En el interior de un ostentoso castillo; lleno de ornamentas, decoraciones y una cantidad extrañamente alta de relojes; él se encontraba sentado en su trono.
Vestido con una gabardina y un sombrero excéntricos, unos lentes que no dejaban ver sus ojos, una máscara que ocultaba la parte inferior de su rostro, y un cabello largo y desalineado. Todo dibujaba una figura extraña, pero con un aura de poderío inigualable a la de otro ser humano.
Como siempre, se le veía sereno de todo lo que estaba sucediendo, pero en esta ocasión parecía estar más pensativo de lo habitual. Se veía ciertamente intranquilo.
Miraba impaciente lo que se encontraba frente a él, un momento que estaba a punto de suceder.
Oculta en un espeso bosque y estando prácticamente pegada a una presa, se encontraba escondida una estructura de hormigón. La cual, por su aspecto y ciertos detalles extraños, parecía ser de naturaleza militar más que otra cosa.
- ¿Qué es... lo que se supone que debo hacer? – preguntaba el hombre irónicamente, mientras apreciaba el panorama.
Abriéndose paso entre las nubes, apareció desde el cielo una serpiente emplumada. Colorida y llena de ornamentos llamativos.
Curiosamente, lo que menos llamaba la atención era su aspecto, siendo su acompañante y a quien iba cargando lo que más resaltaba.
-Algo que siempre he odiado de formar parte de la "Asamblea" es la impotencia que esto produce cuando se trata de dar paso a esta clase de momentos – decía decepcionado mientras agachaba la cabeza.
Aquella criatura se detuvo cerca de la base para dejar a su compañero con cuidado. Y antes que este último comenzara a alejarse, intercambiaron brevemente unas palabras.
-Ni a ti, ni a mí, ni a nadie le gustaría enfrentarse a ese sujeto. Mucho menos conociéndolo – hablaba con un enojo claramente perceptible, apretando su mano con fuera.
Una vez que la criatura se fue volando sinuosamente, el chico comenzó a caminar por el bosque rumbo a la estructura antes mencionada. Acercándose cada vez más a un destino incierto.
-Es lamentable lo que está por suceder, amigo mío. Pero no puedo hacer nada para ayudarte – decía mientras llevaba una de sus manos hacia sus anteojos.
Después de una caminata no muy larga, el joven finalmente topo con una manera para ingresar a aquella locación. Una puerta metálica, grande y pesada.
El hombre procedió a quitarse los anteojos de una manera algo brusca, agitando su cabeza por un momento para que le dejara de estorbar el cabello, y finalmente desvelando una imagen curiosa e imponente a partes iguales.
Enmarcados por unas ojeras algo desagradables, sus brillantes y amarillos ojos contaban con unas pequeñas manecillas, las cuales se movían con el paso de los segundos. Mostrando por un momento el poder del que era usuario.
Finalmente, entono seriamente unas palabras con las que escribía el destino de aquel forastero.
-Buena suerte, "Traedor del cambio".
Todo, absolutamente todo lo que se podía ver; hasta donde alcanzaba la vista, estaba sumido en una sofocante y pesada oscuridad.
Y en medio de toda esa tempestad, surgió la luz.
Un estruendo resonó por todo el lugar y de la mano con unos cuantos sonidos metálicos muy desagradables, una reforzada y pesada puerta de metal fue cediendo lentamente a la fuerza de dos manos brillantes.
Alguien que se encontraba afuera, con mucho esfuerzo, comenzó a doblar la entrada hasta conseguir un espacio lo suficientemente grande como para pasar.