Un drogadicto suicida se enamora de su dealer, aunque al principio parece el chico perfecto con el tiempo se va dando cuenta de que oculta demasiados secretos.
David nos presentó a unos chicos que conoció por una aplicación; parecían estar drogados, iban mal vestidos y tenían un aspecto muy desagradable.
-chico desconocido: ¿Que te pasó? ¿estas bien?¿Porque tienes sangre en la cara?
-Ricardo: (susurrándome al oído) No me agradan estos idiotas, ya casi tengo que irme a mi casa, necesito limpiarme las heridas.
Los desconocidos nos empezaron a bailar , supongo que querían que nos uniéramos a su grupito de estúpidos que estaban bebiendo cerveza en seguida de una hielera barata, Ricardo era un poco tímido, no le habló a ninguno de los amigos de David, de hecho se veía un poco incomodo, los sujetos se esforzaban demasiado para agradarnos y no dejaban de hablar, yo me fuí retirando moviéndome hacia el pasillo para no escucharlos, después de unos minutos sentí su mirada penetrando mis ojos , se estaba acercando a mí...
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sentía que todo iba muy acelerado, las personas parecían moverse muy rápido, las luces parpadeaban, y los colores claros parecían brillar, ya estaba haciendo efecto el éxtasis, me estaba sintiendo muy energético y caliente, el chico de cabello blanco me estaba sonriendo mientras me hacía su mirada traviesa, voltee a ver sus brazos, eran pálidos y sus venas sobresalían demasiado, eso me encanta. Estaba muy excitado ya no podía aguantar más las ganas de besar a alguien, así que tomé a Ricardo de los hombros, lo llevé al pasillo, las luces bailaban y tomaban formas.
-Yo: Nunca me meto en problemas ajenos, pero no iba a permitir que esos pendejos siguieran golpeando a un chico tan lindo...
-Ricardo: ¿Yo, lindo?... (se ríe) no sabes lo que estás diciendo, se nota que no me conoces.
-Yo: No necesito conocerte para hacer esto...
Y tomé su rostro con mis manos, el cerró los ojos y juntamos nuestros labios, me siguió el beso, lo hacía realmente bien, sus labios eran muy suaves y con un sabor a vodka con sangre.
Desde que me vendiò esas pastillas no podìa olvidar su rostro pálido, su penetrante mirada, pero intenté controlarme y no ser tan intenso para no arruinar el momento, acariciè su cabello blanco, su lengua era muy traviesa, sentí como mi respiración se aceleraba, froté su entrepierna y una enorme erección se asomó por encima del pantalón, el metió sus manos debajo de mi playera y acarició mi abdomen, me empujó contra la pared del pasillo, sus labios se acercaron a mi cuello, lo último que recuerdo es que mordió mi labio.
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