El cuento de hoy...

Tormenta

Era una tarde de Junio cuando ocurrió, el día es desconocido pero se piensa que fue un martes siete cuando Octavia Canmarl desapareció sin dejar rastro alguno. 
Ella estaba en su casa cuando pasó, sentada en su sofá con otras dos personas, quienes desaparecieron también, en medio de la tormenta.
Ella vivía sola, cerca de la costa en una casa pequeña. 

Aquella tarde veía la televisión con esas otras dos personas, aquellas de quienes no se posee mucha información y su relación con la chica es desconocida. La tormenta era salvaje, fría. 
Las olas del mar chocaban contra las piedras, la lluvia no dejaba ver mucho más allá de cinco metros. 
Dicen que ese día Octavia actuaba raro, distraída, dicen que murmuraba cosas y constantemente se asomaba fuera de su casa, como si buscara algo, sin encontrarlo.

En algún momento de la tarde, Octavia salió de su casa, con botas y una gabardina café, vaya, con ropa que no era para salir a la lluvia. Quienes corrían a sus casas relatan que Octavia caminó ida en línea recta, mientras esas otras dos personas la llamaban, sin respuesta de ella. Hubo un momento en el que detuvo su caminata, mirando el mar en silencio. Se dice que cuando miraron en aquella dirección, donde Octavia tenía la mirada fija, se encontraron una figura negra muy grande, quieta entre la lluvia que hacía ver a esta figura borrosa. Pronto una mano gigantesca emergió de esta, con la palma abierta y hacia arriba, volviéndose nítida al estar cerca de la muchacha, quien se subió en esta y a los segundos, la mano volvió a esconderse tras el diluvio y a los minutos, la figura de a poco fue desapareciendo en silencio. Minutos más tarde, aquellos dos acompañantes que estaban en casa de Octavia corrieron en la dirección en donde esta se fue, desapareciendo también.  

Ni ropa, zapatos, sus cuerpos o siquiera parte de estos, al menos de pertenencia de Octavia, a la semana se encontraron, enterrados en la playa, los zapatos de las otras dos personas, pero nada más.