7mo. El amante

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Seis meses después...

Era domingo cuando Arthit y Kongpob al fin se mudaron a su nuevo apartamento. Por suerte, con la fuerza de los dos hombres se pudieron terminar de acomodar los muebles antes de la hora de la comida.

Arthit lanzó su cuerpo a la cama. Podía sentir el cansancio luego de hacer todo eso, al contrario del menor. Kongpob seguía de pie frente a él, mirando a Arthit con una sonrisa en el rostro.

La sonrisa se convirtió en una risa cuando Kongpob escuchó que el estómago de su pareja rugía.

—Creo que deberíamos comer —Kongpob sacó su teléfono del mueble al lado de la cama. —¿Deberíamos ordenar algo? Tengo guardados algunos teléfonos de restaurantes por aquí y tienen servicio a domicilio. ¿Tienes algo en mente?

Arthit de verdad quería aplaudirle de pie a Kongpob por ser un novio tan previsor. Aún asombrado por el entusiasmo de Kongpob, Arthit no se dio cuenta de que el chico en mente lo miraba en espera de una respuesta.

—¿P'Arthit?

Arthit se sobresaltó un poco. Regresó a la tierra y encontró que Kongpob se lo había quedado mirando.

—¿Q-Qué quieres?

Kongpob se acercó y se sentó junto a Arthit en la cama. Tocó su hombro con el suyo.

—¿Puedo tenerte a ti?

Arthit suspiró.

—Detente —dijo. —No actúes como si te perteneciera.

Ahora, su novio estaba más que feliz. Arthit podía decirlo con sólo ver a Kongpob a la cara. Sus ojos estaban brillando y ¡oh, esa sonrisa!

—¡No me des esa cara y deja de sonreír tan amplio! —Arthit abofeteó con suavidad la mejilla de su pareja. —Tengo hambre. ¡Ordena algo para comer!

Kongpob se puso de pie y caminó a la sala para llamar a un restaurante. Arthit no tenía que preocuparse por el tipo de comida que Kongpob traería a la mesa.

Luego de que Arthit tuvo suficiente de estar en la cama, siguió a Kongpob a la sala de estar.

—¿Ya ordenaste?

—Uhmm —asintió Kongpob. Estaba jugando en su teléfono.

Arthit sonrió. ¿Ahora qué? ¿Lo estaba ignorando?

—¿Qué haces?

—Esto.

Sin molestarse en girarse hacia Arthit mientras respondía, la atención de Kongpob estaba toda en el juego en su celular.

—¿De verdad me estás haciendo esto?

—¿Hacerte qué? —Kongpob preguntó de vuelta sin mirar a la persona que preguntó primero.

Arthit dio un salto y empezó a alejarse. Sin embargo, unas usualmente alegres manos lo atraparon y trajeron su cuerpo de regreso al sofá. Estaba estupefacto y bajo ataque en una esquina del sofá, forzando a Arthit a recargarse contra el reposabrazos.

—¿A dónde vas?

—A la recámara.

—¿Estás molesto?

—No lo estoy.

—Estás malhumorado —Kongpob inclinó su cuerpo hacia Arthit. Con su voz en casi un susurro, Kongpob continuó. —Me pregunto si es por el hambre o...

—O... —Arthit imitó el tono de Kongpob. Ese tono que por lo regular le robaba el aliento.

Kongpob no desperdició tiempo y devoró enseguida los labios de Arthit. Le gustaba cuando el mayor lo vacilaba de vuelta. Apostaba a que Arthit no sabía lo mucho que eso volvía loco a Kongpob.

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