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Lo único que Namjoon escuchaba era el propio sonido de su llanto mientras ocultaba su rostro contra la almohada. Había estado aguantando esa sensación durante días, pero no pudo soportar más tiempo.

Empujó la almohada aún más contra sí, permitiéndose llorar y de alguna manera liberar todo lo que aconcojaba su corazón. Dolía, su pecho dolía incluso cuando trataba de respirar, pero no podía parar, y no iba a hacerlo.

Tenía la sensación de que no pararía de llorar por días, se preguntaba cuánto tiempo más resistiría hasta explotar en la universidad en medio de sus amigos. Siempre había tenido ese miedo, y ahora, que se estaba volviendo difícil de ocultar se preguntaba cuánto tiempo pasaría para que sucediera. Rogaba por que no. ¿Qué se supone que les diría? Ni siquiera sabía cómo arreglar todo el laberinto de emociones que tenía dentro.

La alarma de su teléfono sonó indicando que era hora de ir a la universidad, no recordaba cuando se había quedado dormido. Cuando se levantó, sintió una punzada en su cabeza, hizo una mueca de dolor que no hizo más que crecer al momento de verse en el espejo del baño.

El reflejo no mentía; sus ojos estaban hinchados, sus ojeras se habían profundizado, su pecho seguía doliendo y ahora también su espalda. A como pudo, se arregló para verse mejor de lo que se sentía y bajó para tomar un rápido desayuno en la cocina. Escuchó a su madre platicando con su padre, ambos reían de algo, así que intentó dar su mejor cara.

—Buenos días —le respondieron sus padres al unísono cuando él les saludó.

—¿Vas a desayunar? —preguntó su madre.

Namjoon asintió tomando un plato hondo para servirse cereal. En contra de todo, tuvo que sentarse frente a su padre en la pequeña mesa que había en la cocina; se sintió incómodo.

Pensó en la posibilidad de irse de una vez, pero tenía hambre por no haber cenado la noche anterior, así que optó por quedarse hasta terminar. No pasaron ni diez minutos cuando su padre comenzó a discutir con su madre, procuró comer rápido para salir de ahí lo antes posible.

Caminó hacia la parada del autobús mientras escuchaba música a través de su auriculares. Era un día fresco, las pocas nubes no cubrían con totalidad el sol, pero de alguna forma lograba funcionar.

Siempre había una manera de hacerlo funcionar.

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—¿Qué harás saliendo? —le preguntó Hoseok a Namjoon a solo una clase de terminar la jornada.

—¿Por qué? —preguntó, pero Namjoon ya tenía la respuesta, sea lo que sea.

—Tengo que quedarme a enseñar, tenemos una presentación de baile pronto en el teatro de la universidad. Todos están emocionados.

—Genial, hermano. Ahí estaré.

—No te he invitado —se apresuró Hoseok a decir, pero después se carcajeó al ver la ceja levantada de su amigo—. Aún no nos dan las fechas, pero nos hace falta mucha práctica. En fin, es hasta las seis y son las dos. No quiero tener que ir a casa y regresar. Qué flojera.

—¿Vamos por un café? —preguntó Namjoon.

—Seguro —dijo Hoseok—. Ahora, ¿cuál es la respuesta de la cinco? —prosiguió con su tarea echando un vistazo a la de Namjoon.

Namjoon solo pudo suspirar y negar con su cabeza, pero una sonrisa pequeña se asomó en su rostro.

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«El niño de papá» [NamKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora