Nuestro hilo rojo

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Hola, me llamo Taylor. Ahora, ahora mismo, tengo 13 años. Pero, os contaré una historia, la historia de mi infancia, no es de lo más agradable pero espero que te guste.

El día de mi nacimiento, todo cambio. Mis padres pensaban que seríamos una familia feliz, pero, se equivocaban.
En el "hospital" los doctores no eran precisamente lo que se podrían llamar doctores. Eran unas personas miserables, que experimentaban con los niños, incluida yo.
Mis padres, mientras esperaban en la sala donde yo había nacido, uno de los doctores entró y les dio la peor noticia que a unos padres se le podría dar.
Que no me podría ir con ellos. Lo cual tenía algo verdadero pero, digamos que ellos mentían.
Lo que les dijeron a mis padres, fue que tenía una enfermedad mortal. Que me provocaba la muerte cuando respirara aire, lo cual era verdad, pero, ellos añadieron algo más... que, no era cierto.
- Señores Moore, su hija, tiene una enfermedad parcial la cual no le permite respirar aire natural y que uno de cada mil infantes tiene -lo cual era verdad.
Mis padres, en aquel instante comenzaron a sollozar, ellos no sabían como reaccionar así que lo hicieron de la única forma que pudieron, llorando hasta que se les agotasen las lágrimas. Hasta que se decidieron, y optaron el camino más fácil. Dejarme en ese hospital. Aislada, aislada de todo el mundo.
- Esta bien doctor, ¿podemos pasar a verla? -le preguntó mi madre.
Seguía sollozando mientras abrazaba a mi padre.
- Lo siento pero, su hija está en un estado muy peligroso, entre la vida y la muerte, y si alguien se acerca a ella, podría transmitirle la enfermedad. Como ya les he dicho, a partir de los cinco años, podrá volver con ustedes.
Pero nunca lo hice.

Cuando mis padres salieron de este lugar, el doctor se acercó a mi y me llevó a una habitación. Me metieron en una caja de cristal y me inyectaron algo que me dejó dormida hasta los cuatro años.
¿Donde estoy..? Me preguntaba yo, pero antes de que pudiera responderme a mi misma, una persona me cogió en brazos y me llevo hacia una habitación, una habitación que las paredes estaban hechas de cristales, lo que permitía ver todo a través de estas. Había cama, y algunos juguetes, pero no los usaba ya que las pocas veces que estaba despierta, no entendía para que servían esos muñecos.
Nada más llegar a la habitación, me tumbaron en la cama atada a los laterales con unas cuerdas, y me dijo una voz que me sonaba algo familiar.
- Pequeña Taylor -me decía mientras me acariciaba con los pulgares las mejillas- ya has despertado, han pasado cuatro años pequeña, pero, no podemos dejar que te quedes despierta, lo siento cariño.
De pronto, sentí como si una aguja se posaba en mi brazo, y eso pasó. Me inyectaron un líquido, no era algo nuevo para mi, pero seguía siendo igual de molesto que la primera vez que me lo pusieron.
Antes de que me quedara completamente dormida, escuché a algunas otras voces decir.
- El "Ex-16" ya tiene la inyección, no despertará hasta dentro de unos tres...
Ya no pude escuchar más. Me quede completamente dormida mientras ellos seguían experimentando conmigo.

Al cabo de unos cuantos años, siendo sincera, no se cuantos, desperté. La habitación seguía siendo igual que como la recordaba antes, pero a través de ella, había otra habitación, y estaba el "doctor" con un niño cogido de la mano.
- Taylor -me decía a través de los cristales blindados- este será tu compañero. Se llama Oliver. Podéis conoceros bien ya que por ahora ninguno de vosotros volveréis a dormir hasta dentro de algunos meses, os daremos tiempo para que os conozcáis.

De pronto el doctor salió y dejó a Oliver en la habitación. Era simétrica a la mía, aun que, él estaba confundido sin saber porque estaba allí.
- ¡Hola! -le dije yo acercándome un poco más al cristal- me llamo Taylor, y tú Oliver, ¿no?
El chico no me contestó así que empecé a dar pequeños golpes a los cristales con los nudillos.
- ¿Que quieres? -bramó mientras giraba su cabeza hacia mi habitación- déjame en paz. Cállate.
Sus palabras me confundían, no entendía que quería que hiciera porque hasta algunos minutos no había hablado tanto en toda mi vida.
- ¿Sabes donde estamos?
- Claro, -me dijo ya con un poco más de interés en sobre lo que le estaba preguntando- estamos en este maldito lugar, en el que nos torturan desde pequeños, un maldito lugar al que todos nuestros padres creen que nos van a ayudar pero lo único que hacen es experimentar y hacer cosas con nosotros.
- Entonces... -dije yo algo confusa- ¿que haces tú aquí?
Pero el sin responder me preguntó.
- Mi pregunta es que, que haces tú aquí.
- No lo se... no tenía muy claro hasta que tú me lo has dicho donde estaba, acabado de despertarme, desde hace muchos años, no lo hacía.
- ¿Muchos años? ¿Cuantos?
- No lo se, a partir de los cuatro años deje de perder el tiempo contando los años que me quedaban para salir de aquí...
- Bueno, gracias por responder a mi pregunta, ahora, déjame en paz, em, Taylor...
- No... -dije volviendo a tocar suavemente los cristales que nos separaban- responde tú a mi pregunta, ¿que haces aquí?
De repente giró y se sentó delante de mi, muy decidido a lo que iba a decir.
- Esta bien. Supongo que tú estarás aquí por el mismo motivo que yo, porque no puedes respirar aire del exterior y cosas así, y pues, me pasa lo mismo.
Ayer a mi padre le despidieron y me borró del colegio, entonces me trajo aquí. Ya que con todas las deudas y todo lo que nos ha pasado, no puede seguir pagando la escuela y con lo que tenemos solo puede pagar la casa así que, como este lugar es gratis, me ha dejado aquí pensando que era un buen lugar.
- Pero... -le interrumpí- ¿nunca has venido aquí?
- Si, todos los meses vengo pero nunca me han dormido, hasta ahora, que me han traído aquí, y pues he visto que no era el único...
- Ah...
Me quede sin palabras, no sabia que decirle, no me salían las frases correspondientes para esa situación así que, le dije lo único que creo que podría ayudarle.
- Lo siento, ¿podemos ser amigos? Nunca he tenido uno y he pensado que... como somos iguales podríamos llevarnos bien...
- Si. Ya que no hay más niños, podría estar bien ser amigos, ¿cuantos años tienes Taylor?
¿Cuantos años tengo? No tengo ni idea, solo sé que no mucho más que nueve o diez ya que la última vez que desperté tenía cuatro años, o eso me pareció escuchar de ese tal doctor.
- No se cuantos años tengo... -dije con sinceridad- pero, cuando me durmieron escuché que me quedaría dormida unos tres años más, y cuando yo me durmieron yo tenía cuatro, creo.
- Ah pues entonces, por todo lo que me has dicho tienes siete años. Bueno, ¿sabes algo más sobre ti?
- No...
- Vale, pues entonces me presento yo, me llamo Oliver, tengo nueve años, y vivo en el pueblo de al lado. Iba al colegio y tenía muchos amigos, aun que, debido a la enfermedad que compartimos, siempre debía llevar una mascarilla, y algunos niños se reían de mí por eso... me puse muy triste cuando mi madre murió hace tres años aún que lo supere muy pronto ya que mi amigo Aaron me ayudó a recuperarme, es mi mejor amigo, pero dudo que le vuelva a ver.
- Ah, has dicho que ibas a un, ¿colegio? -le pregunte acomodándome en el suelo con un cojín que tenía encima de la cama.
- Es verdad, que tú no sabes lo que es... bueno, pues un colegio es, un sitio, bueno un edificio para que los niños puedan aprender, como no se... sumar, restar, leer, y más cosas.
- Pero, yo sí que sé leer...
Sé leer, ¿no?
- No me extraña, creo que lo que hacen con nosotros es... nos inyectan varias cosas para ver nuestro rendimiento o algo así, a mi me lo han echo muchas veces, y todos los profesores me dicen que mis calificaciones cada año son mejores. Y además, para que no vayas a un colegio sabes hablar y expresarte muy bien.
- Gracias...
Me gustó hablar con el. Lo hacíamos a diario, horas y horas, incluso algunas noches las pasábamos riéndonos y comentando cosas graciosas.
- Una pregunta... Oliver.
Él estaba en su cama y yo en la mía, estábamos intentado dormir, pero no lo conseguíamos.
- Que pasa ahora Taylor, estoy intentando dormir, en realidad, para que mentir, no puedo ni cerrar los ojos.
Se levantó de la cama y se sentó delante del cristal mientras movía la mano para que siguiera hablando.
- Sabes que es... "¿Ex-16?"
Se quedó pálido, aun recuerdo sus ojos confundidos, pero sin pensarlo ni un segundo me escupió.
- ¿¡Que acabas de decir?!
Me asusté por lo alto que gritó, pero enseguida volví a la realidad.
- No grites tanto...
- Lo siento... pero, acabas de decir, ¿Ex-16?
- Si... ¿sabes lo que significa? Me lo llevo preguntando desde hace mucho, y supongo que tú lo sabrías, y... lo sabes, ¿no?
- Espera -me dijo moviendo los brazos en el aire- deja de preguntarme tanto y déjame asimilar lo que me acabas de preguntar.
Se hizo un largo silencio, algo incómodo, hasta que él se decidió a hablar.
- Vale, lo siento por haberte hablado así pero es que necesitaba un tiempo para pensarlo. Bueno, lo que me has preguntado significa, experimento 16. ¿Cuando lo escuchaste?
No recuerdo muy bien cuando lo hice pero respondí sin pensármelo un segundo.
- Creo que... antes de que me durmieron, no lo recuerdo pero estoy segura de que eso fue lo que dijeron.
- Si, si no te lo reprocho -dijo en un tono calmado- yo soy el experimento 10...
El también era como, ¿yo? Nos parecíamos en más de lo que creía.
- Tú también... ¿eres un experimento?
Asintió y se pasó la mano por el pelo negro que le cubría la frente. Desesperado me dijo.
- Oye... escúchame bien. -asentí- algún día, saldrás de aquí, ¿de acuerdo? Lo hablaremos, lo planearemos bien para que nada se interponga y vuelvas con tus padres, para que seas una niña feliz y no tengas que volver a este hospital.
Me ardía el pecho, no sabía porque, nunca había experimentado esto, nunca había tenido un amigo con el que hablar.
- Pero, ¿como lo haremos? Y espera... ¿y tú? Tú tienes que venir conmigo, si no, no saldré de aquí, no sin ti...
- Taylor... yo no saldré, lo haremos para que puedas salir tú. Hace algunos días, escuché al doctor decir que me dormirían y no despertaría hasta dentro de unos tres años, igual que lo que te hacían a ti. Que me dormirían dentro de uno o dos meses, así que tenemos el tiempo suficiente para planearlo, ¿vale? Y después, te dormirán a ti, así que, escaparás.
Sin saber porque, de mis mejillas comenzaron a caer pequeñas lágrimas. Al ver mi reacción, Oliver, puso su palma apoyada al cristal y me intentó animar, y claro, lo consiguió, él siempre lo consigue.

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