Preludio

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Tingo veía la escena de una masacre en una habitación que olía a humo, explosiones y cadáveres. Paseaba con cuidado de no contaminar la escena mientras forenses y peritos documentaban todo. La habitación oscura se iluminaba con el flash de las cámaras y Tingo podía vislumbrar brevemente a los ancianos muertos clavados en la pared. Todos estaban desnudos y con el pecho clavado por una espada antigua, burlándose de la SID. 

Era una escena sádica y cruel, sangre seca regada por todos lados incluyendo el techo, los ojos de los hombres arrancados de sus cuencas y reemplazados por clavos que ayudaban a mantenerlos en su posición, las bocas congeladas en una agonía silenciosa, era repulsivo de contemplar. 

Tingo mantuvo la calma aun así. Un asistente le habló desde lo alto y lo distrajo de sus meditaciones.

—El mayor Graham lo busca señor —. Tingo le agradeció y salió de la calurosa y apestosa habitación dejando atrás la muerte. Recorrió pasillos hasta llegar hasta la azotea donde encontró al mayor fumando viendo al cielo.

—¿Qué es lo que piensas de todo esto? —preguntó directamente Graham.

—No es igual a los otros ataques, éste fue hecho por un animal salvaje—respondió Tingo—. Es un grupo organizado que divide nuestra atención en sus métodos.

Tingo los recordó, ancianos muertos por picaduras de serpientes y luego las asesinaron para que agentes piscis no pudieran hablar con ellas. Otros encontrados en un refrigerador industrial recreando estatuas antiguas, otros muertos de tiros a la cabeza y ahora esto. No había conexión pero eran una misma cédula, el mismo mensaje estaba en todos. 

"Es nuestra hora de cazar." 

—Han burlado todas nuestras medidas, El Asesino de Medallas sigue suelto allá fuera. 

—Lo encontraremos señor.

—Eso espero —dijo duramente—, no quiero enterrar a más de mis compañeros de campaña. Tingo tragó saliva, todos eran veteranos supervivientes de la gran guerra como el mayor, él podía incluso llegar a ser un blanco.

—Vuelve a tu recinto, no podremos hacer mucho de momento—El mayor Graham le dio otra calada a su cigarro—. Te llamaré si necesito algo más, gracias por tus servicios.

—A sus órdenes señor —. Tingo lo saludó mientras Graham lo veía desde arriba asintiendo.

Tingo descendió con algo de esfuerzo las escaleras, no tenían unas diseñadas para otras especies, era un edificio exclusivamente para humanos. 

Descendió hasta la calle y Azai lo esperaba recargado en el coche de la agencia, tomaba café tranquilamente.

—Vamos a casa. 

Azai asintió y se subió al lado del piloto, Tingo se acomodó en el copiloto, como siempre, no pudo ver el paisaje.

— ¿Qué tan mal estuvo? —preguntó Azai mientras conducía.

—Clavados a la pared, una espada en el pecho, la pared llena de sangre—respondió Tingo.

— ¿Cuántos veteranos han muerto ya?

—Veintitrés —Respondió Tingo secamente.

Azai solo asintió y permaneció en silencio un largo rato, Tingo lo agradeció, quería pensar que hacer para evitar que ese número siguiera creciendo. Pasado un buen rato, estando ya cerca de las instalaciones Azai comentó: 

—Los nuevos reclutas llegaran en una semana, jefe.

—Carajo, lo había olvidado —respondió Tingo.

—Podemos manejarlo, Luna podría guiarlos mientras ambos estamos fuera—sugirió Azai.

—Sí, sí, eso suena bien.

—Jefe, no lo tome a mal, pero debería dormir más.

—Tendré suficiente tiempo de descansar cuando esté muerto —sentenció Tingo. Llegando a la agencia fue inmediatamente a su oficina para trabajar.

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⏰ Última actualización: Mar 26, 2020 ⏰

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