa forma. Qué forma para empezar la mañana.
-Verónica Ríos, es su turno de salir adelante. ¿Nos haría el favor?.- dijo impaciente la profesora de Letras.
-Sí sí, ya voy profe.- dije alborotando toda mi mochila por encontrar las benditas fichas por si olvidaba de alguna palabra o dato importante.
Al fin cuando pude encontrarlas, dentro de mi libro de dibujos me apresuré para abrir el archivo que esta mañana envié a mi correo.
《Agh, vamos tesis ¿dónde estás?》
Luego de varios apuros, comentarios como "no lo hizo profe" y quejas de la profesora me di por vencida, mi trabajo no se encontraba en el correo. Tal vez por el apuro no se llegó a enviar correctamente y cerré la página, o posiblemente alguien fue tan malo como para borrar su trabajo. Me sentía impotente, quería correr o esconderme bajo mi cobija y llorar por ser torpe y despistada. Claro, no siempre podían salirme bien las cosas, pero ¿hasta cuándo?
No quería pensar ni quería escuchar. Me encontraba perdida en mis dibujos que eran habituales cuando me encontraba aburrida o muy ansiosa, me daba serenidad en estos momentos aunque no siempre pensaba en qué dibujar, pero muchas veces solía ser paisajes, edificios o puestas de sol. Alcé la mirada y observé el reloj que se encontraba cerca de la puerta.
《Por favoooor, ¿en qué momento toca el timbre de salida?》
La clase de literatura se pasaba lento, peor aún con el ánimo con el que me encontraba. Pensaba en conversar con la profesora cuando todos se hayan marchado, era una nota importante y no quería perderla. Tenía que sacar provecho de ser una de las mejores en este curso. Cuando por fin suena el timbre, espero con paciencia que uno por uno se retire del aula. Es viernes, muchos tienen cosas por hacer en la tarde, así que en 5 minutos el aula está vacía de alumnos y sólo quedamos la profesora y yo.
-Profe Melissa, perdón por no estar preparada hoy con mis materiales. Sé que debí asegurarme que lo tenía guardado pero no fue así, este curso es importante para mí y usted lo sabe, quisiera una oportunidad para presentar mi trabajo.- dije mientras me acercaba y cambiaba mi tono de voz por una de súplica.
-Mira Vero, sé la estudiante que eres al menos en mi clase (pausa). Te daré una sola oportunidad en todo lo que lleva el curso, si vuelves a fallar no me quedará más que colocar la nota que mereces.- dijo frotándose la cien.
No dije nada más que darle las gracias y dar mi palabra que no volverá a suceder. Agarré mis cosas y salí contenta del instituto. De regreso a casa como es costumbre, reproducí la playlist mientras tomaba el mismo asiento que elegí esta mañana y cerré los ojos por unos minutos, pero se me hacía completamente imposible estar en mi estado de paz, por primera vez no lograba concentrarme en la música ni en el sonido del bajo. Saqué un pequeño cuadernillo de mi mochila y tomé un bolígrafo que tenía dentro de la chaqueta. A pesar del movimiento del carro, podía tener el control en mis manos y dibujar lo que me viniera a la mente en ese momento, sin saberlo estaba haciendo garabatos hasta tener en el papel un hombre, no me pareció desagradable así que esta vez si sabía que quería que se encontrara en el dibujo, unos cuantos árboles y un pequeño lago. Estaba tan concentrada en aquello que no me percaté que una persona se acomodaba al costado mío y me observaba sin causar molestia. La música dejó de sonar, fue cuando entré en sí.
-Vaya, dibujas muy bien.- dijo el joven mientras se acomodaba el cabello que le fastidiaba su rostro, tenía el cabello largo como para poder atarlo en una coleta.
-¿Disculpa?.- dije un poco confundida, no sabía cuánto tiempo se encontraba mirándome ni mucho menos si estaba siguiéndome, no era coincidencia que se toparan en el mismo autobús y a la misma hora dos veces en el mismo día.
-Ah, ahora si me escuchas.- dijo en tono burlón.
Lo miré indiferente y arranqué el dibujo del cuaderno para luego botarlo en algún tacho de basura cerca de casa. Lo doblé y lo guardé en mi chaqueta junto con el bolígrafo.
-Perdón, sólo quería hacerte sonreír. No pareces hacerlo mucho ¿verdad?
-Lo hago, descuida. Pero no con extraños, ni menos con personas que te siguen por todas partes.
-¿Y yo cuál soy de los dos?
-Ambos.- dije mientras observaba por la ventana.
-Jajaja ¿no crees que tengo cosas mejores que hacer que perseguir a una adolescente de 15 años?
-¿Disculpa?.- dije sin saber a lo que se refería.
-Te disculpo, niña.
-Gracioso. No tengo 15 años, tengo 17 y sí, creo que no tienes nada que hacer y vas por ahí y secuestras a jóvenes para luego vender sus órganos.
-No es mala idea, así podría ganar un dineral. Pero no, no suelo perseguir a nadie, hemos coincidido por cosas del destino. O podría decir que eres tú la que me persigue.
-¿Yooo? Qué dices, si la que se sube al autobús primero soy yo.- dije cruzando los brazos y arrugando la frente.
-¡Esta chica quiere vender mis órganos, tengan cuidado!.- dijo poniéndose de pie y señalándome de forma exagerada.
-¡Eso no es verdad, tonto!.- agarré mi mochila decidida a bajar de este autobús lo antes posible.
-Jajaja, vale perdón. Pero no te bajes, que seguro no quisieras ir caminando a donde tengas que ir.- dijo volviendo a tomar asiento.
-No es gracioso lo que haces.- dije volviendo a acomodar mi mochila bajo mis piernas.
-Perdón otra vez, comenzamos otra vez ¿te parece?.- dijo mientras me daba la mano para estrecharla.
-¿Acaso había un comienzo? No te conozco y deja de darme miedo.
-Tienes razón, me llamo Camilo y tengo 19 años. Vine a la ciudad para una mejor vida, y hoy fui a hacer unos trámites para la universidad. ¿Cómo te llamas tú?.- dijo luego de esconder su mano en su bolsillo.
-Soy Verónica, y cada día tomo este autobús para llegar al instituto.
-Creía que ibas a una escuela de arte o algo parecido. ¿Vendes tus dibujos?
-No, sólo dibujo para mí y a nadie más quisiera mostrar este pequeño talento, si es que se llama talento.- dije un poco nerviosa y cuando me percaté que había pasado mi casa, tomé apresurada mi mochila y con torpeza logré esquivar personas que estaban de pie sujetándose de un tubo, hasta llegar a la puerta del autobús. Camilo trató de alcanzarme pero yo ya había bajado y no fue hasta llegar a casa que me percaté que el dibujo que hace unos minutos había doblado y guardado en mi bolsillo no se encontraba ahí. Espero ahora mismo que cualquier animal se lo haya comido o cualquier niño haya pateado de casualidad y este llegaba a algún basurero.
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Apocalypse
RomanceHas estado atrapada aquí por siempre y simplemente no puedes decir adiós. Tus labios, mis labios ... A P O C A L Y P S E