III

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Cuando estaba con Kanroji, había algo que todo el tiempo me hacía sentir extraño.

Era algo que pesaba en mi pecho como una cadena.

Rodeado de cálidos sentimientos que sentía que no podía decirle, cada vez que miraba a Mitsuri palabras incomprensibles se formaban en mi cabeza junto con ese algo que se remecía en mi interior.

Pasaba cuando la miraba un segundo demasiado largo, que se hacía eterno, y las palabras se me atoraban en un pensamiento.

Un pensamiento, que decía.

« Finalmente soy digno para estar con ella. Espérame, Kanroji, esta vez te haré feliz. »

—...-san... ¡Iguro-san!

Una mancha rosada y verde apareció en mi visión, parpadeé y me di cuenta de que aquella mancha era en realidad Kanroji, que con las cejas fruncidas me miraba preocupada.

— ¿Estás bien, Iguro-san?

Asentí, aunque mi mente estaba en blanco.

« ¿Qué estaba pensando? »

Por más que lo intento, no puedo recordarlo.

Sin embargo, al verla de nuevo, la preocupación que brillaba en sus ojos esmeraldas me hizo olvidarme de cualquier otro pensamiento y sin saberlo, aquél peso que se alzaba en mi pecho desapareció cuando me decidí.

La quería, mucho más que una amiga y ya no podía soportar los sentimientos que se hervían en mi interior.

Quería su dulce y emocionada sonrisa, sus siempre amables palabras, los preciosos lunares por debajo de sus ojos, su cabello de distintos colores, quería en demasía la manera en que su voz pronunciaba mi nombre con cariño.

En un movimiento inesperado, mi mano se posó en la mejilla de Mitsuri.

— I-Iguro-san.

El rostro de la chica rápidamente se coloreó de carmín y no pude evitar la inmensa sonrisa que adornó mi cara al verla.

Ella era simplemente tan tierna, tan exasperantemente hermosa.

— Mitsuri Kanroji, ¿Saldrías conmigo?

Los grandes ojos de ella se expandieron en sorpresa y luego asintió rápidamente con pequeñas lágrimas en sus ojos, como si hubiese estado esperando secretamente por esto, envolviendo sus fuertes brazos por mi cuerpo como la primera vez que nos conocimos.

— Me encantaría

Murmuró entre pequeños sollozos mientras me abrazaba y creí escuchar una pizca de alivio en su emocionada voz.

Bajo las flores del cerezo | ObaMitsu |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora