Uno

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Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde

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Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Este un dicho muy común y todos, alguna vez en nuestras vidas, la hemos dicho creyendo conocer el significado de ella, pero la realidad es que cuando nos toca vivir la pérdida de algo o alguien, ahí realmente es que comprendemos esta frase en su totalidad.

Yo era de esas que andaba por la vida diciéndole esta a los chicos que no valoraban a mi mejor amiga y que después, cuando esta los dejaba, iban detrás de ella.

También se lo decía a esas amigas que nunca le importe pero después regresaban en mi búsqueda porque conmigo obtenían algún tipo de beneficio.

En fin, ese era mi lema pero no supe su verdadero significado hasta que me tocó a mí perder mi lugar en la escuela, donde estudié toda una vida, y a mi primer amor, el cual jamás valoré.

Entre por las grandes puertas con una gran sonrisa, la mejor de todas, pero la borre al darme cuenta que es una pérdida de tiempo.

Son las siete en punto de la mañana y la hora de entrada es a la siete y cuarenta. A esta hora el pasillo de la escuela tiene una cantidad muy mínima de alumnos. De los pocos rostros que he visto el día de hoy ninguno se me hace conocido.

¿Quién lo diría? Estoy de vuelta a donde mi vida comenzó.

A medida que voy avanzando por el lugar, mi subconsciente se llena de rostros de personas y estos vienen acompañados de recuerdos importantes para mí porque son esas experiencias las que me hacen ser quien soy.

Aunque a la misma vez mi corazón se llena de dolor porque estoy consciente que nada será igual. Las personas han evolucionado y sé muchas han cambiado durante el tiempo que estuve fuera.

Llegué hasta mi casillero y sonreí con emoción. Por esto llegue antes del horario de entrada, para personalizarlo un poco. Es una de las pocas cosas que me emociona hacer.

Coloque la contraseña en el candado y abrí el casillero, lo primero que hice fue colocar mi mochila dentro, la abrí y saque un pequeño frasco lleno con fragancia de vainilla. Rocie un poco del contenido en el pequeño lugar e inhale con una sonrisa.

No es mi olor favorito pero me agrada.

Me gusta que mis cosas tengan olores suaves. Normalmente hecho de la misma sobre mí pero pienso que no es lo mismo, ya que no puedo captar el olor, es como si se esfumara al instante.

Procedí a sacar las diez fotos que traje conmigo. Sonreí al volverlas a ver. Hay tres fotos sobre mi larga estadía en España y las demás son fotos de hace unos años cuando vivía aquí, en Santo Domingo. Me tomo cinco minutos pegar las fotos en la parte interior de la puerta del casillero.

Saqué lo que voy a necesitar para mi primera clase, cerré con candado el espacio de metal y con la misma sonrisa de antes me dirigí al salón donde me toca. Una vez allí lo único que hice fue sentarme a pensar, mientras los demás llegan.

Un amor Sin Nombre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora