Hyuga Hiashi

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Hinata se remueve sobre la cama. Puedo ver sus cabellos revueltos sobre la almohada.

Los rayos del sol entran por la ventana, pero no llegan hasta la cama. Mejor, el viento está demasiado caliente.

La aldea está tranquila. Los shinobi que la han visitado salen con demasiada prudencia, sin hacer ruido, como si nada pasara. El bar debe estar cerrado.

Los ojos de Hinata se abren, miran la habitación y me mira a mí. Tardará un par de segundos para recordar lo que pasó anoche. No ha dado muestras de un dolor de cabeza, lo que significa que no bebió demasiado sake o que su cuerpo pudo aguantarlo.

—¿Sa-Sasuke?

—¿Tienes hambre? —le pregunto.

No sé qué horas sean, pero mi estómago empieza con el típico dolor. Un poco leve, un poco molesto.

Hinata niega. Aún siento la cabeza embotada por el sueño, ¿o será el calor?

No quiero levantarme del suelo. Siento mis músculos un tanto endurecidos.

—Sh-Shino —susurra.

—No te preocupes por tus amigos. Ellos aún no despiertan.

La habrían encontrado pronto, no por nada son parte del mejor equipo de rastreo. Hinata se tranquiliza.

—Sa-suke —me llama.

Si esto será toda la vida, estaré en el maldito cielo cada día.

—¿Sí?

—No quiero regresar a Konoha.

Está segura, no titubea ni tartamudea.

—¿Es por Naruto?

Asiente.

—Sólo hay algo que debemos hacer.

—¿Qué e-es?

—Hablar con tu padre.

.
.
.

Dentro de un abanico de fantasías que mi mente creó, la forma en cómo terminé con Hinata la noche, jamás se me ocurrió. Tenía diversos planes para conquistarla, todos surgieron desde que la vi aquella tarde que regresé a Konoha, en el despacho del Hokage.

Se veía diferente a la pequeña niña tímida con la que compartí actividades en la academia ninja. Incluso, en esos años, mi interés se dirigió hacia mí hermano y el objetivo de restablecer el clan Uchiha quedó olvidado, hasta estos días.

Las opciones siempre estuvieron ahí: en Sakura, Ino, Karin y las muchas chicas sin nombre y sin rostro, pues no recuerdo más que la sensación natural de mi cuerpo.

Pensé en dejarle rosas cuando visitaba el cementerio de Konoha; alguna nota entre la bolsa de verduras que solía llenar cada martes en la mañana; lanzar un kunai cerca de su ventana con un poema amarrado; mandar a un halcón hasta su posición cuando estuviese en alguna misión para recordarle que había alguien esperándola en la aldea. Todos anónimos hasta estar seguro de que había logrado llamar su atención.

Lo que no contaba es que Naruto comenzara a invitarla a salir de una forma "inocente". Siempre era: "Hey Hinata, es un sorpresa encontrarte, ¿gustas comer un poco de ramen?". Y la chica se ponía a echar humo de lo roja que se tornaba su rostro. Era demasiado obvia.

Pensé en rendirme. Pensé en buscar otra mujer para matriarca de mi clan, pero me di cuenta, crudamente, que si no era con ella, no sería con nadie más. Mi decisión estaba tomada y no había marcha atrás.

Ahora me dirigía al complejo Hyuga con el equipo 8 pisándome los talones. Hinata les contó su decisión a Shino y Kiba, ambos trataban de convencerla de que era una tontería, que estaba confundida, pero Hinata se puso firme y pidió respeto. Entonces Shino y Kiba cambiaron de plan, creyendo que yo podría cambiar de opinión o pensar con "sensatez", ambos comenzaron a correr detrás de mí.

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