The Little Seungmin

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Seungmin me ha pedido que dejemos un momento las cosas tristes, él estaba pensando en sus buenos momentos cuando era niño.

Muchos de ellos tuvieron lugar en aquella gran casa frente al campo, una casa de madera que tenía olor a galletas todo el tiempo, la casa de su abuelita.

Era la mejor abuelita del mundo, al menos para Seungmin. Tampoco es como si tuviera muchas, en realidad sólo la conocía a ella, pues es quien estaba más cerca.

Muchas veces pasaba los fines de semana allí, en casa de su ancianita favorita, como solía decirle.

Recuerda una vez que llegó muy temprano y su abuelita le dió café con galletas, dios eran las mejores galletas del mundo.

Solían sentarse al frente de la casa en las tardes, mientras el sol caía y la brisa fría comenzaba a llegar, su abuelita le contaba cuentos fantásticos y a veces anécdotas de su propia vida.

Era muy cariñosa con él, siempre decía que era un niño especial y único, que nadie le dijera jamás que no lograría lo que se propusiera.

Ella le dijo que nunca dejara de sonreír, le hizo prometerlo.

Claro que el pequeño Seungmin de 5 años no entendía muy bien cuando su abuelita lloraba mientras lo abrazaba, solo se dejaba llevar por el calor del abrazo y el agradable olor a abuelita.

También recuerda aquellos domingos cuando la abuela hacía comida para todos, Seungmin se sentaba en una esquina de la cocina, observando cada movimiento de su abuelita, ella sonreía por la curiosa expresión del pequeño mientras explicaba para qué era cada ingrediente.

Seungmin nunca fue de muchas palabras, al menos no que él recuerde, pensaba demasiado, pero se limitaba a dejarlo dentro de sus pensamientos. A pesar de esto, era muy unido con su abuelita, era su segunda madre.

Todo esto acabó cuando se fueron de la ciudad, su madre le explicó que no podían seguir viviendo en aquel lugar y que dejaría de ver a su padre por un tiempo, la idea de agradó en el instante, pero al pensar en que dejaría lo único que ya conocía y a su abuela, el miedo comenzó.

Y a pesar de sus incontables protestas, se fueron de la ciudad. Recuerda el último abrazo de aquella mujer, sus lágrimas en sus hombros y una sonrisa a punto de quebrarse.

Luego de aquello, escuchó a su abuela hablar con su madre, dándole un gran discurso sobre como cuidarlo y cuestionando su desición.

Lo último que le quedaba era tratar de aguantar y adaptarse a un nuevo lugar...