Una día desdichado.

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— ¡Clarissa! ¿Qué haces ahí parada? Deberías estar trabajando, necesito que me cargues las cajas de fruta y me las lleves a la bodega.

Sorprendida volví en sí, mi jefe estaba enfrente de mí.

— ¡Ah, sí, perdón jefe!— dije con una reverencia y me dirigí apresuradamente a las cajas de fruta.

Cargué la primera caja para llevarla a la bodega cuando de repente sentí algo en pie que hizo que cayera al suelo. Al mirar hacia arriba estaba Florentina, la hija del dueño con una gran sonrisa.

— ¡Ups! Por accidente tropezaste con mi pie, que torpe eres Clarissa— dijo con una sonrisa burlona.

Intenté contener mi rabia, solo me levanté y me empecé a recoger las guayabas que habían caído al suelo.

— ¡Clarissa! ¿Qué has hecho?— preguntó el jefe furioso.

— ¡Padre, esta chica inmunda y torpe tiró las guayabas a propósito!— me señaló.

— ¡Yo no tiré nada a propósito, fue su hija la que me ha puesto el pie para que cayera!— dije furiosa.

— ¡No me estés levantando falsos, chica sucia! ¿Para qué querría yo tirarte sin ninguna razón?— me miró con los ojos llenos de lágrimas— me tratas como si yo fuera la mala.

— ¡Mentirosa! Tú me tiraste a propósito, y deja de estar llorando que esas lágrimas son tan falsas como ese relleno que traes puesto— señalé su pecho.

Florentina puso sus manos donde había señalado.

— ¡Tú, maldita!— se acercó a mí, furiosa.

— ¡Clarissa y Florentina, ya cálmense!— dijo el jefe— Clarissa, necesito que vayas a la bodega, tengo que hablar contigo y tu Florentina, necesito que te vayas a la casa.

Florentina me vio con una sonrisa. Se acercó hacia mí y me dijo al oído "ojalá seas despedida, chica inmunda, que personas como tú deberían estar trapeando mi piso". Después de decirme eso se fue, yo contuve toda la rabia que traía al decirme eso al oído.

— Antes de que te vea en la bodega necesito que me levantes las guayabas que no son regaladas— me señaló las guayabas que estaban tiradas en el suelo.

Me resigné y empecé a levantar las guayabas una por una. Suspiré fuertemente, la hija del dueño me odia porque mi mejor amigo Roberto le gusta, pero él está enamorado de mí. Todo comenzó una noche en el festival del bosque faerie. Florentina se le declaró a mi amigo Roberto, pero él la rechazó diciéndole que estaba enamorado de mí, al saber esto ella se puso rabiosa y juró que me haría la vida de cuadritos, así que este es el resultado de que mi amigo la haya rechazado por estar enamorado de mí ¡Ay, padres míos! ¿por qué tengo que vivir así...? Da igual la forma en que esté viviendo ahora, no les daré el gusto a esas personas que me odian verme tocar fondo, seguiré adelante sin importar qué. Después de unos minutos terminé de levantar las guayabas y me dirigí a la bodega junto con la caja entre mis manos. Dejé la caja a un lado y esperé al jefe.

— ¡Oh, ya estás aquí Clarissa!— me miró el jefe— ven, siéntate aquí a mi lado— hizo una seña con su mano.

Un poco nerviosa me senté a su lado. Me miraba de una forma extraña, sentí un poco de miedo.

— Bueno... ¿Y qué es lo que quería decirme?— tragué saliva y pregunté.

— ¡Ah, eso!— se acercó más a mí. Yo me moví por su repentina acción— solo quería decirte que sí te creo con respecto a lo de mi hija, es una malcriada, perdón si mi hija te está causando problemas en el trabajo.

— ¿De verdad me cree?— lo miré sorprendida.

— ¡Claro que te creo! Ella siempre ha sido así, aparte tu eres una de mis mejores trabajadores, así que dudo mucho que te hayas caído apropósito— se acercó más a mí.

— Gracias por creerme...— dije incómoda. La mirada que me ponía no era normal, era como la de un lobo acechando a su presa, así que me paré apresuradamente— bueno, ¿era todo

lo que quería decirme?— dije nerviosa.

— No, la otra cosa que quería decirte es que...— se levantó— eres muy linda, espero no ofenderte, pero ¿no quisieras un asenso?— preguntó.

— ¿Un asenso?— lo miré confundida.

— Sí, sí, un asenso, ¿qué dices?— tenía una mirada intimidante.

— Claro que sí, ¿pero qué tengo que hacer a cambio?— pregunté un poco nerviosa.

Al preguntar eso el viejo se acercó a mí. Me tomó de la mano con fuerza para acercarme a él.

— ¿Jefe, qué está haciendo?— lo miré asustada.

— Este es el precio por el asenso— me miró con una gran sonrisa. Al ver su expresión entré en pánico, ya sabía lo que este viejo asqueroso quería hacer conmigo a cambio de un asenso.

— Lo siento, pero creo que está confundiendo las cosas— dije asustada.

— No, no, yo no estoy confundiendo las cosas, eres demasiado guapa, ¿acaso no te lo han dicho? Cualquier hombre quisiera estar con una belleza como tú— empezó a tocar mi pierna.

El miedo me paralizó en ese momento.

— Señor, ya tengo que irme a trabajar— intenté quitar su cuerpo del mío.

— Este será tu nuevo trabajo, preciosa—me miró con una expresión de lujuria.

En ese momento me di cuenta que la persona que estaba enfrente mío no era mi jefe sino un animal carnívoro intentando comerse a su presa ósea yo. Intenté forcejear con él. En ese instante me abofeteó y me aventó al sillón para ponerse encima de mí.

— ¡No te hagas la difícil conmigo muchacha! Que todas las mujeres son iguales que tú, primero andan de ofrecidas con hombres como yo, pero a mí no me harás estúpido, sé que tú también quiere esto— me empezó a besar el cuello.

Sentí mucho asco por lo que estaba haciendo y al mismo tenía mucho mucho miedo, pensar que algo así me pasaría hoy ¡Qué día de suerte he tenido hoy! Cuando me iba a dar vencida con este tipo asqueroso se escuchó una voz.

"Clarissa, Clarissa..."

¿Otra vez esa voz? Miré a mi alrededor, mi ojos se detuvieron en un jarrón que estaba sobre la mesita. Lo tomé como pude y se lo arrojé en la cabeza del viejo, este se cayó.

— ¿Lo maté?— miré con horror al viejo en el suelo.

El bosque faerieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora