Capítulo 3 El límite

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Elsa había pasado casi toda la mañana dándole vueltas en su cabeza a una idea.

Si visto a la bruja y le cuento que tengo problemas con mis poderes... pero que solución puede darme si son de nacimiento... Debo pensar en la imagen que eso produciría a mis futuros socios.

- Elsa, mi madre insiste en que le pregunte si cree prudente que usemos nuestro barco. Inquirió Rapunzel.

-Mi barco es bastante espacioso... no veo necesidad de ir en dos barcos- Respondió

-De acuerdo, los papeles estarán listos para antes de zarpar.

Elsa se dispuso a salir de su habitación, recorrió los largos pasillos hasta llegar al gran salón, donde los reyes y la heredera estaban esperándola.

-Firme aquí señorita- Le indicó el abogado.

Camino al abarcó Rapunzel y su prometido platicában animadamente sobre el viaje.

Cuando percibieron la embarcación se pararon en seco. El navío de la Reina de Arrendelle era muy elegante, había sido pintado de blanco, tenía rotulado el nombre de Copo de nieve, en letras azules, las tres velas eran desplegadas en ese momento, el piso había sido revestido de una delgada loza de mármol color niveo; poseía una sola silla labrada en madera, con adornos en las cuatro patas, las coderas y el respaldo,  todos referente al invierno.

-¿Ese es tu barco?- Murmuró Eugene.

-Así es- Respondió ella en un tono divertido al notar su expresión de asombro.

Una vez que el barco zarpó y los pasajeros se instalaron Elsa busco el refugio de su camarote.

Escucho gritos y risas en el corredor.

No le veo mayor aventura a un viaje de dos días y medio internados en la absoluta soledad del mar... Ahora que lo pienso, eso es lo que siento dentro de mi, mis emociones son como un océano.  Ya entendí que el miedo me hace perder el control y el amor es el antídoto, pero lo que siento no es miedo es... es hartazgo.

- Si tan sólo pudiera materializar algo en hielo y que se mantuviera estable hasta que yo lo deshiciera,  como antes.

Habían pasado ya algunas hora de que abandonaron Corona cuando tocaron a la puerta de Elsa.

- Señorita se requiere de su presencia en el timón. Era su mayordomo.

- Enseguida subo- Se paró apresurada pues el timbre de vos al otro lado de la puerta era angustioso.

El capitán informó de la situación a la Reina.

-Mi señora, el camino esta obstruido por hielo. Necesito de su permiso para cambiar la ruta, lo cual significa tres días más de viaje.

Para llegar a DunBroch necesitaban pasar por un estrecho helado.

¡Maldición! Tengo que moverlos.  Se propuso.

-No podemos perder tantos días,  la cita con los emperadores de DunBroch ya fue pactada, un retazo así podría reflejar falta de diplomacia.

Se dirigió hacia el frente del barco.

Yo puedo,  yo... puedo... se que puedo.

Comenzó a mover sus manos al ritmo de una danza mágica que soñaba en su cabeza. Los bloques de hielo retumbaron. Elsa abría los brazos y volvía e retomar sus movimientos. Su cara reflejaba el esfuerzo emocional, su lucha interna. Comenzó a jadear por el cansancio. El obstáculo se fue abriendo muy lentamente. En su mente se arremolinaban recuerdos y emociones... la que predominaba era la frustración.

-Con esa abertura el navío pasará sin problemas- Gritó el capitán.

Elsa estaba exhausta. Se sujetó del barandal para no caer. Los marineros la ayudaron a volver a su camarote.

-¿Elsa estas bien? Era Rapunzel

- Si, adelante

-Eso fue impresionante... Eugene la interrumpió.

-Eso debió significar un enorme esfuerzo, se ve agotada.

- Si, un poco.

-Pensé que era algo que podía manejar sin problemas- Señaló la novia de éste.

-Debe ser el cansancio del viaje- Atajó Elsa.

-Lo mejor será que la dejemos descansar- Indicó Eugene a su prometida.

Ambos salieron y acordaron una carrera al comedor, las risas no se hicieron esperar. Elsa apretó los ojos y sintió envidia.

Al día siguiente los tres estaban desayunando.

-¿Te sientes mejor? Preguntó Rapunzel.

- Si, gracias.

- Aún tienes un semblante desmejorado.

- Son los nervios.

El resto del día transcurrió sin mas cuestionamientos.

Quizá la bruja de DunBroch no pueda darme la solución, pero quizá me dé idea de que puedo hacer.

Caminó por el barco y se acomodó en su silla. La vista nocturna era asombrosa, el cielo era cubierto por una densa capa de nubes que advertían una tormenta.

- Será una noche turbulenta, mi señora.- El capitán estaba a un par de pasos de ella.

- Cree que sea necesario que yo...- Hizo un ademán con sus manos.

-Lo mejor será que este al pendiente- Aún no terminaban su plática cuando una fuerte ráfaga de viento estremeció el barco.

Elsa se aferró a las coderas de su silla. Las olas se alzaban con mayor violencia y arremetiendo contra la embarcación que se mecía peligrosamente.

-¡No! Elsa gritó y extendió sus brazos hacia la ola que amenazaba con hundir su barco.

Silencio. Quietud. Elsa tenía miedo de abrir los ojos.  Había congelado la ola dejando el navío encerrado en una gigantesca burbuja de hielo.

¡No resistirá!

-Señora,  no será suficiente- Le dijo el capitán.

Hizo acopio de su valor y comenzó su movimientos. Sudaba. Jadeaba. Se debilitaba. Calló inconsciente.

Imperio de hielo (Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora