Llevaba ya un buen rato que la noche finalmente se había hecho presente, trayendo consigo la siempre confortable imagen de las estrellas en el cielo. Un panorama que a mucha gente le traía aires de esperanza, mientras que para otros significaba el mejor momento para dedicarse a ciertas tareas y proyectos.
Muchos trabajadores y estudiantes se dirigían a sus hogares, con el agradable pensamiento de que en sus casas les esperarían sus familias con una cálida bienvenida. Un saludo lleno de alegría, un abrazo lleno de afecto, quizás algo delicioso para cenar, o quizá una buena noticia del trabajo.
Son esas horas muertas las que dejan más tiempo para que la mente haga de las suyas, y que aquellas cosas que a veces se tornan complicadas se vuelvan posibles con mayor facilidad.
En aquel vagón de tren se encontraban varias personas que compartían este pensamiento.
Un joven que acababa de obtener una beca y no pudo contener las ganas de contárselo a su novia.
Un hombre que finalmente consiguió aquel asenso por el que tanto había trabajado.
Una madre que regresaba del trabajo para reencontrarse con sus hijos.
A pesar de sus notables diferencias, todas aquellas personas tenían en común una actitud alegre y llena de energía. La cual llegaban fácilmente a externar hacia aquellos que los rodeaban.
Todos parecían estar felices. Todos menos él.
En la parte mas alejada del vagón, aquella zona en la que las luces fallaban e iba a parar la basura de todos los pasajeros, se encontraba sentado un joven.
A pesar de estar cubierto y que apenas fuera posible distinguirlo de la multitud, era evidente que se encontraba seriamente golpeado y sucio. Como si no llevara mucho tiempo de haberse peleado o de haber sido asaltado por alguien sin mucho sentido de la empatía.
Aquella chamarra que debería de mostrar un color blanco y pulcro, ahora se encontraba completamente llena de manchas y suciedad, junto con algunas pequeñas gotas de sangre coagulada. Las cuales delataban que le estaba sangrando la nariz debido a un fuerte golpe.
Lo que se escondía debajo de la capucha no era muy diferente a lo que se encontraba encima de la misma. Un retrato desgastado, seriamente lastimado, y visiblemente cansado.
Tenía un moretón en su ojo derecho, junto con una marca bastante grave en su pómulo izquierdo. Todo esto se mezclaba de manera casi homogénea con la suciedad y las manchas de sangre que adornaban la parte inferior de su rostro.
Se encontraba en un punto de somnolencia casi absoluta, con una mirada perdida y llena de ojeras, junto con una boca babeante debido a su incapacidad de mantenerla cerrada.
Su actitud de muerto viviente y las constantes veces en las que cabeceaba para no caer rendido, delataban que no había dormido bien durante los últimos días, anulando así toda posibilidad de que fuera a hacer algo nada más llegar a su morada.
En uno de sus mejores lapsos de conciencia, se percató de alguien que lo acompañaba en su misera, además de encontrarse a escasos metros de donde él estaba sentado.
Se encontraba distraído revisando las notificaciones de su celular mientras escuchaba música, lo cual parecía explicar porque no se había dado cuenta de su presencia aun con ese aspecto que exigía una ambulancia y algunas pastillas para dormir.
A pesar de llevar una vestimenta casual y no resaltar mucho de entre todas las personas a su alrededor, parecía ser alguien bastante agradable. Quizá de carácter tranquilo y pasivo.
Lo observo detenidamente durante unos cuantos segundos, llegando fácilmente a la conclusión de que era alguien bastante atractivo, y que talvez no sería una mala oportunidad ir a saludar. Quizá podría volver a encontrárselo mañana o conseguir su teléfono.