El sol brillaba sobre el cielo de Kattegat. Sus rayos se colaban entre las hojas de los altos árboles del bosque, llegando a alcanzar la sudada frente de la mujer. Con el aliento acelerado, caminaba sobre el húmedo suelo, exhausta. La cacería se le había complicado aquella mañana; había pasado largos minutos acechando a un ciervo adulto, con su arco totalmente preparado, hasta que echó a correr sin razón ninguna. Intentó seguir al animal por pura cabezonería. Hasta que desistió, maldijo su suerte, se relajó, y pensó en su estupidez mientras se daba la vuelta y comenzaba a caminar hacia Kattegat.
Poco tiempo después, llegó a la cabaña donde vivía junto a su padre y sus hermanos. Era una cabaña grande, bastante más amplia que las que solían poseer la gente que vivía en Kattegat; y la simple razón era que albergaba una zona medio expuesta al exterior donde estaba la herrería de su padre, Haakon.
Al entrar, dejó caer su arco, sus flechas y sus pequeñas armas cerca de la puerta. Corrió hacia un barril con agua, limpiándose las manos y la cara. Levantó la cabeza empapada para mirar a su padre, que apartó la mirada de la forja que intentaba mantener encendida para observar a su hija.
''Svarah.'' El tono firme de su voz le indicó a la chica que no estaba contento aquella mañana. Quizás era porque tenía mucho trabajo que hacer, o quizás era porque sabía que su hija había vuelto a levantarse temprano para hacer cosas que hacía tiempo le había dicho que no hiciera. En cuanto a la primera cuestión; la primavera se acercaba, y aquel año Kattegat estaba planeando incursiones al Mediterráneo, algo que necesitaba guerreros armados y protegidos con armaduras y escudos. Haakon era el herrero predilecto de Kattegat, conocidos por todos por su trabajo, así como por su fama de guerrero. Por eso, los últimos meses estaban siendo bastantes ajetreados en el negocio. Obviamente, Haakon no podía llevar todo el peso sobre sus hombros; por ello, tenía la ayuda de sus hijos. Los cuales, tampoco parecían estar por ninguna parte del taller aquella mañana.
La segunda cuestión era más complicada. La creciente decepción de su padre con la cabezonería de su hija se notaba en las arrugas de su frente cada día más. Svarah había aprendido a luchar con espadas y usar el arco desde que era muy pequeña. Sus hermanos mayores, y a veces su padre, se habían ocupado de ello. Sin embargo, Haakon había decido que a cierta edad era mejor conformarse con lo aprendido y aprovechar su vida en otros asuntos más relacionados con la fertilidad y el hogar. Pero aunque aquello era lo que su padre quería, nada era imponible, y Svarah hacía oídos sordos a sus propuestas; ella quería seguir entrenando, y estaba convencida de que su voluntad era unirse a sus hermanos en la incursión hacia el Mediterráneo. Por eso se despertaba cada mañana temprano; para unirse al entrenamiento de las escuderas, aunque ella no fuera una. Luego se iba a cazar, y entonces, volvía a casa para ayudar a su padre con el trabajo.
''Mandé a tus hermanos hace horas a buscarte.'' El hombre suspiró, apartando la vista. Su enorme cuerpo acentuado por su gran estatura se irguió, cogiendo el martillo y volviéndose hacia la forja.
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GRÁ [BJÖRN IRONSIDE]
Random''ʟᴀꜱ ʀɪզᴜᴇᴢᴀꜱ ᴍᴜᴇʀᴇɴ, ʟᴏꜱ ꜰᴀᴍɪʟɪᴀʀᴇꜱ ᴍᴜᴇʀᴇɴ ᴜɴᴏ ᴛᴀᴍʙɪéɴ ᴅᴇʙᴇ ᴍᴏʀɪʀ; ꜱᴇ ᴅᴇ ᴜɴᴀ ᴄᴏꜱᴀ զᴜᴇ ᴊᴀᴍᴀꜱ ᴍᴜᴇʀᴇ ʟᴀ ʀᴇᴘᴜᴛᴀᴄɪᴏɴ ᴅᴇ ᴄᴀᴅᴀ ʜᴏᴍʙʀᴇ ᴍᴜᴇʀᴛᴏ'' Svarah era una mujer libre. No quería vivir la vida que los demás tenían planeada para ella. Quería demostrar...