Mis dias son mas tristes que el entierro de un niño

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Siempre con el mar en contra y con la barca agujereada la depresión es mi mantra y la soledad mi aliada mi pecho es un empacho de desgracias hacinadas mi cuarto es el despacho de estas sangrientas baladas. Las aves ya no cantan pero el cielo grita auxilio alejado de los prados que jamás he conocido la ley de la injusticia me ha condenado al exilio el cielo no es para ángeles ni pájaros tullidos. Y cada uno con su fecha de caducidad la vida parece eterna hasta en los ojos del que muere hasta que este brillo fatuo se apaga y con ello el engreimiento del que ya nunca sabrá que era un ingenuo. Lejos de esa falacia consciente de mi desgracia pues conozco que la vida es transitoria intérpretes de un drama que vulnera la arrogancia reduciendo al mismo fin un sinfín de trayectorias. Mis días son más tristes que el entierro de un niño he visto muertes más felices que mi cumpleaños sólo me tengo a mi en esta ausencia de cariño y el efecto de mi afecto degenera en más daño. Lo que muestro en cada texto es algo infinitesimal imposible redactar las dimensiones de este mal mi experiencia en la locura me llevo a corroborar la peor enfermedad es la mental no la mortal. Y sigo aquí como un maniquí tras el cristal tratando de descifrar el mecanismo del miedo mientras veo como la vida de los demás avanza víctima de un juicio con balanza de hielo. Nos engañó la moral y la educación ocultando nos que el bien y el mal son una percepción y el arrepentimiento del santo no es otro sino el de no haberse convertido en asesino. Naufrago en la desesperanza vestigio de su antónimo homónimo de mal aventuranza a la espera de que una isla repentina rompa contra el horizonte y desmonte esta fría neblina. Pero hacerle peticiones a la suerte es cómo rogarle piedad a la muerte como pedirle explicaciones al ausente como morder los colmillos de la serpiente. Si respiro es para vencer al pasado por pisar un paraíso nunca hollado no hay mayor esperanza que lo no hallado mi escritura es tan desnuda que me siento desollado. Conozco la felicidad la he soñado y la áspera objeción de la fría sábana porque no soy entidad sino estado solo que el caos se ha apoderado de mi alma. Más cansado cada día de la monotonía de esta impía soledad infausta esperando una carta que nadie envía escribiendo letanías de poesía hasta las tantas. Porque la tinta que se sangra no se gasta mi arte no parte de una inspiración sintética porque soy un sufridor no un cineasta y el dolor que siento es el sustento de mi estética. Aún recuerdo mi primera revelación de muerte (con una intensidad inefable) la recuerdo vivida (como un presente) tuve una especie de brote psicótico (una desrealización) en ese momento me di cuenta de que nunca antes había pensado realmente en ello y todo antaño pensamiento similar se volvió insignificantemente superficial fue como si por un segundo, hubiese asistido a la muerte del mundo.

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