Prólogo

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Tras finalmente reconstruir la tumba y los restos del padre de Sesshomaru, Kagome e Inuyasha volvieron a la aldea para enseñarles a todos lo que habían descubierto en el trabalenguas del Señor Sesshomaru.

De modo que ahí estaban todos, sentados en la cabaña de la vieja Kaede, cenando una de esas deliciosas sopas instantáneas que Kagome traía de su época, mientras escuchaban con sumo cuidado las palabras del demonio impasible.

Rin ¿Te has acostumbrado a la vida en el pueblo? ¿Nadie te intimida ni nada?

¿Hiciste un Kinomo con la tela que te di el otro día?

Cuando tengas problemas, o estés ansiosa, o triste, o en cualquier otro momento.

Siéntete libre de llamarme. Vendré a ti de inmediato.

Incluso si estamos muy separados.

Si dices mi nombre.

Definitivamente, voy a venir volando hacia ti.

Si no puedes hablar, puedes silbar.

Silba entre tus dedos, si quieres.

La distancia no es un objeto. Nuestros corazones están unidos.

Con el poder de la confianza, no hay nada que temer.

Simplemente teniendo esa sensación debería de ser suficiente para llenar tu corazón.

Por eso, está bien que las cosas permanezcan como están ahora.

Tenemos un montón de tiempo.

Puedes examinar tu corazón a tu propio ritmo.

Hasta entonces, cuídate

Se hizo el silencio. Todos estaban atónitos mirando la grabadora de la joven Kagome y mirando a la pequeña Rin, que ya no sabía dónde meter la cabeza para ocultar su rubor. Aunque aún no entendía del todo el mensaje completo, algo hacía que se sintiera así. Al fin y al cabo, el Señor Sesshomaru no pensaba que fuera un estorbo, ni se había olvidado de ella, y eso la hacía muy feliz.

- Quién nos iba a decir que el impasible hermano de Inuyasha albergara sentimientos de ésta índole. – soltó el monje Miroku, mientras se agarraba el mentón pensativo.

- Bueno, está claro que todos sospechábamos que podría sentir algo así por la joven Rin – continuó Sango

- ¿¡Qué!? – gritó Inuyasha – No digan tonterías. Ese maldito chucho no es capaz de sentir ...

- Inuyasha ... Sien – ta – te – susurro Kagome un poco molesta por oír siempre la misma canción, haciendo que el pobre Inuyasha besara el suelo.

- Aaagh – se quejó el pobre semidemonio desde el suelo

- ¡Ay! – suspiró Sango, mientras miraba al infinito – que ganas de saber qué pasará o cómo sucederá.

- Bueno, está claro que solo el tiempo lo dirá – concluyó la anciana Kaede

Como en un sueño (Sesshomaru X Rin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora