I

278 25 4
                                    




Cuando entré a la universidad, pensé que nada podría superar este aburrimiento llamado tener que estudiar. Me salté el reconocimiento de salas para dar una vuelta a los patios del recinto y tal vez dibujar algo antes de que esta tortura empezara. Ahí fue cuando la vi.

A primera vista, bajo las flores del cerezo, me enamoré.

Una chica cuyo cabello era del mismo rosado color de las flores se dio la vuelta y me dirigió una hermosa sonrisa mientras estallaba en llanto.

— ¡Iguro-san!

Gritó mi nombre mientras corría hacia mí. Nadie había dicho mi nombre tan efusivamente antes y en mi confusión, antes de saberlo, sus brazos se envolvieron en mi relativamente delgado y pequeño cuerpo con una fuerza casi inhumana que, por unos momentos, me hizo pensar que me podría dejar sin aire.

La chica pareció darse cuenta de esto y aflojó su agarre en mí, sin embargo, no me soltó. Sus lágrimas mojaban mi camiseta y honestamente, no sabía qué hacer. Tras unos momentos decidí hacer círculos en su espalda, intentando calmarla.

Ella era considerablemente más alta que yo, pero a diferencia de otras personas, aquello no me hacía sentir incómodo.

Cuando se calmó, la hermosa chica se separó de mí con un suspiro y frotó la palma de su mano contra sus ahora rojizos párpados.

— Perdona, te confundí con alguien más.

Exclamó y por unos momentos sentí una punzada en mi pecho. Mas en el instante en que vi sus brillantes ojos verdes y la no tan sutil sonrisa emocionada en su cara, una parte de mí supo que realmente no me había confundido.

No sabía de qué me conocía, no podía recordarlo, pero al verla una pequeña sonrisa se expandió por debajo de mi mascarilla. Por alguna razón, verla así de feliz me estaba haciendo feliz también.

— Soy Mitsuri Kanroji.

Dijo con una sonrisa encantadora y por unos segundos, no pude apartar mi mirada de ella.

Asentí con la cabeza

— Obanai Iguro.

— Seamos amigos.

Ni siquiera lo había dicho como una pregunta, pero en aquél día, observando la inmensa calidez que ella eludía, ni siquiera pensé en negarme.

Bajo las flores del cerezo | ObaMitsu |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora