El principe de la casa de las muñecas.

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Los fríos días en el atelier transcurrieron rápidamente. Poco a poco, los colores nítidos de la primavera sepultaron la densa monocromía del invierno.
Sentado como de costumbre, al borde del antiguo ventanal, mientras esperaba ansioso la llegada de Seraph, Saphire no daba crédito a tanta belleza. Las flores nuevas, los pájaros, el sol dorado... el verde que comenzaba a brotar sobre la húmeda tierra. Todo era tan diferente a la noche en que había sido llamado por su padre...

Todo, a excepción de las mismas aves de brillante plumaje negro que había visto por primera vez la noche de su nacimiento. Esas aves que parecían siempre vigilar a través del cristal, con sus profundos ojos oscuros e inexpresivos.
- Si no te quitas de ahí en cualquier momento te saldrán raíces... -Sorrento apareció junto a Saphire sobresaltándolo, tan absorto estaba con el panorama que no había escuchado las campanillas del hermoso bufón.
- ¡Sorrento, no hagas eso! ¡Me asustaste! -Saphire arrojó, un pequeño botón de plata a su amigo, pero éste esquivo el ataque hábilmente, soltando una carcajada
- Anda tristón, levántate de ahí. Las niñas se quejan de que siempre estas mirando por la ventana y nunca quieres jugar con ellas. Por eso me pidieron que te invitara a tomar el té.
Saphire pareció pensárselo un poco.
-No tengo muchas ganas de té justo ahora, Sorrento...
- ¡Oh! ¿Y que les diré a mis pobres pequeñas? -Sorrento se llevó las manos sobre el corazón haciendo un gesto melodramático- ¡Van a estar tan tristes si no llevo a su apuesto caballero conmigo!
Saphire frunció el entrecejo.
- ¿Caballero?
- ¿Es que no te enteras de nada, ojos de Cielo? -Sorrento saltó sobre la cornisa de la ventana y caminó de puntitas para acercarse a Saphire, tanto que podía tocar con la suya, la punta de la naricita de porcelana.
-Más bien es que no te entiendo nada... -Bufó Saphire.
El bufón largó una carcajada que malhumoró un poco a Saphire, detestaba sentir que no sabía nada de nada y que encima se metieran con él por eso y Sorrento era precisamente un experto en hacerlo sentir de ese modo.
- Ya... es que de veras no te has enterado. -Sorrento fingió ponerse serio mientras se cruzaba de brazos, - Um... verás, sucede que Gardenia estuvo fisgoneando esta mañana, mientras papá terminaba tu vestido...
- ¿¡Qué ella hizo qué...!? -Saphire se levantó alarmado.- ¿No dijiste que movernos durante el día era peligroso?
-... ¿Ah? -Sorrento parpadeó un par de veces sin saber que decir, la verdad es que no se había parado a pensar en ello, mucho menos en el momento en que Gardenia le contaba con lujo de detalle lo que había visto aquella mañana mientras Seraph trabajaba. - E-eso no es lo importante Saphire... No te enfades conmigo, ojos de Cielo...
Saphire se dio por vencido, Sorrento lo conseguía todo con su actitud de cachorro abandonado. Incluso detrás de la máscara sus ojos brillaban de manera irresistible.
- Anda pues... dime lo que vio Gardenia.
-Bueno... ella me contó que tu vestido estará listo para esta misma tarde -Sorrento no podía disimular su entusiasmo, por su parte Saphire sólo fue capaz de sentir una extraña melancolía.
- ¿Esta misma tarde? ¿Eso quiere decir que papá me llevará con el gran maitrè pronto?
Bueno... eso seguro, pero...
- ¿Pero? -Sin darse cuenta Saphire se dejaba guiar por Sorrento hacia la casita de muñecas en que las pequeñas tomaban el té cada tarde.
-Resulta que tu vestido... bueno, no es como el de todas. No es gran cosa, pero las niñas ya han armado un escándalo...
- ¡Dilo ya Sorrento! -Saphire paró en seco, ligeramente angustiado- ¿Papá no se ha esmerado lo suficiente en mi vestido? ¿Piensan que el gran maitrè va a rechazarme? ¿Es eso?
Sorrento sonrió con malicia.
-Tu traje es el más hermoso... eso fue lo que dijo Gardenia, "incluso llevará prendido el broche de Blanchette" -Remedó la voz aguda de la muñequita, copiando sus delicados ademanes.- Pero Saphire, ella dijo también que no es el traje de una reina o una bailarina...es... el traje de un príncipe. -Saphire parpadeó un instante sin comprender- Ojos de Cielo, todos nos equivocamos contigo... no eres una muñeca. -Una sonrisita burlona asomó de sus labios- No del todo.
- Un príncipe... -Repitió Saphire asimilando todo lo que el clown le decía, no sabía si aquello era bueno o malo, pero pensó que si no era una muñeca, aunque lo pareciera, nunca podría estar a la altura de Blanchette y eso lo entristeció un poco.
-Eso es nuevo Saphire, desde Ophelia, Seraph solo ha hecho muñecas... Imagino que al gran maitrè le gustará llevarse una sorpresa. Además... te ha escogido a ti para darte el prendedor de su novia, su posesión más preciada... ¿comprendes eso? ¡Papá está seguro que serás aceptado por el maitrè! -Sorrento se detuvo por fin, frente a la casa de muñecas. En la estancia principal se exhibía un paquete envuelto en papel muy fino de seda de color rosa.
- El traje está aquí, solo falta fijar bien el broche, pero las chicas no pueden esperar a verte con él, desean que te lo pruebes ahora que Seraph ha salido.

- ¿Estará... eso bien? -Saphire miró a su amigo nervioso, sin atreverse siquiera a tocar el envoltorio.

-También deseo vértelo puesto... -Confesó el arlequín como si su capricho lo justificara todo- Anda, échale un vistazo.
- Las muñecas más pequeñas corrieron hasta Saphire al verlo cerca de la casita armando un gran revuelo.
- ¿Verdad que serás mi novio? -La muñequita rubia de vestido de raso blanco y puntilla se adelantó y le cogió la mano.
- ¡No! Él será mi novio. -Una diminuta hada de porcelana se prendió del brazo de Saphire. -Nos vamos a casar y me llevará con él a la juguetería del centro. No podrán vendernos por separado ¡Nunca!
Saphire se sintió un poco abrumado, especialmente cuando notó que todo aquél alboroto había llamado la atención de Ophelia, quien le dedicó una fría mirada desde lejos.

- Milfeulle suéltalo, arruinarás su cabello... -Gardenia reñía suavemente a sus pequeñas. Alejándolas como podía de Saphire -Vamos, compórtense como les he enseñado y sirvan el té como se debe. De lo contrario sólo conseguirán asustar a nuestro invitado. Yo lo ayudaré para que se vista adecuadamente. ¡Vamos! ¡Andando!

Saphire suspiró aliviado, agradeciendo la cordura de Gardenia y el hecho de que ahora Sorrento era quien llamaba la atención de las niñas con sus acrobacias y monerías.
Una pila de tacitas de plata oscilaba sobre una de sus manos, jugando a desafiar la gravedad. Las muñecas palmoteaban entusiastas e incluso de vez en vez, Ophelia miraba de soslayo a Sorrento, procurando no ser descubierta.
Asistido por Gardenia, y media docena de sus pequeñas ninfas, Saphire fue capaz de terminar de probarse el fastuoso traje digno de un monarca; una exquisita casaca blanca bordada con exquisitos lirios dorados encabezaba el atuendo, las calzas del mismo tono inmaculado ostentaban también laboriosos brocados florales que resaltaban sobre las finísimas medias de encaje español que se ceñían a sus delgadas pantorrillas, que parecían alargarse ligeramente gracias a las diminutas zapatillas de tacón alto que Seraph había trabajado con tanto esmero para él.
Sobre su hombro derecho, caía elegantemente un manto orlado de rico armiño que daba el toque final a su real estampa.
Un murmullo de asombro general anegó la estancia.
- ¿A que está guapísimo, Sorrento? -Orgullosa, la madre adoptiva de las muñecas más pequeñas exhibía su obra de arte con aire de absoluta satisfacción, como si ella misma hubiera confeccionado pieza por pieza el soberbio atuendo.
-Es... precioso... -El bufón, al contemplar a su cohibido amigo, quien permanecía inmóvil, con los ojos muy bajos ocultos tras densos mechones de cabello castaño, mientras era admirado por la concurrencia; no pudo evitar que las minúsculas tazas de té se escaparan de sus manos y se esparcieran por el suelo produciendo un dulce tintineo - Sin embargo...
- ¿Hay...hay algo mal conmigo, Sorrento? -Se atrevió a preguntar Saphire algo preocupado mirándose la ropa con nerviosismo.
-Un detalle... insignificante...
El buen amigo no puedo reprimir una sonrisa, mientras con aire misterioso desentrañaba del fondo del envoltorio de papel, el delicado broche de Blanchette, para luego prenderlo ceremoniosamente en el pecho de Saphire.
-Ahora si estás perfecto -Susurró en tono confidencial al pequeño príncipe, tras hacer una reverencia, sin percatarse de cómo, ofendida ante sus atenciones, Ophelia desviaba la airosa mirada.
-Payaso tonto... -Murmuró la pelirroja finalmente incapaz de disimular sus celos.
A Sorrento le pareció encantador el gesto de la pelirroja, y ya planeaba maliciosamente hacérselo saber delante de todos para enfadarla, sin embargo, el ruido de unos pasos que ascendían vertiginosamente por las escaleras lo hicieron desistir de su intento.
- ¡Ahí viene Seraph! ¡Shhh! ¡Silencio! -La delicada bailarina que ensayaba incansablemente sus pasos apoyada sobre su barrita de metal, trataba de hacerse escuchar sobre el incesante bullicio.
Aquél sonido, que procedía del pasillo, era inusualmente violento, agitado.
Se hizo el silencio. Algo andaba mal, todos lo sabían.
Pero únicamente Saphire sintió que el pecho le dolía tanto que temió que se rompería en cualquier momento.

Seraph abrió la puerta de golpe, pero su voz de gorrión no sonó en el atelier como de costumbre.
Su voz era desconocida. Ronca, amarga, rota.
- ¡Maldita! ¡Maldita seas Blanchette!

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