Mis padres fueron lo suficientemente estúpidos para presentar cargos contra Erick y reportar mi desaparición. Yo era una niña, no sabía lo terrible que sería para Erick, sólo podía pensar que no quería volver con mis padres, no quería volver a ese horrible estilo de vida, no quería que mi padre llegara más lejos conmigo... ¡No quería! No quería por nada volver a ese tormento, que lejos de ser dulce, era amargo.
Erick, que conoció a mi padre desde que eran niños era incapaz de denunciarlo, así que se arriesgó y me secuestró para mostrarme lo que es la felicidad, aún sabiendo que en algún momento él terminaría preso por su capricho, pero no se iría solo, mis padres pagarían por todas sus acciones en la cárcel.
Llegó el día del juicio, y efectivamente, Erick fue condenado a 50 años de cárcel, sólo 50 porque sus intenciones fueron buenas, pero aún así iría a la cárcel ya que un secuestro no fue la manera correcta. Me dolió separarme de él, no entendía por qué tenían que alejarnos...
-Cuídate, pequeña.- me dijo haciéndose el fuerte
-¿Cuándo te volveré a ver?- le pregunté llorando
-Tal vez cuando seas adulta, cariño...- me acarició la mejilla. Justo después de darnos un último abrazo se lo llevaron...
