| PARTE 3 |

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MESES DESPUÉS

—Amelia, abre la puerta. Por favor.

Mamá, vete.

Y cuando piensas que todo es color de rosa, te pinchas con las espinas.

A veces el mundo puede ser tan cruel y despiadado, que llegas a convencerte que no vales nada y mereces sólo lo peor. En mi caso, estaba condenada a la soledad y las burlas solo por ser gorda. No era mala persona, ni buscaba problemas, tampoco deseaba el mal a nadie; pero ser así ... tener kilos de más y no encajar me condenaba al maltrato físico y psicológico.

Me deslizo sobre la pared de mi baño y siento mucho frío y solo pienso en cada insulto que he recibido desde que tengo uso de memoria. Llega a mi memoria el primer recuerdo cuando solo tenia ocho años y las niñas se colocaban a mi alrededor y me empujaban, tiraban mi comida y decían cantando: gorda, gorda, gorda. Era tan solo una uña y quería jugar, quería divertirme como todas pero no podía ... ellas no me aceptaban.

Me aferro a mis rodillas, y cierro los ojos buscando otro amargo recuerdo. En la escuela, con cada año desde que ingrese, todo fue empeorando, era la chica  con la que nadie quería estar, era observada por todos como un engendro temido y despreciable, que podría contagiarlos de alguna enfermedad, el caminar del pasillo era mi peor enemigo todas las mañanas porque era como un tipo de exhibición donde todos se fijaban en mi y empezaban a buscar algo además de mi peso y aspecto para reírse. Aunque yo intentara cambiar quizás, mi actitud, o quizás no ser tan tímida, no bastaba porque el problema iba más allá, ellos estaban incómodos con mi presencia y existencia.

Aprieto mis labios y siento un fuerte mareo, sigo pensando en todo lo malo que me ha pasado ... en cómo he normalizado el hecho de ser maltratada, en cómo he aceptado que no me valoren y he cedido el derecho de que puedan juzgarme como les plazca. Si alguna vez, alguien me hablo fue por interés.

¡Amelia, Amelia! ... abre.

Y ni siquiera, lo único bueno que tenían mis días pudo salvarme.

En este preciso momento, me daba cuenta que yo era igual de egoísta que aquellos que me rodeaban, que no me interesaba el daño que podía causar con mis acciones o palabras, que solo buscaba sentirme bien sin importar que alguien pudiera salir lastimado. Es difícil tener que llevar una carga todos los días y saber que están condenada a hacerlo siempre ... que en plena modernidad eres esclava de un sistema que no acepta las diferencia e igualmente que en la antigüedad, eras castigada por ello.

—Está cerrado, carajo. ¡Abre la puerta,ya!

Todo gira, todo se mueve y ya no siento mis manos ... y ya no quiero sentir nada, nada.


***

Un poquito.

A veces, solo pedimos un poco.

Yo solo pedía un poquito de amor, no exigía todo. Estaba acostumbrada a no recibir lo que merecía porque en mi mente, lo poquito, las sobras, lo que los demás señalaban como justo para mi, yo lo tomaba como definitivo.

Estaba equivocada. Demasiado.

—Hola, bonita. ¿Cómo estás?

A little bit | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora