*Ondo*

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En la grieta del invocador, aquella arena donde los espíritus de las leyendas eran invocados, Khada Jhin había tomado el carril inferior junto a su soporte. Mientras se encontraban escondidos entre los pastizales altos y frondosos, Nami miraba tímidamente al hombre extravagante. Su relación había sido en un principio osca, casi sin interacciones más que solo ayudando o que el adc no saliera lastimado. A medida que pasaba el tiempo su conexión fue cada vez más estrecha, para Jhin era complicado tener algo tan cercano con alguien, tener una camarada.

Fuera de las arenas, su tiempo juntos era poco, se encontraban a veces en el estanque de peces del jardín reservado para la meditación. Ambos sabían que algo estaba cambiando entre ellos, ambos eran adultos. Eran personas libres que disfrutaban de su tiempo a solas. Eran conscientes de la atracción. La química era difícil de ignorar y, en ocasiones, de controlar, pero Jhin, que no estaba dispuesto a complicarse la vida con la exótica Vastaya, reprimió todos estos deseos, sentía temor, raro en él... Pues por extraño que le pareciera no encontraba belleza en la muerte de la sirena, lo veía como un acto horrendo. Solo podía ver la perfección cuando esta se encontraba viva y a su lado.

Él sabía que ella lo estaba mirando por el rabillo del ojo; podía ver lo nerviosa que estaba, para tranquilizarla dijo en voz baja:

—Tranquila, no me sucederá nada. Las emboscaremos y tú estarás detrás de mí.

—Bueno...

Mientras los campeaban en los arbustos, en ese minúsculo lugar donde ambos estaban muy apegados, para comenzar a empujar su línea y tirar ya la segunda torreta, vieron a Luxanna dejar un Ward. Nami le lanzó su presión de burbuja, quedando inmóvil; Jhin esgrime su arma y dispara una sola bala. Cuando la joven mujer rubia ha caído y una luz la envolvió, ambos esperaron sus súbditos para comenzar.

Jhin en su excitación por ser cómplices de un asesinato, la arrincono contra la murallas de piedra, se quitó la parte inferior de su máscara para revelar su boca, y a centímetros de sus labios, tan cerca que Nami sintió pequeños roces mientras este le hablaba. Su voz gruesa y profunda la deleitó sin el modulador, diciéndole:

—Eres mi musa, tus labios me deleitarán con su perfección y de esa perfección haremos arte.

Jhin, sin esperar más, la beso. Él deseaba aquellos labios, esa boca. Anhelaba saborearla, olerla. Lo deseaba todo. Nami, completamente cautivada, se dejó llevar olvidándose de todo. Su apetito por aquel tipo era loco y cegador, y mientras disfrutaba de aquel ardiente y morboso beso a escondidas y sentía el calor del cuerpo de aquél sobre el de ella, voló. Un beso, dos... Sus miradas se unieron. Todo lo que hacían era cautivador, caliente y anhelado. Cuando al final Jhin, dando un paso atrás, se separó de ella, Nami murmuró con los labios aún calientes por los besos de aquél:

—No creo que sea apropiado que esto pase entre nosotros...

—Pero ha pasado —afirmó él sin alejarse.

Del todo cegada por la pasión, Nami se mordió los labios. El beso y su cercanía habían superado sus expectativas y fantasías más locas, sin contener sus palabras, dijo:

—¿Un último beso y se acabó? —aún se encontraba media atontada por todo lo que estaba sintiendo.

Deseoso, Jhin aceptó su boca. La beso con delicia y disfrute mientras sentía cómo ese animal que dormía en su interior comenzaba a gruñir por intentar salir; él siempre lo tenía tranquilo y durmiendo, odiaba sentirse así. Deseaba desnudarla... Ansiaba tocarla... Se moría por hacerle el amor... Pero no. Él era muy responsable en su trabajo y no era el momento ni el lugar. Y, cuando sus bocas se separaron, dando un paso atrás para separar su cuerpo del de ella, dijo antes de perder totalmente la cordura:

Perfección - Jhin x NamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora