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La luz en la cabaña



Los recortes periodísticos se asomaban en su memoria mientras observaba el cuerpo sin vida de un individuo encima de la tierra. La oscuridad de la noche no le permitía ver más que sus harapientas prendas y su piel violácea. Por el saco negro que vestía, Carolina creía que se trataba de un varón pero no podía afirmarlo.

Así pues, con el aire escaso en sus pulmones y el sudor acumulándose bajo sus parpados, conveció pararse e investigar de quien se trataba. 

¿Era valiente? 

Carolina nunca huyo ni cuando la recién llegada a Neighborhood la amenazo de que develaría su secreto. Aún así se mantuvo en vela con el lema de mantenerse cuerda pese a las circunstancias.

------ Cuatro, cuatro, cuatro...

Otra vez la voz espantosa, se dijo. 

Carolina, sin embargo, no huyo y se aproximo al cadáver. Al llegar a este, sus manos tocaron la textura de cuero. Con sumo cuidado, giro la gran masa corporal para notar su rostro. Era pesado por lo que empleo más fuerza de la que habitualmente acostumbra usar. Entre todas las chicas, ella era la más fuerte; no obstante, hoy no conseguía su cometido.

Con ambos brazos tiro por enésima vez del cadáver. Lo logro. Ante sus ojos, se describían los horrores de una muerte provocada. Se trataba de un jovencito de no más de dieciséis años que mostraba signos de haber sido torturado. La causa de su muerte, podría ser asfixia por el color morácea de su rostro.

Carolina respiro profundamente. En su interior, sentía haber visto a este muchacho, hasta que lo recordó. El mismo se parecía demasiado a la persona que había dibujado James Castillo -----el abuelo de Sam---- en libro. Incluso lo reviso para comprobar. La ropa era idéntica, como también sus rasgos físicos.

¿Por qué lo dibujo justo allí?

El muerto despedía olores desagradables, tanto que Carolina tuvo que tapar sus fosas nasales con el antebrazo derecho. Por los ojos del cadáver, salían algunos gusanos largos y gordos. Sus manos estaban en sus bolsillos. Lo bizarro del caso era las expresiones en el rostro del afectado y la posición del cuerpo. Algo así como si el asesino lo hubiera atacado sin que él alertara de ello. Tenia el rostro tan fresco, calmado y tranquilo que daba a entender que había muerto feliz. 

¿Muerto feliz?

¿Quién muere feliz?

No espero ni un minuto más y fue en busca de Carlos. Ya estaba cerca por lo que no hizo mucho esfuerzo. Carolina pensaba en que Carlos descifraría la serie de caracteres del idioma japones fácilmente, solo debía obligarlo un tanto. Quizá creía que sabiendo de que trataban los recortes, podría entender cuál era el misterio detrás de James Castillo y porqué sentía ser llamada por una cabaña que no conoció antes.

------ Tengo... ----- fue lo último que dijo al llegar.

Si bien ya había llegado, incluso podía ver a sus amigos tras el arbusto, sus palabras no salían de la impresión. Cada fragmento de su piel, no sabia que diablos ocurrió minutos antes de huir de la voz para que sus dos mejores amigos -----Carlos y Sam---- se estén besando como amantes reprimidos. La luz de luna, dejaba ver los rostros de los muchachos, quienes se abrazaban mientras sus bocas se encontraban. No había falsedad ni bromas en ellos. ¿Era real? Todo este tiempo le tomaron el pelo que Carolina jamas sospecho de ellos. Inexplicablemente, antes, supuso que Carlos era heterosexual. Y Sam... pues Sam había tenido muchas novias. ¿No era conocido por eso en la escuela aparte se su liderazgo?

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