Capítulo 1.4

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Al día siguiente, el director del instituto me llama a su despacho. Yo, cómo no, he acudido como la «chica ejemplar» que soy.

El olor a coco del ambientador del despacho me da ganas de vomitar. Él me mira desde el otro lado de la mesa y yo me veo tentada a apoyar mis pies sobre ella y sus ridículos papeles.

—Helena, creo que ya sabes por qué estás aquí. —Sonríe.

Parece un hombre bonachón, de esos que te inspiran confianza. En realidad, es la peor víbora traicionera del centro y creo que también de Madrid. Cruza sus arrugados dedos regordetes e inclina la cabeza con simpatía. Lo odio.

—Debe ser muy importante; me ha sacado del examen de Matemáticas —finjo una expresión tan dulce como la suya.

—Supongo que lo podrás hacer más tarde... —Sonríe un poco sin enseñar los dientes en una expresión todavía más falsa—. De todas maneras, te sabrías las respuestas.

Abro mis ojos con fingida sorpresa.

—¿Cómo?

El director agarra un bolígrafo y juguetea con él balanceándolo por la mesa. Sé que si mis ojos se desvían hacia él para evitar su mirada, descubrirá que miento.

—Helena Dralla, sabes perfectamente que no está bien copiar en los exámenes, pero hackear el servidor del colegio... Eso es otro nivel.

Mis manos tiemblan, así que comienzo a frotarlas. ¿Por qué no ha venido Clara a confesar? ¿Y si el director lo ha descubierto? No puede saberlo, si no, ya me habría denunciado. Me aferro a esa idea.

—Insisto: yo no he hecho nada —murmuro entre dientes mientras mis manos inquietas crujen. Le sostengo la mirada—. Así que creo que debería continuar con mi examen.

—Entonces, supongo que no reconocerá esto.

Con parsimonia y silencio, el director abre un cajón y desliza un papel hasta mí. Es uno de mis exámenes, que se nota que no es oficial por la calidad de la tinta, que se deshace al tacto. Es de hace tiempo, cuando todavía los imprimía.

—Sí, lo reconozco —contesto y le devuelvo el papel.

La sorpresa deshace la máscara del director como el viento con la arena.

—¿En... en serio?

Y tanto que voy en serio.

—Se lo vi a una chica. Hace dos días. —Me echo hacia adelante y cruzo los manos sobre la mesa. Un gesto tranquilo, como si estuviese diciendo la verdad—. ¿Quiere que le diga quién es?

El director me sostiene la mirada durante un tiempo. Luego se echa hacia atrás, descuelga el teléfono de su escritorio, teclea algo y espera sin quitarme los ojos de encima.

—Buenas. Me gustaría que trajesen al becario. Sí, el señor Márquez. —Hace una pausa—. Es para acompañar a una chica. Por favor, que sea rápido.

La espera se me hace eterna. El director intercambia con disimulo los ojos del examen a mí. Yo intento mantenerme quieta, pero natural. Al fin se abre la puerta y entra un joven con gafas de culo de vaso, la ropa arrugada y el pelo tan grasiento que parece mojado.

—Señor Márquez. —El director ha reconstruido su compleja máscara con rapidez. Ya no queda duda en su expresión. Tampoco en la mía—. Acompañe a la señorita Dralla, por favor.

Me levanto del asiento y avanzo hacia la puerta. Por fuera parezco una chica indignada por la injusticia. Por dentro sonrío victoriosa.

Camino por los pasillos con seguridad, pero en mi interior las preguntas bullen. ¿Por qué me ha llamado el director?, ¿habrá sido Darkwings?, ¿y si ha mostrado parte del vídeo? Es imposible; al director no le gusta recrearse con los alumnos delincuentes. ¿Y por qué Clara no ha venido a confesar? Aprieto la mandíbula. Maldita niña, seguro que cree que se ha librado de mí. Tendré que ir a su clase para que asuma la culpa.

Hawing: Alas En LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora